Capitulo 7

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     Lo primero que sentí fue una presión en mi pecho y la levedad de mi cuerpo.

Quise abrir los ojos, pero estaba muy cansada.

Sentía como mi cuerpo bajaba y el agua me empujaba hacia abajo y mas abajo, donde la oscuridad parecía esperarme con los brazos abiertos.

En mi mente yo sabía que debía hacer algo, pero no quería.

Solo deseaba dormir.

Agotada y dolida sabía que ya nadie me curaría si me lastimo, que ya nadie me sostendría del brazo si me ahogo.

Estaba cerrando los ojos por última vez, cuando sentí una fuerza en mi espalda, y como mi cuello se estiraba hacia atrás y mi pelo ya no molestaba en mi rostro.

Estaba subiendo.

Y lo último que recuerdo fue ver el brillo del sol y sentir que casi podría tocarlo;

Que casi podría llegar a correr la cortina de luz y suspirar de alivio.

Pero solo me segó,

Y después todo se oscureció otra vez.


Abro los ojos y doy una larga bocanada de aire sintiendo el frio por todo mi cuerpo. Una fuerte punzada de dolor atravesó mi cabeza. Me llevó la mano directamente a la frente mientras intento abrir los párpados, acostumbrándose al brillo del atardecer que se cuela por las hojas.

Lo primero que observo es un árbol torcido. Un árbol que nunca había visto. Y lo que más me llamaba la atención no era el árbol en sí, si no que todo lo que lo rodeaba, incluso el lago que estaba a sus pies.

Fue entonces cuando recordé haberme ahogado. Mi ropa todavía parecía estar mojada, aunque se notaba por el clima y la luz que ya habían pasado varias horas y que estaba anocheciendo. Lo último que recordaba fue haber salido del agua de alguna forma y sacar todo lo que había en mis pulmones, hasta caer inconsciente.

Me levante e hice un gesto de dolor cuando intente apoyar mi pie en la tierra mojada. Me siento y veo con confusión los pedazos de vidrio incrustados en la planta de mi pie. Y como si un rayo me atravesara, fue cuando retazos del pasado e imágenes se colaran en mi mente.

El sueño. la desesperación. la muerte de mi tío. la desaparición de mi mamá y la caída a un hoyo.

Y el dolor.

Fue como si el aire se me escapara del cuerpo, sentí como se me llenaban los ojos de lágrimas y como de volvia insignificante cualquier dolor que no sea el que sentía ahora en mi pecho.

Todo se fue, no me queda nada.

No se cuánto tiempo pase sentada mirando aquel árbol, esperando a que todo fuese un sueño. Pero solo me bastaba bajar mi mirada y observar mis piernas arañadas para saber que no iba a suceder. Me dolía el cuello y el dolor en mi cabeza me hacia sentir que iba a estallar. Necesitaba encontrar ayuda. Pero, ¿a quién? No sabía ni donde estaba ni como llegue hasta allí.

Estoy tan agotada en todos los sentidos que ni siquiera me importaba. Si me agarro un ataque como los que tenia de niña y corrí estando ya inconsciente la verdad es que no lo sabía. Y no me sorprendería, ya nada parecía sorprenderme.

Y como si una alarma se prendiera en mi cabeza, escuche la voz de mi mama:

Búscame.

Mire mis pies, y con mucho dolor, me obligue a sacarme los pedazos de vidrio más evidentes, me rasgue un pedazo de tela de mi pijama para ponerlo con todos los cuidados vendando mi pie. Sabía que quizás iba a ser para peor, lo sabía porque mi madre me enseño lo básico en primeros auxilios. Eso me entristeció y me impulso a ponerme de pie.

Los cuentos nunca duermenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora