13. Te quiero

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Advertencia: en este capítulo se narran escenas delicadas, por favor, si no te sientes preparado/a psicológicamente NO leas, tu salud mental va siempre primero.


Lan Xichen suspira por décima vez esa mañana, preguntándose si Jiang Cheng irá hoy a visitarlo o no.

Él desde luego quiere verle y asegurarse de que está bien, que la llegada de sus hermanos a los Recesos de la Nube no le está afectando hasta el punto de poner en peligro su salud, pero tampoco quiere que se sienta obligado a ir por él, presionarle para acudir a su hogar cuando aún no está listo para enfrentar cara a cara a Wei Wuxian. Eso sería muy egoísta de su parte.

Vuelve a suspirar y bebe un sorbo de su té verde, ansiando que el calor que le baja por la garganta haga algo para calmar su incertidumbre y preocupación.

Sin embargo, sus deseos son arrojados a la basura cuando justo antes de levantar la vista de la taza de té para mirar a través de la ventana abierta por la cual son visibles las copas de los árboles a la lejanía, siente un fuerte dolor en el pecho que le hace llevar su mano al lugar y apretar la tela de la túnica en un puño.

Es insoportable y se obliga a apretar los dientes y los párpados en un inútil intento por mantenerse sereno y no dejarse llevar por el pánico. Pero al final se rinde, siendo consciente de que ese no iba a ser un dolor pasajero, sino que había venido para quedarse.

Así que, reuniendo las fuerzas necesarias para realizar sus siguientes movimientos, abre los ojos y se prepara para gritar pidiendo ayuda al discípulo que siempre está apostado en la puerta de sus aposentos. Pero, de nuevo, sus planes caen en saco roto, porque en vez de divisar las copas de los árboles a través de su ventana, lo que sus ojos ligeramente llorosos logran ver, es rojo, una atmósfera roja opresiva por todas partes, rodeándolo.

No obstante, lo más extraño de todo eso es que de un segundo a otro ya no siente ningún dolor, al menos no físico, porque emocional ya es otra historia. Cómo no sentirlo cuando tenía delante al que una vez fue su hermano jurado, su figura amarilla rodeada por ese rojo sofocante que lo envolvía todo.

Al verlo, siente cómo se le corta la respiración, cómo se erizan los pelos de su espalda y su corazón late acelerado, queriendo salirse de su pecho, porque justo frente a Meng Yao está su otro hermano jurado, Nie Mingjue, arrodillado ante el primero, con las manos y piernas atadas, incapaz de moverse ante la espada que el Jin sostiene justo frente a sus ojos.

Lan Huan quiere moverse, ir hasta ellos, arrebatarle la espada de la mano a Jin Guangyao, impedir que vuelva a asesinar a su Da-ge, pero descubre con horror que no puede, que es incapaz de mover un solo músculo, como si cada milímetro de su piel hubiera sido paralizada por un hechizo maligno.

Una lágrima de impotencia se desliza por su mejilla cuando el antiguo líder de la peonia se da la vuelta y lo mira con el mismo brillo en sus ojos que vio poco antes de que muriera frente a él, por su propia mano. Es una mirada helada, que esconde una maldad y un odio profundos, pero lo más aterrador de él no son sus ojos, sino su sonrisa, una tan fría, tan sádica, que le otorga una mueca de repulsión a su rostro.

-Todo ha sido culpa tuya, Er-ge – le dice, con un tono venenoso en cada palabra que pronuncia – tú mataste a Da-ge, me mataste a mí, eres un asesino.

-N-o, yo... – Lan Xichen se ahoga en sus palabras, un nudo formándose en su garganta y lágrimas cayendo libres ahora como una cascada de sus ojos abiertos como platos.

-Sí, fuiste tú – sigue diciendo Jin Guangyao, acercando la espada al cuello de Nie Mingjue, presionando ligeramente la hoja contra la sensible piel – tú nos mataste y también vas a volver a matarnos ahora.

KIRI 🌸   {XiCheng}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora