cuarenta y ocho (final, parte 1)

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POV. ANGIE

Una vez más Brisa no había asistido a clases -¡Mierda Angie, deja de pensar en ella!- cada vez que ella llegaba a mis pensamientos, mi voz interna me reprendía. Pero me era completamente imposible sacarla de mi mente.

-Velasco- cerré la puerta de mi casillero para poder ver quién me llamaba. Era la idiota de Martina.

-¿Qué quieres?- le pregunté de mala gana, y ganas para partirle la cara me sobraban.

-Es Brisa- dijo agitada, seguramente venía corriendo.

-Martina...- dije con fastidio -No estoy de humor y mucho menos si se trata de ella- me di la media vuelta.

-Se irá...- escuché que decía a lo lejos.

-Que le vaya bien- dije sin detenerme.

-Tú no entiendes, ¿cierto? Ella te necesita- me detuve y regresé hacia ella.

-¿Para qué? ¿Apostaron de nuevo?- pasé mi mano por mi cabello con desespero -No me interesa nada relacionado con ella, me da lo mismo si me necesita o no. Le dejé muy claro que no la quería cerca de mí- me miraba con rabia y puedo jurar que yo a ella también.

-Perfecto- miró hacia abajo y luego volvió a subir la mirada -En dos horas se va del país- rebuscó en su mochila y sacó un sobre blanco. Me lo lanzó y por reflejo lo atrapé -Yo me alejé cuando más me necesitaba y tú fuiste la única que estuvo ahí con ella, créeme que no jugó contigo- se dio la media vuelta dejándome en medio del pasillo con el sobre blanco en mis manos. Lo miré y al ver su letra el coraje me inundó y con ambas manos lo arrugué haciéndolo una bola de papel que terminaría en el primer basurero que encontrara.

Me acerqué al basurero y miré una vez más la bola de papel. Se iba del país, tal vez sería lo último que sabría de ella. No pude hacerlo. Guardé la bola de papel en un bolsillo de mi chaqueta. Regresé a mi casillero y dejé los libros, no tenía ganas de entrar a clases.

 Regresé a mi casillero y dejé los libros, no tenía ganas de entrar a clases

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Llegué a casa, estaba vacía. Últimamente parecía que nadie vivía ahí. Victoria seguía resentida, ya que un par de veces más le grité por constantemente preguntarme por Brisa. Nunca le había hablado de ese modo, pero tampoco nunca me había sentido así de destrozada, así de dolida. Ella no podría entenderme por más que quiera. Me dejé caer en el sillón central de la sala mirando hacia la televisión apagada. Eché la cabeza hacia atrás viendo el techo, tratando de organizar mis pensamientos. Metí mis manos a los bolsillos de la chaqueta y nuevamente sentí la bola de papel. La saqué, la extendí y nuevamente leí mi nombre con bolígrafo rosado. Ella sabía cuánto detestaba que usara esa tinta incómoda para leer.

-Vamos Angie, ¿qué puedes perder?- mi mente me animó a leerla, ya no podía sentirme peor. Rompí el sobre por uno de los costados para sacar la hoja blanca doblada en tres y ahora también arrugada. Tinta negra abarcaba más de la mitad de la hoja.

Angie.

Sé que detestas que escriba con bolígrafo rosado, lo siento, no tenía otro sobre. No sé si leerás esto, tal vez no lo hagas y terminará en el basurero, pero no pierdo nada intentándolo.

Fui una estúpida, jamás debí haber jugado contigo. Sé que estuve mal y es algo que jamás me podré perdonar... Pero quiero que sepas que todas las cosas que te dije nunca fueron falsas. Todo lo que te decía salía de mi corazón.

Al principio lo vi como un reto, me decían que era completamente imposible que tú te fijaras en mí. Que era imposible que siquiera me dijeras tu nombre... y vaya que lo fue. Pero valió la pena, las últimas semanas que estuvimos juntas fueron... ¡Increíbles!

Ahora me doy cuenta de que a Micaela nunca la amé, sólo fue un capricho que me negaba a perder. Supe que no la amaba cuando conocí a la verdadera Angie, y ahí fue cuando me enamoré de verdad y por primera vez. Te amo tanto An, y entiendo que no quieras verme ni saber nada de mí, pero tenías que saber esto, tenía que hacerte saber que te amo y lo seguiré haciendo.

También para decirte que me iré. Nadie (tú, mi madre y Martina) sabe a dónde iré, sólo les avisé que saldría del país. Después de todo aquí no hay nada que me retenga. Tenías razón... estaba sola y estoy sola, excepto en el tiempo que estuve contigo, la palabra soledad desaparecía de mi vocabulario. Cuando estaba con ustedes, contigo y con Victoria me sentía tan querida. Me sentía tan importante y es algo que les agradezco de sobremanera. Por favor dile a Victoria que me perdone por haberle mentido, seguro estará molesta conmigo. Pero que no se le olvide que ella y tú, Angie, fueron lo más importante que tuve.

Te amo Angie, y una vez más, perdóname...

Brisa Domínguez.

me, my self and i | brangie (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora