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Los largos dedos varoniles siguieron acariciando la tersa piel de ______ y se detuvieron en sus labios. Justin se estremeció cuando ella entrecerró los ojos y le besó la yema de los dedos.
—Vámonos —la rodeó por la cintura para salir del salón, ignorando todos los ojos curiosos que los seguían.
Al pasar cerca de Toni, lo golpeó con afecto en la barbilla.
—Gracias, primo—le dijo satisfecho.
— ¿Ella está bien? —Toni preguntó. 
Justin se volvió para mirarla a los ojos y ella lo miró a su vez.
—Lo estará —respondió apretándola cariñoso—. No muevan ese helicóptero para nada —le advirtió y Toni arqueó una ceja y se rió gustoso.
— ¿Acaso crees que estoy loco? —Justin y ______ se alejaron, internándose en la tibieza de la noche.
En el exterior, Justin soltó su cintura y volvió a tomarla de la mano. Ninguno de los dos hablaba, estaban demasiado sensibles para creer en las palabras. El encendió el motor del coche y tomó rumbo hacia la carretera que lo llevaría de regreso a Roma.
—Toni trajo mi coche —rompió el silencio. Parecía como si quisiera hablar de cosas mundanas para descargar tantas emociones de la atmósfera que los rodeaba—. El y mi padre regresarán juntos a la ciudad.
— ¡Justin! —su voz era como un susurro—-. ¿No debimos habernos quedado? Yo ya me siento mejor. La gente pensará que...
—La gente tendrá razón—respondió emocionado—. Yo no tenía ganas de quedarme. Quería estar a solas contigo. ¿Te sigue importando tanto lo que diga la gente?
—No —suspiró y se apoyó en el respaldo del asiento y cerró los ojos—. No, ya no me importa lo que piensen.
Satisfecho, extendió una mano y le acarició el rostro.
—Tampoco a mí —reconoció él en voz baja.

Ya en el interior del apartamento de Justin, ______ se sobresaltó. Tensa, se movía de un lado a otro en el lujoso salón. Sentía como si estuviese muy lejos del ámbito que rodeaba a Justin. En Inglaterra, en su trabajo, cerca de su familia, habría estado más tranquila y confiada. Allá era ella quien tranquilizaba a Bill, la que había ayudado al padre de Justin en momentos difíciles, la que sirvió de apoyo a Chris en múltiples ocasiones. Pero allí, en esa ciudad, en el apartamento de Justin, su confianza se desmoronaba. Tenía la impresión de caminar entre nubes en vez de tener los pies sobre la tierra.
—Si me indicas dónde está la cocina, prepararé un poco de café —se esforzó por parecer despreocupada—. O bien, ¿por qué no me preparas un trago?
Como si no la escuchara, Justin se acercó y la abrazó.
—Tú no quieres beber, ______ —declaró convencido—, y yo tampoco. Esto es lo que los dos deseamos, tocarnos, sentirnos, abrazarnos -—deslizó la mano por la delgada figura y casi sin aliento, continuó—. ¡Oh, Dios!, eres tan esbelta, tan frágil —habló muy quedo sobre su cabello—. ¿Qué pasa contigo, chiquilla? Tengo la impresión de que si me descuido, te quebrarías en mil pedazos.
—No he podido comer desde —confesó con el rostro pegado a su pecho desde... ¡oh, Justin!
Justin tomó entre sus manos el delicado rostro y, amoroso, lo examinó antes de acercar los labios a esa boca incitante y fresca que se ofrecía gustosa. La besó con amor, no había fuego entre ellos, ni pasión, sólo un deseo contenido de permanecer así largamente. ______ subió las manos y le acarició anhelante la nuca. El beso se hizo más intenso, él empezó a revolver la larga cabellera, presionándola contra sí.
Ella no abrió los ojos cuando Justin la alzó en brazos y atravesó el lujoso salón hasta el dormitorio. La bajó y. encendió las luces. En seguida, sin que mediara una sola palabra, la desvistió.
El vestido cayó al suelo y la acarició antes de desabrocharle el sostén. Sus ojos se encontraron y ambos recordaron la última vez en que ella estuvo dispuesta a rendirse ante Justin, a entregarle todo lo que deseara. Los ojos de ______ reflejaron un repentino temor.
—No te dejaré, mi dulce ______ —prometió con voz ronca—, nos amaremos hasta que estemos cansados de tocarnos, hasta que nos cansemos de besarnos y hasta que te quedes dormida entre mis brazos.
—La última vez me rechazaste —le recordó. Los ojos de Justin se opacaron. Ella no buscaba molestarlo, no tenía deseos de negarse, sólo esperaba una respuesta.
—Esta noche será diferente—la besó en tanto sus manos siguieron desnudándola—. Esta noche existe una gran diferencia y es que tú deseas ser mía —ella se ruborizó y él la siguió desvistiendo con delicadeza; la devoraba con los ojos, como aquella primera vez, en la que ella sólo sintió miedo y dolor. Un maravilloso calor la invadía. Al dejarla desnuda, él se inclinó y, colocando las manos en las delicadas caderas femeninas, besó los pezones erectos—. No seguiría tocándote si supiera que no lo deseas—murmuró besando la satinada piel de sus hombros—. Estoy seguro de que deseas ser mía, pero quiero escucharlo de tus labios.
—Sí —afirmó segura. Esa noche estaba más segura que nunca de que lo amaba. Lo confirmó cuando vio que su vida estaba en peligro. El también había comprendido que entre ellos existía algo más profundo que el simple deseo físico. Justin se alejó de todos para ir a consolarla y ahora ella parecía ser un consuelo para él.
El se quedó inmóvil, observándola, como si ese sí no hubiese sido suficiente. Aún no estaba casado con Stefanie Veccetti y quizá jamás lo estaría. Ese rostro masculino estaba lleno de amor. ______ le sonrió.
— ¿Estás segura, cara? —repitió la pregunta.
—Por completo, Justin —colocó las manos en ese rostro tan querido para ella.
—Entonces, desvísteme —le pidió con una sonrisa dulce que la hizo sonrojarse—. ¿Sientes vergüenza frente a mí? —inquirió—. ¿Por qué, ______? Soy como cualquier otro hombre. No hay algo más que descubrir—agregó divertido.
Justin le tomó las manos y las llevó a su pecho, invitándola a comenzar. Ella quería decirle que jamás conoció a hombre alguno, que nunca estuvo con alguien como estaba en ese momento, desnuda e indefensa. Pero su lengua se negaba a hacer tal confesión; tan sólo agachó la cabeza con timidez. Cariñoso y comprensivo, la tomó entre sus brazos y la depositó sobre la cama. Le sonrió travieso y se desvistió sin dejar de mirarla a los ojos. Cuando terminó, se acercó y la tomó entre sus brazos.
La cercanía del delicado cuerpo femenino lo hizo gemir de placer. Primero la besó con suavidad y fue dejando que ese beso se hiciera más ardiente, hasta hacer que se esfumara por completo la timidez de ______.
—Te deseo, cara. Te deseo—sus manos casi quemaban la blanca piel. ______ sintió que su corazón latía con fuerza. Ella lo besaba con la misma ansiedad que él la acariciaba. A los pocos segundos vivían la misma violenta pasión que en su primer encuentro—. Otra vez me siento primitivo —dijo sin separar los labios de su boca—. Quisiera ser gentil, cauto y tranquilizador, pero mi pasión es más fuerte. Tú haces que pierda el control y mi sano juicio —se abrazaron desesperados, ella entrelazó las piernas con las de Justin, encajó sus pequeños dientes en el hombro musculoso y bronceado.
El fuego empezó a consumirlos y se acariciaron con frenesí, ansiosos de pertenecer uno al otro hasta llegar al clímax de la pasión. El agudo dolor que la torturó en el momento de la posesión fue reemplazado de inmediato por la plena satisfacción del deseo por tanto tiempo contenido.
Justin se acostó a su lado, sus miradas se encontraron, lánguidas, insaciables. El la miró anhelante.
—Eres una chica muy especial, salvaje y medio loca —le musitó al oído y al mismo tiempo le apartó el cabello que caía sobre su frente—. ¿Por qué no me lo dijiste? Me entregaste tu inocencia con una pasión que me llevó al borde de la locura; te lastimé. Al saber que estabas comprometida imaginé que ya no serías virgen. Supuse que habías estado con... ese hombre.
—No lo hice. Yo no soy así.
— ¿No eres cómo, ______? —se rió—. Alguna vez te dije que somos como dos partes del mismo fuego. ¿Acaso ese fuego sólo se enciende en mis brazos? ¿Ese fuego sólo me pertenece a mí? Yo sé cómo eres. Y aún me siento como si volara entre nubes gracias a ello, pero no hubiese querido lastimarte.
—Estoy bien —evitó sus ojos y él le llenó el rostro de besos.
—En tal caso —la retó cariñoso—, debemos hacer el amor otra vez. Yo no sabría qué hacer con mi vida si ese fuego se apagara; por eso nunca te dejaré ir.
Fue casi una promesa. Ella no le ocultó que lo amaba; se le notaba en el rostro. Pero hasta ese momento, Justin no confesó otra cosa que no fuera su ardiente deseo. Sin embargo, era gentil, tierno y sus manos la acariciaban cariñosas. ______ sabía que él la necesitaba y estaba dispuesta a luchar para mantener ese interés a costa dé lo que fuera.

Un MomentoJB&TU (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora