CAPÍTULO I

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DAMIEN.

Hace dos años.

El mundo y yo no estábamos en sincronía. Todo lo que me rodeaba se sentía tan falaz, irreal, al igual que en un mal sueño. Mi mente y mi cuerpo no estaban en el mismo sitio y no podía evitar sentirme como un parásito que no pertenecía a este planeta.

Me sentía vulnerable.

Por mucho que intentara mirar hacia adelante, no había nada frente a mí. Mi futuro se había convertido en una gran mancha oscura de incertidumbre.

¿Cuánto tiempo más podría resistir así?

La muerte de Dimitri había ocurrido de una manera tan inesperada que terminó bloqueando mis emociones por completo. De alguna forma, mi mente seguía pensando que en algún momento él se levantaría para burlarse de mí y hablar en su raro idoma.

El día del funeral de Dimitri, tuve suficiente tiempo a solas junto a su feretro. No podía creer que frente a mis ojos estuviera un tipo idéntico a mí, muerto. El hecho de que se tratara  de la única persona que se preocupaba por mí lo hacía mucho peor.

Le dije todas las cosas que me hubiera gustado haberle dicho antes. Estuve hablándole a su cuerpo sin vida durante horas, en un intento de recuperar nuestro tiempo perdido. Sabía que no iba a tener una respuesta de su parte, pero era reconfortante el solo imaginar que podía escucharme.

—Si te encuentras a papá tocando las puertas del cielo, dale un buen golpe de mi parte —bromeé, pero el eco de mi voz era lo único que me acompañaba en el lugar. Miré hacia el suelo y mi sonrisa se desvaneció—. Y dile que lo extraño como nunca antes. No lo odies por venderte, tú tuviste una mejor vida que Auro y yo. Tuviste lo que nosotros nunca pudimos, el amor de una familia.

Reflexioné un poco sobre lo que estaba haciendo. En verdad le estaba hablando a un jodido cadáver como si pudiera escucharme. Me veía patético y seguramente Dimitri creería lo mismo si pudiera verme.

Mis labios se curvaron ligeramente. A él le gustaría verme feliz.

Me acerqué a el cuerpo de Dimitri, sonreí y le coloqué su brazalete justo en la muñeca derecha.

—Te dará suerte a donde sea que vayas a partir de ahora. Espero te encuentres con Irina, pero no me olvides a mí. Gracias por protegerme como el hermano mayor que eres. Nunca te olvidaré, Di.

Decidí cerrar mi ciclo de dolor junto con su ataúd.

La familia adoptiva de Dimitri viajó hasta Nueva York para despedirse de él. Katerina apareció destrozada frente a mis ojos, abrazada de quien podía suponer era la señora Fomin. Los ojos de todos se abrieron de golpe al encontrarse conmigo, en especial los del padre. Aparentemente no esperaban que Di y yo fuéramos tan parecidos.

Ahí estaba él, Nikolai Fomin, el hombre de la fotografía junto a mi padre. El hombre que compró a mi hermano cuando eramos unos bebés. Aunque tenía ya algunos años encima, líneas de expresión en su rostro y canas en su cabello, pude reconocerlo de inmediato.

Durante todo el funeral sus ojos estuvieron enfocados en mí. Su boca se mantenía abierta, como si su impresión fuera tan grande que no le permitía cerrarla. No dejaba de jugar con sus manos lleno de nerviosismo, por lo que finalmente decidí acercarme a él para hablar cara a cara.

IGNATI [#3] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora