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—A vestirme —él movió la cabeza de un lado al otro.
—No vale la pena. Necesitas dormir mucho. En cuanto terminemos de cenar me iré para que regreses a la cama —obediente, ______ se sentó en el sillón con las manos en el regazo—. ¿Quieres que prepare café? —preguntó al terminar de ordenar la cena por teléfono.
—Yo lo preparo —se levantó y él aceptó con un movimiento de cabeza. Se alejó y Justinvolvió a tomar el libro. Cuando ella regresó a la sala, él bajó el libro de mala gana. En ese momento entregaron la comida y ______ se relajó. Era claro que Justin no tenía ganas de hablarle, pero no lo culpó. Dio gracias en su interior de que el servicio del restaurante fuese tan rápido. En unos minutos más Justin se iría y ella quedaría sola tratando de olvidar la indiferencia que había en sus ojos.
—Comeremos aquí —ordenó Justin a los dos camareros que llevaban las bandejas cubiertas con servilletas. Les indicó la mesa. Ellos acomodaron los alimentos, no sin dejar de observar la bata que envolvía a ______ y sacando sus propias conclusiones.
— ¡Dejen todo así! —les ordenó Justin y les dio una generosa propina—. Mañana podrán pasar por las bandejas. La persona encargada del aseo se las entregará.
Salieron sin agregar nada. Justin empezó a destapar los alimentos y ______ lo miró vacilante, sin saber dónde sentarse ni qué hacer.
—Ven y come —le ordenó—. Cuando me vaya sacaré las bandejas para que mañana pasen por ellas —empezó a comer evidentemente hambriento y después de unos minutos, ______ se sentó lo más alejada posible y lo imitó.
El no parecía tener intenciones de hablarle y su momentánea ternura al verla salir del baño se había esfumado. Entre ellos hubo un silencio que a ______ le pareció insoportable.
— ¿Tuviste buen viaje? —quiso iniciar una charla.
—Excelente.
— ¿Llamaste por teléfono desde Japón? Quiero decir que si te comunicaste a Italia —quería investigar si había llamado a Stefanie Veccetti, deseaba que le dijera que no.
El la observó pensativo, como si se preguntara qué interés podía tener en sus asuntos personales.
—Por lo general lo hago —sonrió irónico—. Con seguridad Toni te habrá comentado que no me gusta perder el control de mis negocios.
—Tú... tú trabajas demasiado... —empezó a decir; él la paró en seco.
—Cuando necesite de una enfermera, te prometo pedir tus referencias a mi padre —se concentró en terminar sus alimentos.
—Yo no... no quise... ¿Llamaste por teléfono a tu padre o a alguien más? —insistió, no iba a darse por vencida.
Justin dejó el tenedor sobre la mesa y la examinó como lo hubiera hecho el psiquiatra con la paciente.
—Sí, llamé a mi padre y a alguien más —burlón arqueó una ceja—. Si te interesa, trae tu libreta de notas y trataré de hacerte un resumen de mis llamadas. Quizá no recuerde todo, pero trataré de darte un informe lo más completo posible. Estoy seguro de que mi padre no se molestará si te digo lo que discutimos, tal parece que todo lo tuyo le agrada. Por otra parte, no creo que Stefanie tenga objeciones, ella es muy moderna. Tengo la certeza de que si la conocieras te caería muy bien; ya que tu interés por mí es estrictamente de negocios, no hay razón para que sientas celos de ella. Tal vez sería buena idea presentártela, es una chica dulce.
Volvió a tomar el tenedor y siguió comiendo, la miró burlón y ella se sonrojó sintiéndose humillada, herida y celosa.
—Lo siento, no quise ser indiscreta. Sé que es algo que no me interesa. Yo sólo...
—Termina de cenar, ______ —le pidió tranquilo—. Después de un buen descanso estarás en condiciones de continuar con este juego.
— ¡No es un juego! —gritó exasperada, con el rostro desencajado por la rabia—. Ya te lo dije...
—Sé que me has dicho muchas cosas —la interrumpió con cinismo—. También sé cómo te sientes.
Sin agregar una palabra terminó de cenar Ya no tenían qué decirse. El hubiese continuado gustoso su lectura mientras comía, pero no lo hizo por educación.
Justin dejó las bandejas fuera del apartamento y regresó por su chaqueta. Antes de salir se encogió de hombros y le ordenó.
—Cierra la puerta con llave —ella quiso decir algo, pero no supo qué. Se sentía nerviosa. La última esperanza de que él negara su relación con la Princesa Veccetti se esfumó.
Todos en la oficina estaban enterados del próximo matrimonio, aquel gerente se aseguró de dejarlo muy claro y ahora Justin no se había tomado la molestia de negarlo.
Seguía allí, en el quicio de la puerta, mirándola.
—Si gustas puedes llevarte el libro —ella rompió el silencio. Le dolía que él no tuviera deseos de quedarse otro rato y de charlar con ella.
—Gracias, pero no. Últimamente no tengo tiempo ni de leer. Quizá cuando regreses a Inglaterra quieras enviarme una copia —era cruel, pues a pesar de saber cuáles eran sus sentimientos, aceptaba sin el menor pesar que ella regresaría a su país y que no volverían a verse.
— ¡Lo haré! —levantó la cabeza orgullosa, el cabello rojizo enmarcó su rostro pálido. Se acercó a la puerta con la intención de cerrar en cuanto él terminara de salir.
Cuando se retiraba, Justin se volvió abruptamente y le dijo:
—Llamé a mi padre, a mi oficina y a Florencia—le informó tranquilo—. Si gustas, puedo contarte de qué hablé, aunque creo que los detalles de lo que charlé con Stefanie no son aptos... y creo que esa es la llamada que te interesa, ¿verdad? —ella desvió la mirada deseando que terminara de irse, no podría disimular más tiempo las lágrimas. El alargó una mano y la tomó por la barbilla—. ¿Lágrimas? —reflexionó incisivo—. Me pregunto por qué hay lágrimas en los ojos de alguien a quien no le importo, en esos ojos de quien sólo es mi empleada. Si yo tuviese una amante en cada ciudad, sé que no te importaría, pues me odias. En caso de que tengas alguna duda acerca de mis principios morales, despreocúpate. Una amante es más que suficiente, pero como tú no quieres ocupar el puesto, por el momento no tengo. En lo que concierne a Stefanie, ella es parte de mi vida y seguirá siendo así por mucho, mucho tiempo —cada una de sus palabras era cruel, dura. Ella intentó liberar la barbilla de la presión de los dedos varoniles, pero él la atrajo por la cintura con la otra mano y la miró a los ojos—. Estas lágrimas te están costando al menos diez puntos malos en el juego —deslizó la mano y hundió los dedos entre los cabellos rojos—. Esta falta de control es un terrible error, querida —acercó el rostro y le cubrió los labios con su boca tibia, fue un beso sensual, aunque tan fugaz que había terminado antes que ella pudiese reaccionar—. Vete a la cama, ______ —curvó los labios con una expresión divertida—. Tuviste un mal día. Estoy seguro de que los empleados de la oficina saben dónde pasé esta tarde y muchos de ellos imaginarán que no pasarás la noche sola. Te advierto que mañana seremos la comidilla del día. Así que descansa, necesitarás poner tu mejor sonrisa.
Se fue sin esperar respuesta, aunque ella no habría sabido qué decir. Debía odiarlo, lo sabía. Por desgracia, jamás podría hacerlo, a pesar de que la humillara.

Un MomentoJB&TU (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora