> diez <

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Te esperé en los pasillos como cada día pero pasaron quince minutos y aun no salías de la oficina de la consejera. Ella salió con sus carpetas en mano y le pregunté por ti, me dijo que hoy faltaste.

Pero... yo te había visto en tu casillero en la mañana.

Te envié un texto y no respondiste. Quizás ya te habías ido a casa.

Cuando llegué a la salida obtuve una respuesta por tu parte. Me encaminé a los baños como me pediste y toqué despacio la puerta. Preguntaste si estaba solo y abriste.

Tu delineado negro estaba corriendo por tus mejillas a causa de lágrimas. No sabía que te había sucedido pero sin pensarlo te abracé, nunca lo había hecho y temí que me alejaras, pero te aferraste con fuerza a mí cuerpo y dejaste salir sollozos que me comprimieron el corazón.

No hizo falta que preguntara qué te había pasado, porque lo soltaste entre lágrimas. Tus padres se estaban por divorciar y tus reuniones con la consejera eran por eso, o eso pensabas tú.

Descubriste que el director te mandó a llamar y te asignó esas reuniones porque tus compañeros y profesores creen que eres rara por no tener una vida tan social como la de los demás alumnos. Según el director esta mal que almuerces sola y hagas los trabajos de clase sin compañía y por elección.

Son todos unos idiotas, y te hice saber que eso era lo que pensaba. Sequé tus lágrimas y volviste a darme un abrazo, esta vez sin sollozos, está vez fue un abrazo cálido y te lo correspondí.

Gracias, JessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora