CAPITULO 28: TAL VEZ

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La habitación estaba obscura, la ventana ligeramente entreabierta dejando entrar una leve brisa fría que movía la cortina, haciéndola ondular con movimientos constantes. Las velas se habían extinguido, los rayos azules de la luna se convirtieron en la única fuente de luz natural, pero esa escasa luz era suficiente para ver cada detalle en la habitación. A dos personas que se entregaban a la pasión y el deseo que sus cuerpos exigían y pedían a gritos.

Respiración intensa, jadeantes y agitados, así se encontraban ambos pelinegros, desnudos y enredados, perdidos por completo en un éxtasis que los llevaba a un viaje surreal. Mikasa se dejaba llevar por tales sensaciones placenteras al entregar su cuerpo a una persona que jamás creyó tolerar. Pero ¿Que más daba?, el mundo dejaba de importarle cuando sentía que todo su ser ardía en cada toque que el hombre le daba por toda su piel, en especial las zonas más sensibles.

Por su parte, Levi disfrutaba el tenerla por completo, no una, ni dos, muchas veces, las veces que él quisiera, hasta quedar exhausto. Lo hacían en diferentes posiciones, todas ellas por supuesto, que fuesen cómodas para la mujer, pues al estar en cinta, el capitán no quería lastimarla ejerciendo mucha presión sobre ella. Ambos se olvidaban de la realidad al sentirse por completo.

Esta vez, Levi se encontraba recostado de espaladas sobre la cama, teniendo a Mikasa a horcajadas encima de él, mientras que, con sus manos, recorría desde sus glúteos hasta su espalda, subiendo con sus dedos por su espina y juntando ambas manos en sus senos, más grandes que nunca. La azabache era quien mantenía el movimiento, y, aunque no eran muy rápidos ni tampoco intensos por la condición de la joven, si eran suficientes para que el capitán sucumbiera y callera rendido a sus pies, dejándose dominar por aquella hembra que subía y bajaba sus caderas al mismo tiempo que su respiración agitada, hacía que sus pechos rebotaran y se vieran hermosos ante sus ojos. La mujer llevaba su cabeza hacia atrás, debido a que le era casi imposible seguir manteniéndose firme.

Levi al darse cuenta de eso, la tomó con cuidado para que no callera, y prosiguió con embestidas más fuertes. Esto hizo que la mujer gimiera más sonoramente, realmente le gustaba esa sensación. Era tanta su excitación, que se dejó caer sobre el hombre, escondiendo su cabeza entre su cuello, mientras este seguía más rápido y gruñía cerca del oído de Mikasa. Era la gloria, era el paraíso; cada encuentro era único e inolvidable, o, al menos para Levi.

Así continuaron por unos minutos más, hasta que ambos terminaron casi al mismo tiempo. Mikasa se quedó encima del hombre con la respiración entrecortada, pero el pelinegro la movió cuidadosamente para colocarla en la cama y ponerse arriba de ella. Esta al estar muy cansada, no puso ninguna objeción o hizo alguna pregunta, simplemente obedeció lo que Levi le pedía.

A pesar de estar cansado, él quería más, se había prometido no volver a hacerlo, pero todas esas palabras, se volvieron vacías y sin valor al estar con su esposa. Cuando la tenía entre sus brazos, gozándola y tomándola por completo, todo dejaba de importarle.

La puso en cuatro, levantando ligeramente su trasero, y teniéndola desde esa perspectiva, todo el fuego de su interior se desbordó y de nuevo el deseo brotaba de cada poro de su musculoso cuerpo, poniéndolo de nuevo muy duro. Mikasa mantenía la cabeza de lado sobre la almohada, mordiéndola y con sus manos la arrugaba. Sin perder más tiempo, se metió por detrás haciendo que ella ahogara en la tela, un grito de dolor mezclado con placer. La sensación era desconocida, dolorosa e intensa, entre vergüenza y lujuria.

El hombre volvió a las embestidas, esta vez mucho más rápido y hasta al fondo, hundiéndose en todo el ser de la joven. Esta simplemente tomó la almohada con más fuerza apretándola con ambas manos y mordiendo la tela para calmar un poco su dolor mientras que finas lagrimas brotaron de sus ojos. El capitán jaló de sus cabellos y con la otra mano, palpaba sus enormes glúteos dando una que otra nalgada. Después subió por su espalda y bajo hasta tomar uno de sus pechos para juguetear con él y apretarlo con fuerza. Los gemidos de Mikasa se volvieron gritos, pero no eran de placer, más bien eran lamentos, y es que esa zona era más sensible que su intimidad.

UNA ELECCIÓN CON REMORDIMIENTOS [RIVAMIKA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora