Capitulo 6

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«Si no hay nadie en el mundo a quien le importes, ¿realmente existes?»

William Herondale -Cazadores de Sombras

     Respira, exhala. La humedad brota de mi piel, de mis dedos, de mi mente. Siento como se humedece mi rostro por el agua que sale de mis poros, como si tuviera un mar por dentro. Me remuevo incomoda en la oscuridad que me ata el cuerpo como sogas invisibles. Me obliga a abrir la boca, los parpados. Sello mis labios por miedo a que me coma por dentro, y no abro los ojos por miedo a que cegué. 

Logro desatarme de las sombras que me mantienen presa y la ansiedad me persigue mientras corro en un vacío sin fin. Hasta que veo una luz a lo lejos, logro distinguir las paredes de un pasillo que se hace cada vez más pequeño y la humedad brilla de las paredes, que son cada vez más visibles.

Corro sabiendo que la oscuridad me persigue, el miedo me llena todos los sentidos y me aterra lo que pueda hacer conmigo. Me aterra que me arrastre con sus tentáculos de humo. 

El espacio se hacía cada vez más pequeño y la luz parecía provenir de una puerta cada vez más pequeña a medida que movía mis piernas hacia ella, hacia mi única oportunidad de salir de aquí.

Quiero despertar

Quiero despertar

Una mano aparece en el borde de la puerta. Reconozco ese anillo plateado, el que le compre con mis ahorros a los doce años en una feria de verano. Mi sonrisa se desdibuja a medida que el cuerpo esbelto se mostraba más de cerca, la luz era débil y su figura estaba a contraluz, pero eso no evitaba poder  distinguir su cuerpo y su mirada de cielo, ahora manchados por sangre. Le goteaban los dedos y sus manos dejaban un rastro rojo en los bordes de la pequeña puerta. Sus ojos estaban llenos de temor y lágrimas.

-Mama! Que sucede mama?- Grito, llorando desesperada. Ella abre los brazos gateando en la puerta, pero algo no le permite pasar más allá del marco.

-Cariño...- dice llorando y chocando los puños contra la pared invisible que nos separaba.

Gateo hacia la puerta ya que el espacio requería de ello. Llego hasta ella y apoyo mi mano sobre la suya.

-¿Qué ocurre mama?- pregunto sollozando –¿porque no puedo tocarte?.

-tienes que buscarme cariño. –ahora su mirada se tranquilizó y juraba sentir sus manos acariciándome para tranquilizar mis miedos.

-pero no entiendo, si tu estas aquí –apoyo mi frente a la pared invisible y mis lágrimas caen al sucio piso de cemento.

-No cay-cay. Estoy muy lejos –Ahora su imagen se borroneaba e intentaba secar mis lágrimas para detener ese desdibujo de la imagen.

-pero dime donde estas. Explícame que te sucede, porque estas sangrando –Las preguntas salen de mi boca y solo consigo más negaciones suyas.

-Tienes que encontrarme.

-Dime algo más. –Mi voz se ahoga –dime algo por favor.

-Eres más fuerte de lo que piensas- me acaricia con sus palabras y mi boca se seca del terror –no hablo de fuerza. El arma más poderosa está aquí- Señala su cabeza y abre muchos los ojos haciendo énfasis en el gesto.

El espacio se vuelve más pequeño y el aire pesado.

-Búscame –repite con los labios temblando –búscame

-dime dónde. Dime algo mama.

De repente su voz suena débil pero precisa en las paredes de mi mente.

Los cuentos nunca duermenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora