UN EXTRAÑO EN CASA

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Su madre se caracterizaba por ser una mujer humilde y de corazón noble, las personas siempre la reconocían por sus buenos actos y por sus ganas de ayudar a la gente, sin duda no había una mujer más admirable que la señora Kim. Jongin se sentía bastante orgulloso de ella, quien le había enseñado que el respeto y la empatía con el prójimo es algo esencial en la vida, quizás es gracias a ella que aprendió a amar desde lo más complejo hasta lo más sencillo, como ser la formación de un nuevo ser en el vientre de una madre, hasta una gota de lluvia que resbalaba por su rostro, pero también le enseñó que no todos atraviesan por las mismas dificultades, no todos presentan la misma valentía ante la vida, por lo tanto el dolor de cada persona es diferente y nunca debe compararse con el dolor propio, el ser más fuerte que otra persona ante una determinada situación, no lo hacía superior a nadie. Le enseñó que ricos y pobres, al final del día terminan siendo lo mismo, seres humanos y que el final de todos será el mismo, la muerte.
Todo eso lo había aprendido desde pequeño, razón por la cual, con el pasar de los años fue convirtiéndose en un joven de suave corazón, mente abierta y muy sensible ante los sentimientos de los demás, así sean conocidos o desconocidos.
Por otro lado, su padre era un hombre mucho más realista, duro y serio, de él había aprendido que la disciplina, la constancia y el esfuerzo eran la clave para alcanzar los objetivos, pero a pesar de su carácter, era un gran padre, siempre estaba ahí para apoyar a Jongin, dándole ánimos cuando perdía y enseñanzas de humildad cuando ganaba, manejándose bajo la misma filosofía que su esposa, criar a su hijo como un hombre de bien, pero sin aires de superioridad. El señor Kim fue el antiguo jefe de la Policía local, reconocido por su estricta forma de ser y sus ganas de acabar con la delincuencia en las calles. Pero ya llevaba dos años retirado, "Ya estoy bastante viejo y cansado para estas cosas", le decía entre risas a su hijo, cada vez que le preguntaba la razón de su jubilación.
Jongin había absorbido bastante de su padre y su madre, tanto así que su carácter actualmente es una mezcla de ambos, junto con el criterio personal que fue desarrollando a lo largo de su crecimiento.
Después de dejar a Taemin en su casa, llegó a la suya, metió el auto en el garaje y se animó a despertar al muchacho que se había quedado dormido en el camino.

—Kyungsoo... —murmuró empujando suavemente el hombro del más pequeño—. Kyungsoo... —insistió.

—Mmhh...

—Despierta, llegamos a mi casa, vas a quedarte hoy aquí ¿de acuerdo?

Kyungsoo abrió los ojos y se asustó al verse encerrado.

—Tranquilo, tranquilo... —dijo Jongin al verlo tan exaltado—. ¿Te acuerdas de mí? Soy el oficial Kim Jongin...

—Sí —susurró.

—Que susto —sonrió—. Como decía llegamos a mi casa, no hay ningún albergue disponible para que te quedes, así que pasarás la noche aquí ¿De acuerdo?

Kyungsoo solo asintió con la cabeza.
Ambos bajaron del auto y Jongin como un buen anfitrión lo guio hasta la sala, se oía una leve discusión casi inaudible entre sus padres.

—¡Como se te ocurre decirle que lo traiga aquí! —reclamaba su padre—. ¡Es un desconocido!

—¡Pregúntale a tu hijo su historia! ¡Es pobre y no tiene familia! Además, perdió la memoria, si a Jongin le pasara lo mismo ¿No te gustaría que se tope con una familia dispuesta a ayudarlo?

—Mujer, mujer ¡Este no es el caso!

—Trátalo bien por favor, fin de la discusión —dijo la señora Kim y salió de la cocina tirando de la manga de su esposo—. ¡Oh! Hola Jonginnie.

—Hola mamá, papá —se acercó para darles un afectuoso abrazo—. Les presento a Kyungsoo, es un amigo que conocí hoy —dijo, pensando que de esta manera el muchacho sentiría un poco más de confianza y ya no se sintiera tratado como un caso más de la policía.

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