El invierno había extendido su manto blanco sobre el pueblo, un alivio bienvenido para sus habitantes. Las despensas estaban llenas, permitiendo a todos refugiarse en la calidez de sus hogares mientras la helada estación se apoderaba del paisaje. Sin embargo, en la distinguida familia Zor-el, la situación era distinta. Conocidos en toda Inglaterra, se encontraban en una encrucijada. Las cosechas habían sido escasas, los lujos excesivos habían mermado su fortuna y las deudas acumuladas amenazaban con despojarles de lo poco que les quedaba.
El honor, su último bastión, estaba en peligro. Elisa, la única hermana de Zor-el, estaba embarazada y su hijo nacería en menos de dos semanas. Un niño nacido fuera del matrimonio, fruto de un amor prohibido con un humilde empleado. Por otro lado, Alura, la esposa de Zor-el, había tenido complicaciones en su embarazo y las esperanzas de que el bebé naciera sano eran escasas.
En medio de su desesperación, Zor-el buscó la ayuda de una hermosa heredera, cuyos padres, viejos amigos suyos, habían fallecido. La joven, de no más de treinta años, accedió a escucharle mientras jugaba una partida de apuestas con un hombre venido de lejos. Zor-el observó cómo la mujer de cabellos negros como el azabache lo dejaba en la misma situación que él: la miseria. Y cómo, con una sonrisa triunfante, disfrutaba de su victoria con un trago en la mano. Sus modales eran poco convencionales para una dama, pero nadie se atrevía a cuestionar a Lena.
Después de las formalidades, Zor-el planteó su propuesta. Lena, aunque dudosa, accedió a considerarlo si él organizaba una cena en su honor. Así lo hizo Zor-el, y esa misma noche, Lena asistió con la elegancia que la caracterizaba. Habló de sus viajes, de los hombres que había conocido y que resultaron ser menos que ratas. Según ella, el valor de un hombre se definía por sus acciones.
Justo cuando Zor-el estaba a punto de recibir su respuesta, un llanto inundó la estancia. Lena, movida por la curiosidad, exigió saber qué ocurría. Zor-el la llevó hasta los aposentos de su esposa, donde Lena vio a Alura, agotada pero con una hermosa niña a su lado. La partera informó a Zor-el de que era padre de una niña, lo que solo añadió más dudas a su mente.
Entonces Lena habló, su voz suave pero firme resonó en la habitación:
-Salvaré tu vida, Zor-el. Te proporcionaré dinero y un administrador competente para evitar que dilapides tu fortuna. Pero a cambio de mi generosidad, exijo a tu hija. Dame a la niña como pago por mi ayuda a ti y a tu familia - . Y así, en medio de la helada noche de invierno, se selló el destino de la pequeña niña.
Zor-el se vio sumido en un abismo de emociones encontradas cuando Lena, con una mirada decidida y un tono de voz firme, solicitó a su pequeña hija como pago por su generosidad. El aristócrata sintió cómo su corazón se apretaba en el pecho, mientras contemplaba a su hija dormida en los brazos de su amada esposa. El aire de la sala se volvió denso, cargado de un silencio que parecía retener el aliento de todos los presentes.
Los ojos de Zor-el, antes llenos de confianza y orgullo, se llenaron de lágrimas que amenazaban con desbordarse. El peso de la decisión que se le imponía era abrumador, pero sabía que no tenía otra opción. La ayuda de Lena era su única tabla de salvación en medio de la tormenta que asolaba su familia. Sin embargo, el precio que debía pagar por esa salvación era inimaginablemente alto.
Con un nudo en la garganta, Zor-el asintió lentamente, aceptando el trato propuesto por Lena. Sus ojos se encontraron en un instante de conexión profunda, donde el amor y el sacrificio se entrelazaron en un abrazo invisible. En ese momento, el aristócrata comprendió que, aunque su corazón se desgarrara en mil pedazos, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por el bienestar de su familia.
El ambiente se llenó de una melancolía intensa, mientras Zor-el se despedía en silencio de su hija. Cada rasgo, cada pequeño detalle de su rostro, quedaron grabados en su memoria para siempre. Fue un adiós silencioso, un sacrificio supremo en nombre del honor y la supervivencia de su linaje.
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Dulce inocencia
FanfictionLena, miembro de la distinguida aristocracia vampírica de Inglaterra, regresó a su majestuosa morada y accedió a prestar su ayuda a Zor-el, uno de los íntimos amigos de su difunto padre. Sin embargo, en un giro inesperado del destino, encontró en su...