Capítulo 8

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Adeline quería ser un árbol. Crecer de manera salvaje y profunda, no pertenecer a nadie más que al suelo que pisan sus pies y al cielo bajo el que se encuentra, igual que Estele. Llevaría una vida poco convencional, y quizá algo solitaria, pero al menos sería suya. No pertenecería a nadie más que a ella misma.

La vida invisible de Addie Larue- V.E Schwab


Desperté con la sensación de estar acompañada, junto una caricia fugaz y suave en mi rostro. Magnus siempre ronroneaba y me acariciaba con sus bigotes queriendo despertarme. Pero la falta de ruido y calidez de mis sábanas me hizo abrir los ojos, y darme cuenta que no estaba en mi habitación, ni en mi cama, ni en compañía de nadie.

La luz del amanecer se extendía a lo largo del bosque y oía los ruidos de una mañana desconocida. Respire profundamente y una tristeza se fue asentando en mi pecho de a poco, mis ojos estaban cansados e hinchados de haber dormido llorando seguramente, y mi pelo estaba enmarañado por las vueltas inquietas que di al dormir y tener que despertar de vez en cuando por temor a los ruidos de los animales por la noche.

Un movimiento me llamó la atención, volví la mirada hacia mi derecha, y allí, posada en una rama, estaba el ave más hermosa que jamás haya visto. Me miraba de costado como si me estudiara, aunque no debía de estar más sorprendida que yo, que observaba al pequeño animal lleno de colores brillantes y ojos saltarines.

Mire extrañada sus alas doradas y rosadas al brillo del sol, pensando como jamás había visto algo parecido, y me senté derecha, estando más atenta y esperando alguna reacción de ella. En algún momento corrí la mirada para mirar las altas montañas a lo lejos y el frío que transmitían, hasta que de repente el ave, como si diera un suspiro, empezó a silbar una melodía que me hizo contraer el pecho y cerrar los ojos.

De repente sentí como mi corazón palpitaba más rápido y como la sensación de un licor de sol bajaba por mi garganta hasta expandirse por todo mi cuerpo. como si la esperanza tuviese sabor, un sabor que quemaba cualquier atisbo de tristeza. La mire y ella seguía trazando sus notas suaves y trágicas mirándome como si entendiera que necesitaba mi alma para sentirse más tranquila. Cerré los ojos y me deje ir por la canción.

Los saltos me hacían reír y los hombros que me cargaban eran tan seguros como la voz que me susurra suave y felizmente. "deja de reirte, que los vas a espantar". Me tapé la boca con mis pequeñas manos y miré ansiosa a mis alrededores. Ya la primavera danzaba entre los árboles, y las flores del suelo se extendían por toda la tierra. Todo estaba más vivo que nunca y los ríos sonaban más cercanos.

Apoyé mi barbilla sobre la cabellera morena, sonriendo por los pasos y trote que llevaba. atravesamos los arbustos y observé las piedras donde el agua fluía entre ellas. un manantial demasiado transparente burbujeaba suavemente al llegar hasta su último escalón. Escondidos esperamos, y ansiosa tire de su camisa, unos ojos verdes y de iris rojizo me miraron cargados de amor. "observa aquel cerezo" me gire con los ojos bien abiertos.

Esperamos unos segundos hasta que un aleteo giro por el aire hasta posarse sobre una de sus ramas, casi grito maravillada pero una mano apretó suavemente mi hombro y con un dedo sobre sus labios me hizo guardar silencio mientras el ave estiraba su esbelta figura y su pequeño pecho parecía inflarse, hasta que empezó a soltar su melodía. Respire profundamente y sentí muchos colores bajar por mi cuerpo y expandirse hasta hacer mis ojos brillar, me gire hasta estar entre los brazos de mi compañía y escuchar en un susurro, como si fuese un secreto "guarda esta canción Arti, y úsala cuando sientas que la necesites". y así la memorice y la sostuve en mi corazón mientras la oía y sentía la calidez del sol abrazarnos.

Los cuentos nunca duermenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora