> siete <

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Otro lunes, y otra clase juntos. Llegué un poco justo con el horario, y aunque mis amigos me guardaron un lugar con ellos, caminé directamente hacia ti y me senté a tu lado. No hablamos, pero nos sonreímos algunas veces. Volviste a dibujar muchas figuras al azar con marcadores de colores. Me daba un poco de gracia como llevabas el cabello pintado de negro, al igual que casi toda la ropa que solías llevar, pero tus útiles y apuntes eran mas colorinches que un arcoíris.

Te pregunté si íbamos juntos a la cafetería y aceptaste. Jugaste nerviosa con tu cadenita de plata cuando notaste que yo caminaba en dirección a la mesa de mis amigos. Eran, la gran mayoría, unos idiotas, pero eran los únicos amigos que tenía. Cambié la dirección de mis pies antes de que salgas huyendo si creías que iba a llevarte con esos gorilas.

Hablamos poco y nada, pero el silencio en nuestra mesa fue tranquilo y para nada incómodo, o al menos para mí no lo fue. Te levantaste, te despediste con una media sonrisa antes de que la hora terminara y vi como en la puerta de la cafetería te esperaba la consejera escolar.

Hoy tenía taller de carpintería, y mí horario cambiaba porque salía más tarde que el horario normal. Caminé por el pasillo vacío con mí fea casa de pájaros en mano cuando me sobresalté.

Te cruzaste en mí camino al salir del baño.

—¡Hey! —te saludé con emoción.

No respondiste, pasaste de mí en dirección contraria. Tenías los ojos hinchados y llenos de maquillaje corrido.

Gracias, JessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora