Conociendo Al Ángel

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Se levantó exaltado, miró su reloj a su lado y ya eran las 7 am, se levantó rápido y se puso su ropa, salió corriendo de departamento con rumbo al centro de la ciudad, agradecía de cierta forma el haber ido al ejército le daba una gran ventaja.

Subió al tren a tiempo, llegó a su destino y volvió a correr, una vez en frente del edificio, acomodó su cabello y su traje, estaría sería su oportunidad.

No fue su oportunidad, lo rechazaron tan rápido como entró ahí, se sobó la frente frustrado, rebuscó de nuevo en el diario empleos, pero nada, soltó el periódico y una vez más se encontró con unos ojos color chocolate

—Señor ángel —dijo el pequeño.—¿Podría responderme una pregunta? —se acercó al hombre.— ¿Usted sabe dónde está mi mamá?

El inglés de cierta manera, no sabía qué hacer.

—Lo siento pequeño, yo no sé donde pueda estar tu mamá —dijo tratando de convencer al niño, más bien no pudo.

—Pero usted es un ángel —exclamó el moreno.—Los ángeles todo lo ven así que ¿sabe dónde está mi mamá?

—Yo... —no término de hablar porque nuevamente alguien interrumpió, está vez un muchacho de unos 12 años, tenía el cabello rubio y unos ojos azules, era delgado y bajito, se veía bastante agitado, tosió un poco para posterior hablar.

—¡Tony! —se acercó al pequeño y lo tomó entre sus brazos, el pequeño no puso resistencia alguna, al contrario, parecía más feliz al verlo.— No puedes alejarte de nosotros, podría pasarte algo —miro al inglés y retrocedió unos pasos aferrándose más al pequeño cuerpo entre sus brazos.—¡¿Quién es usted?! Si se atrevió a hacerle o insinuarle algo verá lo que le ocurre —dijo a la defensiva.  

—No Steve, él no me hizo nada, yo lo busqué porque él es un ángel —dijo llevando sus brazos al cuello del rubio y se aferró a el.— Él podrá ayudarme a buscar a mi mamá.

El rubio miró con tristeza al pequeño, no conocía bien la historia de la ausencia de la madre del castaño, pero había que el pequeño de cierta manera la extrañaba aunque no la recordará.

—Tony, no es un ángel —dijo el rubio.— No puedes hablar con extraños, podría ocurrir algo.—sintió como la cabeza del castaño se recargaba en su hombro.

—Él no es un extraño, su nombre es...

—¿Edwin?

Una mujer de castaños cabellos y pálida de origen inglés había aparecido junto a otros dos niños, una pequeña rubia y un azabache.

—¿Margaret?

—¡Edwin! —exclamó feliz la mujer mientras se le acercaba al hombre.

—¡Margaret! —se levantó de la banca y la recibió gustoso en sus brazos, fue un abrazo cálido, un abrazo sincero de verdadera nostalgia.—¡Dios! No te había visto desde hace años, así que ... aquí llegaste a parar ¿Son tus hijos?

—¿Qué? No, no, no tengo hijos —dijo divertida.—Ellos son Steve, Tony, James, mis ahijados y Sharon es mi sobrina.

—Ves Steve no es un extraño, tía Peggy lo conoce, no te preocupes.—dijo el castaño mientras sus manitas iban a las mejillas del rubio sosteniendolas y le regalaba un beso en la nariz.

El rubio se enrojeció al instante, devolvió su mirada al del castaño y sonrió, no podía enojarse con ese pequeño revoltoso, una tierna escena para cualquiera, menos para cierta rubia.

Enojada, le arrebató de las manos al pequeño castaño y lo dejo en el suelo sin cuidado alguno.

—No lo trates así Steve, recuerda que es un niñito malcriado y mimado —el pequeño en el suelo se encontraba a punto llorar.—Ni lo acostumbres a que te besé, después siempre lo hará, recuerda que eso está mal, los hombres no deben besar a otros hombres.

Steve la miró enojado se agachó donde estaba el moreno y sacó una servilleta de su camisa limpió las manos y la cara del menor.

—¿Me beso un hombre? —dijo irónico mientras tomaba el rostro del pequeño.— No me beso un hombre, me beso una donita ... Que me estoy a punto de comer.—comenzó a repartir muchos besos en el rostro del castaño el cual comenzaba a reír contento.

La rubia bufó molesta, mientras que James le hacía una mueca de burla, haciendo que esta se enojara y saliera atrás de él persiguiéndolo.

Peggy se dirigió a la banca donde estaba el mayor y se sentó, estaba agotada, el hombre imitó su acción, rio un poco al ver el estado de su amiga.

—Son muy despiertos.—dijo divertido mientras veía a su amiga.

—Si, sobre todo Tony —se enderezó un poco y para observar al más alto.—Ese niño apenas tiene 6 años, nunca se queda quieto —rio al ver como el castaño jugaba con el rubio en el suelo.—Supongo que lo saco de su padre.

—Howard ... ¿No es así? —mencionó, la castaña lo miró un tanto sorprendida y curiosa —ayer también el pequeño se me acercó y apareció él.—se excusó.

La inglesa lo vio fijamente para posterior ponerse a reír.

—Así que tú eras el simpático inglés —rio más fuerte al ver la cara de vergüenza de su acompañante.—Ah, que pequeño es el mundo ¿no lo crees?

Asintió el ojiverde, miró una vez su periódico y suspiró, la castaña notó de inmediato esa expresión.

—¿Hace cuánto llegaste aquí? —pregunto Carter.— Me enteré de lo de Ana, lo lamentó mucho.—dijo para concluir.

— 3 meses... —dijo desanimado.— Después de lo de Ana decidí cambiar de aires y llegué aquí, pero me ha ido mal, aún no encuentro empleó.

Margaret llevó su mano a su hombro y lo sobo, dándole apoyo, vieron como Steve se paraba y tomaba al infante en sus brazos y se acercaba a ellos.

El castaño traía algo entre sus manitas, una vez al frente de ellos el rubio habló.

—Disculpe por haberle gritado antes señor —expreso el ojiazul.—Ya sabe, tanto loco suelto, uno debe tener cuidado.

El inglés le regalo una sonrisa.

—No se preocupe joven, comprendo a la perfección, la verdad es que estuvo muy bien en hacerlo, siga cuidando de ese pequeño. —dijo el mayor, Steve asintió seguro, el castaño se removió un poco.

—¡Tía Peggy! ¡Señor Ángel! —dijo castaño extendiendo sus manitas hacia los ingleses, revelando las flores de color amarillo que tenía.— Para ustedes.

Ambos recibieron las flores, Peggy se la coloco en su cabello y se paró de la banca, al igual que Edwin.

—Bueno querido, fue un placer haberte visto, te deseo suerte —le dio un abrazo al más alto.— ¡Sharon! ¡James! Vengan nos vamos.

Los mencionados fueron hacia la mujer, Steve llevaba a Tony en sus brazos, empezaron a caminar, Jarvis tomo su periódico y se volvió a sentar en la banca, pero algo le quito la atención.

—¡Adiós Señor Ángel! —grito el pequeño castaño, formo una sonrisa, Edwin creyó que era la sonrisa más inocente del mundo, no pudo evitar sentirse enternecido ante el gesto.

Imito al menor, le regalo una sonrisa que hizo reír al castañito, sin duda ese niño era todo un tesoro, muy dentro de su interior tenía el presentimiento que lo volvería ver, también al padre de este, por alguna razón despertaba una gran curiosidad en él y una gran necesidad de ayudar al azabache en lo que sea que pudiera.

Ángel [Jaward AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora