Otra vez llovía. ______ caminaba con la cabeza gacha, evitando así que la lluvia le mojara el rostro. Llevaba heladas sus manos en los bolsillos de la gabardina, la mirada clavada en los pies y alcanzaba a ver la orilla empapada de su pantalón de mezclilla. Todo se habría solucionado si se hubiera dirigido a la casa que rentaba, cerraba la puerta y se metía en la cama. Pero parecía que sus penas no tendrían fin.
Y ahora su nuevo programa era lo último de una larga lista de desastres que formaban lo cotidiano de su vida.
Aquel día que el señor Stockey le pidió el nombre y la dirección de su antiguo empleo, lo único que se le ocurrió fue darle datos falsos. Seis semanas después la carta fue regresada con varios sellos de la oficina de correos italiana. El señor Stockey la llamó y, al entrar en su oficina, la miró acusadoramente agitando el sobre entre los dedos.
—Es evidente, por su capacidad y habilidad, que en realidad ha trabajado como secretaria privada, señorita Gordon —le dijo incisivo y agregó poniendo énfasis en sus palabras—¡Pero lo que ha hecho usted, se llama fraude! No existe Trevi. Yo debo tener confianza absoluta en todos mis empleados —agregó ofendido—. Me angustia pensar en tantos asuntos confidenciales que han pasado por sus manos estas seis semanas. No puede continuar trabajando aquí —una repentina alarma apareció en sus ojos y la miró horrorizado—. ¿Ha estado en la cárcel?
—No, señor Stockey —______ se acercó al perchero y descolgó su gabardina.
—Lo siento—manifestó perturbado.
—En realidad, no importa —______ le aseguró—. De todas formas, pronto hubiese tenido que irme. Estoy embarazada.
No lo dijo con la intención de sorprender al hombrecillo, pero de hecho lo hizo. Simplemente expresó en voz alta lo que supo un par de semanas atrás: iba a tener un hijo de Justin. Colgó su bolso al hombro y caminó hacia la calle sin hacer un comentario más.
Ahora acababa de bajar del autobús y caminaba bajo la lluvia.
Se dio cuenta del coche que la esperaba fuera de su casa hasta que escuchó la puerta que se cerraba.
Una mezcla de sentimientos la invadió. Su corazón brincó de felicidad y temor al ver a Justin parado junto al auto negro.
—No te atrevas a correr —advirtió Justin furioso—. Te perseguiría hasta alcanzarte. ¡Ven acá!
______ no tuvo alternativa, así que se acercó a él. Sus pasos cautelosos aumentaban la ira masculina.
—Me encontraste —dijo incómoda.
El se acercó, pero evitó tocarla.
—Sí, te encontré o, para ser más precisos, varias agencias de investigaciones y yo. Y este, me imagino —agregó mordaz—, es el hoyo donde viniste a esconderte —recorrió con la mirada la miserable casa.
—No tenía... a dónde ir —murmuró ella entre dientes. Exasperado, la tomó por el brazo con fuerza y la condujo a la casa.
—Bueno, puesto que estoy aquí y tú también, sería conveniente que entráramos.
Su impaciencia era notoria, así que ______ buscó la llave en su bolso y abrió.
—Puedes pasar a la sala —declaró ______ con voz temerosa. El quedó paralizado en la puerta, examinaba el salón que apenas respondía a las mínimas necesidades. Resopló furioso al ver la lánguida y deslucida habitación. Se sentía tanto frío y humedad, que estar allí era casi tan malo como haber permanecido afuera.
—No dudo que hayas dormido en el suelo —declaró sarcástico—. Y por tu aspecto…— agregó abriéndole la gabardina y pegándole al cuerpo el suéter café que la cubría—, debes haber estado viviendo a pan y agua.
— ¿Qué quieres, Justin? —tranquila, lo enfrentó desviando la mirada hacia la ventana bañada por la lluvia.
— ¿Qué te imaginas que quiero? —preguntó irritado—.Vine por ti, como siempre supiste que lo haría.
—Yo no pensé que pudieras encontrarme —casi lo dijo para sí—. No quería que me encontraras.
—Eso fue lo que pensé. Al principio me fue imposible salir de Italia y, después de una rápida investigación, supe que no habías regresado a tu casa. así que yo podía hacer casi nada, excepto viajar a través de Inglaterra gritando tu nombre. Fue entonces que decidí contratar a algunos expertos y ellos te encontraron.
—Yo... yo no sé cómo pudieron encontrarme.
—Por tu banco —contestó irritado—. No sé por qué no pensé en ello desde un principio.
—No tenía derecho de decírtelo—observó indignada.
—Se negaron a dar información a los agentes—confesó, pero agregó con tono arrogante—. Mas cuando pude venir a Inglaterra y hablar con ellos, accedieron a darme la información.
—Sí, seguramente cuando supieron quién eras y les diste dinero a manos llenas —replicó sarcástica.
—No acostumbro dar dinero, en todo caso, no fue eso lo que los convenció. Les dije que en ocasiones actuabas de forma extraña y que podías estar en peligro. Les señalé que si algo te pasaba, la reputación del banco se arruinaría. Les advertí que yo me encargaría de que los periódicos hicieran un escándalo que los perjudicaría.
—No tienes derecho...
— ¡Tengo todos los derechos! —la calló—. Necesitaba encontrarte y nada me detendría. Nada me detendrá jamás —repuso con pasión—. Y ahora que ya hemos terminado esta insensata discusión, guarda tus cosas y vámonos de este lugar.
—No —respondió segura y con aparente desfachatez, lo que lo hizo explotar de una vez por todas.
— ¿Qué cosas te pertenecen de esta habitación? —preguntó furioso, mirando alrededor con disgusto.
—Ninguna, pero...
—Me tranquiliza escuchar eso —se dispuso a subir por la escalera.
— ¿A dónde vas? —ansiosa corrió detrás, pero él no escuchó. Lo alcanzó en el dormitorio y al verlo perdió el aliento. Furioso, Justin arrojaba sus cosas a las maletas, lo hacía sin cuidado.
— ¡No me iré de aquí! —gritó ______, pero volvió a ser ignorada.
Justin barrió sus cosas del tocador con un solo movimiento de su mano. Todo cayó en la maleta.
El echó un último vistazo al dormitorio, levantó las maletas y salió de la casa. ______ aún no terminaba de bajar por la escalera, y sus maletas ya estaban al fondo del compartimiento de equipaje del coche.
—Si hay algo más que te pertenezca aquí, tienes un minuto para reclamarlo —informó. Al verla parada en el centro del salón, paralizada, se acercó, le puso en las manos la gabardina húmeda y tomó las llaves de la casa que ella había dejado sobre la mesa—. Bien, entonces tomaré tu silencio como si significara que ya tienes todas tus cosas y que nada más es tuyo,
—La casa se renta amueblada —murmuró ______ mientras se ponía la gabardina.
— ¿Sí? —observó burlón—. Me atrevería a decir que se equivocaron un poco en la decoración. Tu apartamento de Roma también se renta amueblado, te reto a que lo recuerdes y hagas una comparación.
—No me importa el lugar donde vivo —suspiró hondamente mientras él cerraba la puerta con llave.
— ¡Pero a mí sí me importa!
—Estás perdiendo tu tiempo, Justin —le advirtió—. No sé qué planes tengas, pero...
— ¡Sabes perfectamente cuáles son mis planes! —estalló en cólera.
—No voy a ir a Roma a vivir contigo. Jamás me convertiré en tu...
— ¿En mi qué?—preguntó furioso—. ¿Amante? Tendrás que aceptar que soy tu amante no hay lugar a dudas. Y recordarás también que a nada te obligué. Reconozco que ahora no estás en las mejores condiciones, estas débil y pareces convaleciente, pero hace dos meses ardías en mis brazos —volvió el rostro y la miró—. Estoy seguro de que más de una vez has deseado volver a estar cerca de mí. Tú me perteneces y yo simplemente he venido por lo mío —volvió a centrar la atención en la carretera húmeda, ella no contestó—. ¿Dónde has estado trabajando?—inquirió más tranquilo.
—Para el procurador del pueblo —respondió ______.
— ¿Por qué regresaste a tu miserable cuartucho tan temprano?
—Me despidieron está mañana.
— ¿Tu? ¿Despedida? Tu trabajo es excelente y eficiente ¿Cuántos trabajan en esa oficina?
—Sólo yo y el señor Stockey.
— ¿Quiso propasarse contigo y utilizaste tu venenosa lengua contra él? Contéstame, ¿por eso te despidió?
—No. Le di una dirección falsa para que pidiera referencias y lo descubrió.
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Un MomentoJB&TU (Terminada)
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