𝓤𝓷 𝓲𝓷𝓽𝓮𝓷𝓽𝓸 𝓭𝓮 𝓪𝓭𝓪𝓹𝓽𝓪𝓻𝓼𝓮

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Si algo no me gusta de los moteles de carretera es que la gente frecuenta ir allí para tener relaciones, creía que no tendría importancia, pero los golpes del cabecero contra la pared de la habitación opuesta a nosotros fue una forma de despertar que prefería no experimentar, joder, ¿Quien tiene energía para eso a las siete de la mañana? Horacio ya estaba despierto cuando abrí los ojos, estaba cerca de la bolsa de comida que sacamos del coche, viendo que podíamos desayunar.

— Buenos días.

— Buenos días, Gus.

Me levanté de la cama y me estiré, se había cambiado de ropa asique supuse que ya se había duchado.

— Duchate tú mientras investigo que desayunar y nos ponemos en marcha.

Asentí aún algo adormecido y caminé hasta el baño del lugar, me llevé un rato en la ducha, dejando que el agua cayera en mi cara lo suficiente para ser consciente de que el día comenzaba y que tenía muchas cosas por hacer. Cuando salí del baño, Horacio ya lo tenía todo preparado y estaba terminando de desayunar, yo me senté en el escritorio y desayuné también.

— ¿Desde cuando llevan así?

— Quinta ronda y contando.

— Se tenían ganas eh.

— Desde luego, al menos nos han dejado dormir por la noche, aunque yo ya estaba sintiendo hasta la vibración de los golpes en mi cabeza.

— Ya llevan cinco mañaneros, que paren para desayunar por lo menos.

Horacio solto una risa ante mi comentario y se sentó a mi lado mientras me observaba. El viaje no fue muy largo, apenas en unas horas llegamos a la ciudad, saqué mi teléfono y busqué algún piso en el que poder estar hasta tener el dinero suficiente para ir a Los Santos. Con mucha suerte conseguí contactar con un tío que alquilaba un piso pequeño, apenas tenía una habitación un baño y un salón-cocina no muy amplio, pero mejor que un almacén abandonado cualquier cosa. Hablando generalmente el primer mes allí fue de adaptación, conseguí un trabajo, Horacio también y juntos recaudabamos dinero, en cuanto a el "problemilla" puse a grabar mi teléfono por la noche durante los primeros días para comprobar si me levantaba, pero no, nada extraño pasó desde que llegamos asique supuse que fue algo temporal, o de solo una ocasión. A partir del primer mes los fines de semana y algunos días laborales Horacio traía personas a casa por la noche, simplemente para tirarselas, yo dormía en el sofá, no tenía problema con que Horacio hiciera lo que quisiera allí a pesar de que él estaba distante conmigo y intentaba cruzar pocas miradas. Me resultaba incluso divertido ver a esas personas saliendo a puntillas de la habitación por la mañana y romper el silencio con un "Buenos días".
Todo siguió así, llevabamos tres meses en el lugar hasta que la noche de un viernes algo no salió bien, el chaval que Horacio trajo a casa salió de la habitación con enfado y caminó hasta la entrada mientras Horacio trataba de frenarlo.

— Dylan, por favor, espera.

El supuesto "Dylan" se dió la vuelta mientras le sacaba el dedo a Horacio y luego le cerró la puerta en la cara, el silencio duró unos segundos hasta que noté que la tensión era muy pesada, hasta el momento nunca habíamos hablado del tema, no era necesario, o eso creía.

— Parece que a alguien se le ha bajado el calentón.

— Se pensaba que tendríamos algo más y he dicho "Venga hagamos lo que quieras, no me vas a ver la cara después de esta noche".

— Que directo.

— En mi cabeza sonaba bien, joder Gustabo no ayudas.

— Ya bueno, perdón.

Me esperaba alguna risa o que Horacio siguiera la broma, pero solo empecé a escuchar sollozos, levanté la cabeza del libro que estaba leyendo y me acerqué para abrazarle.

— Eh, no llores, mañana te follas a otro y ya está, fuera penas.

— Gustabo, ya no quiero tirarme a nadie más, quiero a alguien que me quiera, no quiero que me traten mal, no soy una puta.

— Pues no lo hagas más, date un descanso y intenta conocer a alguien.

El silencio se mantuvo unos segundos, tenía la sensación de que el quería decir algo más, pero no quise decir nada, Horacio decidiría cuando contarme las cosas no yo. Solo entonces las manos de Horacio correspondieron al abrazo dejando salir un suspiro muy leve.

— Solo tú sabes cuidar de mí...

La frase de Horacio quedó en el aire, y yo solo le limpié las lágrimas.

— Vamos, ¿Que te parece si hoy vemos alguna película juntos?

— Si, vale, me parece bien.

Después de aquello, Horacio no trajo a nadie más a casa, empezó a pasar más tiempo conmigo y por las noches veíamos películas, estaba menos distante y a decir verdad incluso yo me sentía mejor por aquello. El ambiente era más tranquilo y agradable y sentía que al fin todo había vuelto a la normalidad, Horacio ya no me dejaba dormir en el sofá y yo dormía con el en la habitación, gracias a eso la organización mejoró y nos adaptamos mas fácilmente a aquel nuevo estilo de vida. Apenas unas semanas después, en la noche de un sábado que parecía un día tranquilo, Horacio parecía más inquieto de lo normal, ni siquiera tenía la sensación de que se estuviera enterando de la película y frecuentemente jugaba con sus dedos, si algo he aprendido durante este tiempo con Horacio son todas sus manías y estaba seguro de que estaba nervioso, se levantó al menos tres veces para ir al baño durante la película y miraba el teléfono cada cinco minutos como si estuviera esperando algo, esta vez incluso se había negado a hacer palomitas a pesar de su dicho "Una película no es película sin palomitas" y se le notaba muy desconcentrado como si estuviera pensando en que deci., Horacio tosió aclarando su garganta para hablar y así se confirmó mi teoría.

— Gus... ¿puedes poner pausa a la película?

— Ah si claro, ¿Que pasa?

— Necesito hablar contigo.

— Está bien, dime.

×𝑈𝑛𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑣𝑒 𝑎 𝑑𝑜𝑛𝑑𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑡𝑒𝑛𝑒𝑐𝑒× 《Gustacio》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora