—Ya llegamos —anunció él. Estaban frente a un pequeño y pintoresco motel y Justin estacionó el coche y la ayudó a bajar—. Regresaré por tu equipaje en un minuto. Primero quiero que te reanimes con una buena comida.
—Si es aquí donde te hospedas —se aventuró a decir—, ¿se te ha ocurrido pensar que quizá no tengan habitación disponible para mí?
—Los dos estamos registrados en la misma habitación—informó al conducirla al restaurante.
Era un sitio cálido y agradable, decorado con muebles antiguos. Al centro había una mesa cubierta con bandejas de fiambres, ensaladas y pasteles.
— ¡Señor Bieber! No sé cómo puede soportar este tiempo al venir de un clima como el de Italia.
Una jovial mujer regordeta lo saludó desde el bar y se acercó a ellos. Su rostro era redondo y amable y Justin le sonrió.
—Me cuesta trabajo soportarlo, señora Prestwick, y me alegro de estar de regreso en la tranquilidad de este lugar. ¿Sabe si encendieron la chimenea de mi habitación? Mi esposa necesita calor. Cenaremos arriba, si no es mucha molestia. Ella ha estado enferma, cómo puede usted ver, y dudo que le convenga cenar en un restaurante lleno de gente.
—Está muy pálida—la mujer observó a ______—. Por supuesto que llevaremos la cena a su habitación. Así ella podrá comer frente al calor de la chimenea.
—Estupendo —Justin aceptó complacido. Le quitó a ______ la gabardina y se la entregó a la señora Prestwick. ______ se acercó al fuego de la chimenea. Sus ojos empezaron a cobrar vida.
— ¿Qué le gustaría cenar? —la amable mujer preguntó.
______ respondió al instante.
—Ese delicioso olor que proviene de la cocina debe ser de roast beef. Me gustaría eso, por favor.
—Yo comeré lo mismo —anunció Justin.
—Claro que sí. En quince minutos llevaré la cena.Una vez dentro de la cálida habitación, Justin se volvió hacia ______:
—Quítate esa ropa mojada y cúbrete con esto —le ordenó y le entregó el albornoz. Al notar que no le obedecía, arqueó una ceja, molesto.
— ¡No tengo la menor intención de quedarme! —expresó irritada y dio un paso atrás para situarse lejos de su alcance.
—Me agrada comprobar que ya te sientes mejor—torció los labios—. La adrenalina levanta de inmediato el ánimo.
— ¡Especialmente cuando se sube como resultado de un golpe bajo! —no, no se sentía mejor.
Hubiese sido tan cómodo dejar que Justin la cuidara, que se encargara de todo. No lo miraba de frente; si lo hacía, nada podría negarle y no estaba preparada para regresar a Roma a vivir con él. Rendirse a él sería una locura.
—Quítate esa ropa mojada, ______ —la sujetó de un hombro.
Ella lo sacudió con furia, no quería que la tocara, pues sabía que una vez entre sus brazos, no sería dueña de su voluntad.
— ¡Voy a quedarme como estoy! ¡Cenaré contigo y después me iré!
— ¿Esa es tu última palabra? —sus ojos empezaban a brillar de impotencia.
— ¡Sí! —Justin la asió con fuerza y, sin miramientos, la sentó cerca del fuego.
—Primero te desarmaré, por si acaso cruzara por tu mente la idea de atacarme —le quitó los zapatos húmedos—. ¡Ahora, tu ropa mojada!
— ¿Qué crees que haces? —gritó cuando de un tirón la puso de pie y le bajó la cremallera del pantalón. Sin tomarse la molestia de contestarle, Justin le quitó el pantalón con tal rabia, que ella tuvo que sentarse para no caer—. ¡Tú... eres un monstruo! —enardecida y avergonzada lo insultó.
— ¡Está bien! —volvió a ponerla de pie y empezó a quitarle la blusa. Ella parpadeó de rabia—. No necesitas mirarme con tanto pudor—se burló al dejarla en sostén y bragas. Estaba furiosa, sus cabellos desarreglados y sus mejillas enrojecidas por la confusión—. Ya he visto ese espectáculo antes... varias veces —agregó al ponerle el albornoz—. Ahora ya puedes acurrucarte junto al fuego. Te conseguiré ropa seca en cuanto decida que es necesario. Así como estás, no creo que te atrevas a huir. Ahora vamos a cenar. Las explicaciones de tu conducta esperarán un poco.
______, molesta, iba a preguntarle cómo se atrevía a hablarle así, a tratarla como si fuese una esposa fugitiva, pero el ruido del carrito de servicio en la puerta y la dura mirada de advertencia de Justin le impidieron hablar.
El carrito era transportado por la misma mujer que saludaron abajo. La señora levantó la cubierta de aquél y lo convirtió en una pequeña mesa, la cubrió con un mantel y acomodó los cubiertos con diligencia.
— ¡He aquí! —se dirigió a los dos con satisfacción—. Roast beef, una variada guarnición y pastel de manzana y crema como postre. Cuando terminen, saquen el carrito y nosotros pasaremos a recogerlo, así no tendremos que molestarlos.
—Cuando hayamos consumido todo esto, quizá no nos quede energía para mover el carrito —bromeó Justin y la dama, sonriente, salió. Justin hizo que ______ se sentara a la mesa.
El fuego ardía, la lluvia golpeaba las ventanas y Justin se sentó frente a ella en silencio y le sirvió los alimentos con movimientos delicados mientras ella permanecía con la mirada clavada en el suelo.
—Come —le ordenó con suavidad. Sus ojos se encontraron unos instantes.
______ se inquietó. Ella desvió la mirada y con manos temblorosas tomó los cubiertos.
Comieron en absoluto silencio. Al terminar, Justin se levantó, sirvió el café y colocó una taza a un lado del sillón junto a la chimenea, la otra en el lado opuesto y sacó el carrito al pasillo.
Regresó, se acercó a ______ y le preguntó:
— ¿Por qué me dejaste?
Justin esperaba una respuesta, pero ella no tenía alguna. ¿Qué podía decirle? ¿Que se entregó a él por amor, pero sabía que él jamás sería totalmente suyo? El estaba por casarse, ambos lo sabían. Sólo la deseaba como amante. No, ______ no estaba dispuesta a llevar ese tipo de vida.
—Cuando regresé y vi que te habías ido —habló con tanta tranquilidad que ella no pudo interrumpir—, casi me volví loco. Corrí a tu apartamento y me di cuenta de que habías dejado Roma —calló un momento y ella no se atrevió a hablar—. Por un momento llegué a pensar que te habías burlado de mí, que habías puesto tierra de por medio para castigarme por haberte separado de tu muchachito. Recordé lo que le dijiste aquella noche en tu apartamento, supe que no podías seguir enamorada de él, pero también recordé tu rencor aquella vez que advertiste que me harías pagar —su voz tenía un timbre doloroso, pero ella seguía con los ojos bajos, sabía que si lo miraba. se echaría en sus brazos—. Entonces recordé tu angustia cuando estuve a punto de estrellarme en el helicóptero. Recordé tu mirada el día que me entregaste lo que jamás diste a algún hombre y mis dudas se desvanecieron y sólo persistió esa terrible incertidumbre y la imperiosa necesidad de encontrarte. ¿Por qué me dejaste amándome tanto, ______? —terminó con suavidad, le levantó el rostro y la contempló con ansiedad.
— ¡No, yo no! —la lengua se le hizo nudo al tratar de defenderse.
—No eres una niña inconsciente que entrega su virginidad a cualquiera —sus ojos se clavaron profundamente en los de ella—. Inclusive teniendo novio y estando casi a las puertas de la iglesia, conservaste tu inocencia. Pero te entregaste a mí sin dudarlo y el brillo de tus ojos no se debía sólo a la pasión. Me fue imposible salir en ese momento de Roma para buscarte, pero sabía que dondequiera que estuvieras, me pertenecías. No habría esperado tan tranquilo a solucionar los problemas que tenía encima, de haber sabido las condiciones en que estabas viviendo —agregó con voz ronca.
— ¡Esperaste demasiado! —soltó el llanto contenido por tanto tiempo, sabiendo cuál había sido la razón que no le permitió buscarla antes—.Supongo que la boda se habrá realizado y tus asuntos marchan sobre ruedas.
— ¡Ah! ¿Entonces sabías lo de la boda? —preguntó sorprendido—. Debí imaginar que el supuesto secreto era ya la comidilla de la oficina. Debí pensar que guardarías esa información para ti misma. La última noche hablamos mucho, pero guardaste ese secreto —parecía herido, estaba desnudando su alma—. ¿Pretendes seguir manteniendo para ti sola las pequeñas cosas que guardas en esa cabeza? —terminó.
— ¡Pequeñas cosas! —la irritó su actitud—. ¿Cuál sugieres que hubiese sido la manera de decírtelo? Quizá simplemente debí decirte: "Por cierto, querido Justin, estoy enterada de que vas a casarte".
— ¡Yo! — se sentó en el sillón y la miró incrédulo—. ¿Por eso me dejaste? ¿Pensaste que iba a casarme y que al mismo tiempo tomaba lo que me ofrecías? ¡Oh, ______!
Su voz sonó tan decepcionada, que ella se desconcertó.
—Pero... pero tú y la princesa Veccetti...
—Muchas gracias —-declaró con tono de burla—. Ella es muy hermosa, pero creo que algo mayor para mí. No me atrae en lo más mínimo y mi padre se opondría a que su hijo se casara con la mujer a la que ha amado desde hace mucho tiempo. Ni siquiera me invitó a acompañarlos a su luna de miel en Capri —terminó con una deliciosa burla, dejándola con la boca abierta.
Sólo Justin parecía tener la habilidad de asombrarla así; no podía dar crédito a todo lo que acababa de escuchar. ¡Vincenzo Bieber y la mujer que ella pensó estaba destinada a Justin!
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Un MomentoJB&TU (Terminada)
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