𝓛𝓪 𝓬𝓪𝓻𝓻𝓮𝓽𝓮𝓻𝓪

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Acostumbrado a la oscuridad del almacén la luz atravesando los cristales del coche fue un tortazo de buenos días al que no estaba acostumbrado, tenía a Horacio encima, dormido como un tronco. Él tenía el sueño pesado asique no me preocupaba de que el sol le despertara, lo pasé al asiento de al lado con cuidado sentandolo de forma cómoda para que pudiera seguir durmiendo, le puse el cinturón y le tapé para que estuviera cómodo. Puse mi asiento derecho y preparé todo para empezar a avanzar de nuevo. Creo que pasaron alrededor de dos horas para cuando horacio despertó, me dijo varias veces que no debería haber hecho eso y que tendría que haberle despertado, pero sabía que le convenía descansar, ya que para él también era complicado alejarse del lugar donde creció.

-Si me hubieras despertado al menos tendrías a alguien con quien hablar.

-Ya te he dicho que te convenía descansar, Horacio.

-Pero si eres tu el que conduce.

- No tiene nada que ver, tranquilizate, en unos minutos llegaremos a la próxima estación de servicio, echamos gasolina y aprovechamos para ir al baño.

- Pero Gustabo...

No hubo más charla, solo puse la radio para que se calmara y no pensara en eso, luego de aproximadamente veinte minutos llegamos a la estación de servicio, había un hotel-restaurante, una gasolinera y un parking inmenso de camiones con tíos durmiendo dentro o algo por el estilo. Dios, me hubiera encantado encontrar aquello antes y no dormir en el coche, el dolor de cuello era monumental y dormiría en cualquier sitio que no fuera ahí otra vez. Horacio y yo nos bajamos del coche y nos pegamos un buen desayuno en el establecimiento y bien merecido. Luego fuimos a la gasolinera y compramos varias cosas, Horacio compró principalmente chucherías y yo algunos antojos para el camino, lo que no sabía esque esa parada sería decisiva en nuestra historia. A un lado del mostrador había una estantería llenas de folletos con un cartel en lo alto en el que ponía "Los Santos" con una letra más llamativa de lo que Horacio podía resistir, por si uno fuera poco Horacio cogió varios folletos y se los llevó con él. Tras echar gasolina nos piramos de allí siguiendo la autopista sin dirección por el momento.

- Tienes que ver esto.

Horacio me aproximó uno de los folletos mientras conducía y fue ahí donde pensé que tal vez las ideas locas de Horacio podían ser una buena opción. Los Santos, una buena opción desde luego, una isla donde tus sueños se harán realidad, el folleto mentía pero a dos idiotas como nosotros no nos pudo llamar más la atención. Luego de pensarlo marcamos aquella isla como destino, ¿lo malo? Que teníamos muy poco y empezar una nueva vida en una ciudad como esa nos costaría bastante. Por eso decidimos hacer una parada antes, nuestro plan era instalarnos en una ciudad cercana a la isla, allí buscar un trabajo y ahorrar el dinero suficiente para poder adaptarnos a la ciudad sin problema. Se sentía bien, por fin conducíamos con destino y nos quedaba solo una noche en marcha para llegar a donde queríamos. Horacio empezó el día como siempre, animado, contento, o al menos eso intentaba aparentar para que yo no pensara de más. Llegó un momento donde la música se nos hizo repetitiva y tras una parada a un lado de la carretera para comer el silencio daba indicios de conversación.

— Gustabo.. se que dijimos no hablar del tema pero.. te prometo que luego de esto no volveré a mencionarlo.

Y ahí está, lo sabía, no quería hablar de eso, aunque fuera un gesto inmaduro de mi parte, ni yo entiendo mis pensamientos al respecto.

— Dime.

Pero la idea de mantener mi figura seria y madura ante el me atraía más que nada.

— Lo que pasó en la playa, ¿Que se supone que significa?

— Horacio, era de noche, tú lo necesitabas, habíamos bebido, nos dabamos calor.. no hay mucho misterio. ¿O acaso pasa algo más?

— No, quiero decir, solo quería saber que pensabas tú.

El tono de Horacio me hizo pensar de que tal vez había hablado de una forma algo agresiva, pero como se supone que responda a eso si ni siquiera yo se lo que siento. El silencio después de aquello me dió escalofríos. La tensión se volvió a romper tiempo después y dejamos el tema intocable ahí. El resto del día estuvo bien, Horacio y yo estabamos acostumbrados a pasar tiempo el uno con el otro asique no era un problema la situación. Cuando la noche ya empezaba a profundizar tomó un desvío hacia un motel, apenas nos quedaba algunas horas de camino, pero queríamos descansar en una cama, no era una opción volver a dormir en el coche, definitivamente. Dejé el coche en el parking del lugar y cerré el coche tras ver a Horacio salir. Nos acercamos al dependiente y alquilamos una habitación, solo una noche. Entramos a la habitación, bastante acogedora, pequeña y con una cama, todo es mejor que nada y Horacio y yo vivimos mucho tiempo en la nada.

— Dios, no quiero volver a dormir en un coche en mi vida, que dolor de cuello.

— Deberías dormir llevas todo el día conduciendo.

— Ven Horacio, vamos a dormir.

Horacio se tiró en la cama a mi lado y nos metimos bajo la sábana, apagué la luz y el silencio se hizo presente en la habitación pero apenas duró unos minutos.

— Gustabo, se que no puedes dormir.

— No quiero dormirme.

— Tienes que descansar, nos espera un día largo mañana.

— No me fío, duérmete tú.

Y de nuevo silencio de unos segundos en los que creo que Horacio estaba discutiendo consigo mismo sobre que debería hacer.

— Gus, ven aquí.

Suspiré, pero no le llevé la contraría, me acerqué a él y me medio abrazó, nos quedamos en silencio y luego empezó a acariciarme la mejilla.

— Vamos, cierra los ojos, tienes que dormir.

Si digo la verdad, envidio la capacidad de Horacio de tranquilizarme, unas palabras, unas caricias y como nuevo, y así fue como pasó, esa noche me dormí gracias a sus caricias.

×𝑈𝑛𝑜 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑣𝑒 𝑎 𝑑𝑜𝑛𝑑𝑒 𝑝𝑒𝑟𝑡𝑒𝑛𝑒𝑐𝑒× 《Gustacio》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora