Capitulo cinco.

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Antes de que el viaje se llevara a cabo según lo planeado, Lena decidió que debía mostrarle a Kara su antiguo hogar. Esta idea emocionó a la joven, ya que siempre había visto a Lena ir y venir, incluso quedarse en su casa, pero nunca supo de dónde venía. Cuando el carruaje se adentró más en el bosque, un escalofrío recorrió el cuerpo de Kara. Lena, en cambio, parecía inmutable. No temía la noche que se acercaba ni los aullidos de los lobos que rondaban la zona.

Una vez cerca, Lena tomó la mano de Kara y le sonrió con alegría. Fue entonces cuando Kara notó la imponente estructura. La mansión de Lena era enorme, un palacio que desbordaba belleza, como si estuviera encantado. La nieve lo cubría, pero bajo ella, Kara podía imaginar flores floreciendo en la primavera, una visión ciertamente desacertada.

Una vez dentro, fueron recibidas por Samantha, quien corrió a saludar a la señora de la casa y a su acompañante. La morena tenía todo listo, incluyendo una cena formal. Kara miró con asombro todo a su alrededor. Lena realmente tenía mucho dinero, ya que había objetos, cuadros y detalles de un valor incalculable. Fue entonces cuando se preguntó por qué Lena deseaba ser su tutora sin necesidad de pago. Ella era mucho más rica que su familia y todo lo que sabía de ella ahora se incrementaba en curiosidad.

A pesar de que Lena, había criado a la joven con el deseo de que cumpliera con todas las características de una esposa ideal, había aspectos que jamás pudo controlar, como la extrema curiosidad de la rubia. Kara se vestía, caminaba y se arreglaba seleccionando todos los zapatos, vestidos y joyas que eran del agrado de su tutora. Su pintalabios y su maquillaje no eran extravagantes, sino los más delicados posibles, casi llegando a ser naturales. Siempre a la hora de dormir, vestía de blanco, una ropa que Lena le había indicado que prefería, un camisón detallado en lujo y detalles preciosos.

Kara hablaba y escogía temas de conversación que eran solo del agrado de Lena, jamás se comportó de una manera imprudente, pues para su tutora eso era completamente desagradable. Era una dama perfecta ante los ojos de la mayor, pues cumplía con todas las estrictas características que a ella le generaban calma y placer. Se había dedicado en cuerpo y alma a criar a la joven para que le acompañara en la eternidad, pero siempre del modo que a ella le pareciera correcto, creando así una personalidad diferente, una que era un complemento a los deseos de Lena.

Lena, era una figura enigmática y cautivadora. Su piel era pálida como la porcelana, contrastando con sus ojos de un verde profundo que parecían brillar en la oscuridad. Sus labios, siempre pintados de un rojo oscuro, parecían esconder un secreto que solo ella conocía.

Vestía con elegancia y sofisticación, acorde a la moda de la época victoriana. Sus vestidos, siempre de colores oscuros, resaltaban su figura esbelta y su porte aristocrático. Los zapatos que calzaba eran de la más alta calidad, hechos a medida y siempre pulcramentos limpios. Sus joyas, aunque discretas, eran de un valor incalculable, cada una contando una historia de su larga vida.

Lena se movía con una gracia y elegancia que parecían sobrenaturales. Cada gesto, cada movimiento, estaba lleno de un magnetismo que atraía a todos a su alrededor. Su voz, suave y melódica, podía calmar a la más salvaje de las bestias.

Pero lo que más destacaba de Lena era su comportamiento. A pesar de su apariencia frágil, Lena poseía una fuerza y determinación que la hacían imponente. Era estricta y exigente, pero también justa y comprensiva. Su sabiduría, producto de su larga vida, la hacía una excelente tutora para Kara.

A pesar de su naturaleza vampírica, Lena no era una criatura temible. Al contrario, era una mujer que, a pesar de su inmortalidad, había aprendido a apreciar y disfrutar de los placeres humanos. Su relación con Kara era un claro ejemplo de ello.

Hace muchos siglos, en un rincón remoto del mundo, nació Lena, una joven de ojos verdes y cabello cual rayos de sol que estaba destinada a vivir una vida extraordinaria.

Dulce inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora