Capítulo 17: Promesas y verdades.

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Hace siete meses

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Hace siete meses. Suiza.

*Ayato*

Explotó... Todo explotó...

Aprieto mis puños y mandíbula. No lo quiero creer, no lo puedo creer, me mentiste hermano...

– ¡ME MENTISTE! – Gruño y levanto furioso la mesa que cae al suelo haciéndose pedazos.

Tras el estruendo veo como alguien entra a mi habitación. No puede estar aquí... No ahora, no me puedo controlar. Mis feromonas se disparan haciendo la habitación más densa.

– Ayato cálmate – suelta sin aliento la otra persona.

Pero yo no puedo, no tengo control. Me agarro la cabeza para tapar mis orejas. Todo es tan ruidoso, hay tanto ruido que duele y es molesto. Grito, no lo soporto, no lo soporto, no sin ti hermano. ¿Por qué moriste? ¿Por qué me dejaste solo? ¿Por qué? Dijiste que siempre íbamos a estar juntos. Dijiste que siempre estarías para apoyarme. Dijiste que serías un pilar para mí. Me prometiste que vivirás.

– Hermano... Hermano... Duele... – sollozo.

Siento como alguien me abraza y yo inconscientemente y de manera brusca aparto su brazo.

– Ayato, calma. – una voz suave me habla.

– ¡VETE! – Gruño. – ¡VETE DE AQUÍ!

– No. – dice en tono seguro – No te voy a dejar solo.

Siento como se acerca y yo muestro mis colmillos. No me puedo controlar, todo me parece una amenaza.

– Tranquilo, no te haré daño, nunca lo haría. – Esas palabras, esas palabras fueron las mismas que me dijo mi hermano esa vez, y se escuchan tan sinceras. No lo puedo evitar, no quiero que se vaya. Esta vez dejo que esa persona me abrace – Ya, ya. – acaricia mi cabeza – Cálmate. Calma pequeño.

– Hermano... – susurro mientras lloro en el hombro de esta persona. – No me dejes... Hermano...

Con el paso del tiempo, en los brazos de esta persona mientras me acariciaba, fui calmándome. Mis feromonas cada vez fueron disipándose, mis sentidos volviendo a la normalidad. Poco a poco volví en mí y solo pude llorar. Lloré con fuerza, lloré con todo, no lo quería aceptar, no quería aceptar que mi fuerte y asombro hermano estuviese muerto.

Los minutos pasaron y yo aún me aferraba a esa persona. Su aroma era tan tranquilizante, era limpio a lavanda y a bosque, no lo sé, solo se que me encantaba.

Hundí mi nariz bajo su oreja, me aferré a su cuerpo y me sentí en paz, tranquilo, calmado, mientras que esta persona solo me acariciaba con dulzura. Me separé de él después de un tiempo y vi esos ojos color ámbar.

– Hikaru... – susurré. ¿Hikaru? ¿Por qué Hikaru está aquí? ¿No estaba cuidando de Kazuna? – Yo... Yo.

No sabía que decir. Acababa de mostrarle la peor parte de mi a la persona que me gusta. Acababa de mostrarle que soy un moustro.

Obedece alfa.《Completa》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora