𝓛𝓸 𝓺𝓾𝓮 𝓮𝓼𝓬𝓸𝓷𝓭𝓮 𝓵𝓪 𝓹𝓵𝓪𝔂𝓪

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A partir de entonces Horacio y yo nos volvimos más sociables, conseguí que nos juntáramos con el grupo del fútbol y Horacio estaba enganchadisimo con el capitán, un tío moreno y alto que me daba no muy buenas sensaciones pero era por Horacio, ibamos todos los días a verlos entrenar y éramos los primeros en los partidos. Horacio consiguió varios rollos durante ese tiempo y entre nosotros no hubo nada más, ni siquiera sacamos el tema de lo que pasó. Cuando Horacio cumplió la mayoría de edad los de el equipo nos invitaban a sus fiestas, a mi no me encantaba estar allí, pero conocía a gente nueva y Horacio estaba contento, asique no era un problema. Al final de la temporada de fútbol nuestros amigos fueron los ganadores y celebraron una gran fiesta, para ese entonces Horacio llevaba unas semanas quedando con el capitán y yo solo lo esperaba para asegurarme de que no le hicieran nada malo. La fiesta empezó en una discoteca y estuvimos allí hasta que cerró, luego compramos algunas botellas y nos fuimos a la playa. Hasta ese punto todo estuvo genial y aunque Horacio ya iba como una cuba yo no había bebido nada, para asegurarme de que la cosa no se descontrolara de más. Yo estaba sentado en un tronco frente a la fogata y Horacio estaba al otro lado encima del moreno mientras se besuqueaban. No les presté atención hasta que Horacio empezó a hablar.

- ¿Nos vamos a otra parte? -Escuché decir a Horacio.

Entendí todo cuando vi que el otro le estaba acariciando la pierna cada vez más cerca del paquete, pero cuando soltó una risa fue cuando presté atención.

- Horacio.. ¿Enserio creías que alguien como yo se iba a interesar por ti? - Contestó el moreno.

Me levanté tras escucharle y ver como todos los del equipo se empezaban a reir.

- Eres un buen pasatiempo, pero dudo que alguien te quiera para algo más.

Aquello era lo que me faltaba por escuchar, una fuerza sobre humana me hizo acercarme y pegarle un puñetazo en la cara a ese gilipollas. Ni si quiera yo recuerdo ser el responsable de ese impulso, tomé la mano de Horacio tan rápido como mi posición me lo permitió, con la otra mano mi mochila y me alejé de allí, escuchaba gritos detrás mía pero sabía que nadie se atrevería a venir detrás. No sé cuanto tiempo nos llevamos caminando pero solo me paré cuando escuché los sollozos de Horacio.

- Horacio, no llores por un imbecil.

- Lleva razón.

La voz entre cortada me hizo mirarle y al ver que ya estaba llorando le limpié las lágrimas y le abracé.

- Él no lleva la razón, a ese le faltan neuronas.

- Soy despreciable Gustabo, solo quería jugar conmigo, joder.

- Ven vamos a sentarnos un rato y te tranquilizas.

Estabamos en lo alto de una duna desde donde se veía gran parte de la playa y la ciudad a lo lejos, me senté y le hice un gesto a Horacio para que se sentara, se sentó a mi lado y se apoyó en mi hombro. El silencio se apoderó de la situación y saqué de mi mochila una de las botellas de alcohol que había comprado, se la tendí a Horacio y este la aceptó.

- Siento que tu eres el único que me soporta y que muchas veces te incordio.

- Horacio, deja de pensar esas cosas, tu eres genial, esos se creen muy chulitos por ganar la temporada de fútbol y ya.

- Per-

- Que les jodan -le interrumpí mientras le quitaba la botella para beber por primera vez en la noche.

Horacio y yo estamos acostumbrados a nuestra compañía, el habla y yo escucho y contesto, pero también cuando el no quiere hablar yo no hablo. Esta era una de esas situaciones donde el silencio cómodo nos envolvía. No se cuanto tiempo pasó, nos habíamos terminado una de las botellas y otra estaba por la mitad. Horacio se había sentado de lado en mis piernas y estaba apoyado sobre mi hombro, su respiración humeda en mi cuello es una de las sensaciones que nunca olvidaré. Se incorporó un poco para mirarme y noté la calidez de una de sus manos sobre mi pecho, se sentó en mi regazo mirando hacía mi y durante algunos segundos su mirada y la mía coincidieron, como si hablaran en silencio. No fue hasta que sentí sus labios sobre los míos que reaccioné, creo que la duda no me duró mucho, el corazon me iba a mil y no se si fue el alcohol pero algo me impidió apartarme. Puedo recordar como su aura se volvió animada al ver que le correspondía. Se separó un poco de mí y vi como levantaba la tela de su camiseta y se deshacía de la prenda, le recorrí con la mirada y todo se volvió húmedo. Agarró el filo de mi camiseta y me pidió permiso, yo tiré de su mano para que lo hiciera y también echó la prenda a un lado. Se apartó de encima para levantarse y yo me levanté tras el, se acercó a mi mochila en busca de la manta que yo siempre llevaba para tumbarnos, cuando la encontró la extendió sobre la arena y volvió hacia mí. Sus manos fueron a mis calzonas mientras volvía a besarme y yo me dejé llevar. Se veía tan seguro de lo que hacía, fue la primera vez que me sentí inexperto frente a él. En menos de lo que pude darme cuenta estabamos desnudos, me fijé como la luna iluminaba los ojos de Horacio y este me empujó hacia atras haciéndome caer en la manta. La sensación de calor aumentaba y cuando volvió a besarme sentí ese calor acumularse en mis mejillas. El tacto de su piel suave era tan agradable, se apartó de mi vista hacia bajo y me incorporé un poco para mirarle. Realmente no estaba interesado ni me sentía atraido por el placer sexual, pero notar los labios de Horacio rodeando mi miembro fue un punto diferente, como si él fuese el único capaz de despertar ese instinto en mí. Se puede decir que nos llevamos un tiempo así, Horacio levantaba la vista cada ciertos movimientos para mirar mis reacciones y yo estaba demasiado concentrado en el movimiento hipnotizante que me suponía para hacer cualquier otra cosa. Se apartó y volvió a besarme con suavidad al principio, pero con un final desesperado, dimos una vuelta sobre nosotros mismos y me quedé entre sus piernas, él las abrió como recibimiento y se dejó caer hacia atrás mientras jadeaba y se tapaba la cara con un brazo. La idea de que Horacio llevara el control de la situación me resultaba raro, asique por unos minutos, decidí coger yo el volante. Estiré un poco de sus piernas atrayendolo hacía mí, pude notar como el se sorprendía un poco por mi iniciativa. Me preparé como pude y entré en él, aquella sensación era nueva y por lo tanto acostumbrarme a ella me llevaba un poco, sin embargo el contrario se movía, parecia no disgustarle pero no decía nada al principio. No fue hasta que empezó un movimiento continuo que los jadeos irregulares de Horacio se convirtieron en gemidos que medían el ritmo del movimiento. Recuerdo una sensación constante que me envolvía y el cosquilleo en lo bajo de mi estómago como si aún pudiera sentirlo. El ruido de las olas a la vez que nuestras respiraciones daba una paz que parecía no estar presente y la luna daba la luz precisa para un ambiente agradable. Tras un rato de movimientos en creciente agresividad Horacio terminó por venirse y yo no muy lejos de él tras algunas embestidas más hice lo mismo. Me dejé caer a su lado sobre la manta y su mirada se conectó con la mía, ambas pedían silencio y eso fue a lo que llegaron. Estoy seguro de que pasamos un buen rato en la misma posición, escuchando como la respiración del otro se relajaba hasta que las olas eran el unico ruido presente. Vestí a Horacio que estaba medio dormido y luego yo me puse mi ropa, definitivamente la playa no era el sitio más cómodo para estar desnudo y ahora no tenía dudas de eso. Pero la madrugada profundizaba y nos quedamos dormidos. Cuando volví a abrir los ojos la imagen de Horacio sentado mirando hacia el mar fue lo primero que encontré.

‐ Eh, Gustabo, está apunto de amanecer.

Su voz sonaba serena y relajada y su vista no se apartaba del mar, me incorporé y me senté a su lado fijando mi mirada en el mismo punto. Horacio no tenía la intención de sacar el tema y yo por mi parte no lo iba a hacer, asi que por un tiempo, todo el que nos pudimos permitir, el tema quedó como tabú. Quien lo iba a decir, que la persona que menos esperaba fuera con quien compartiría primer beso y primera vez. Y que todo se quedara en secreto, entre la playa, la luna, Horacio y yo.

×𝑈𝑛𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑣𝑒 𝑎 𝑑𝑜𝑛𝑑𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑡𝑒𝑛𝑒𝑐𝑒× 《Gustacio》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora