ZOE.
Mi pie izquierdo arrastraba por la calle. Mi mano izquierda hacía presión sobre la herida en mi muslo para evitar que la sangre escurriera. Mis labios reprimían mis quejidos para evitar ser escuchada. Estaba huyendo.
Los hombres que me interceptaron intentaron subirme a toda costa a su camioneta. Escucharlos pronunciar ese nombre fue más que suficiente para saber las intenciones que tenían conmigo.
Mason Coleman.
¿Cuántas vidas tenía ese hijo de puta? ¿Cuántas veces más tendría que escuchar ese maldito apellido? ¿Cuántas veces tendría que huir de él o su gente? Estaba harta de todo lo que tuviera que ver con él.
Si no hubiera sido por la insana obsesión que adquirí en Washington por la autodefensa, probablemente esos hombres ya me habrían llevado con él. Habían sido dos años de tranquilidad, de no verme en vuelta en peligro; finalmente el día de hoy recordé porque comenzó mi obsesión por la defensa personal. En el fondo, sabía que la serenidad que estaba viviendo era tan solo pasajera.
Mis entrenamientos diarios habían dado fruto, había podido escapar de un montón de hombres que me doblaban el peso y la altura, sin embargo, no logré salir ilesa. Mi cuerpo había resultado herido por varios golpes, y mi pierna, atacada en más de una ocasión por una navaja de caza. Aproveché el estado de inconsciencia en el que dejé a los hombres para huir, antes de que despertasen y volvieran a buscarme.
Comencé a acelerar mi paso por la calle, intentando ignorar el increíble dolor de mi pierna sangrante. Debía llegar a casa tan pronto como fuera posible o me desvanecería aquí mismo por la pérdida de sangre.
Deseé internamente que algún auto pasara y me auxiliara, pero como ya era sabido, en este lugar no había ni un alma por las noches. Era yo, conmigo misma, como siempre.
De todas formas, tampoco podía frenarme por ningún motivo. Esos hombres estaban tras de mí, y era cuestión de minutos para que alguno despertara y comenzara a buscarme. Debía avanzar sin importar qué.
En un intento por pedir ayuda, saqué mi teléfono y llamé a Kian, sin embargo, no respondió.
Respiré una vez que divisé mi casa a unos cuantos metros. El ardor en mi pierna se intensificaba y con mi paso, y a este paso, ya comenzaba a dejar un camino de sangre.
No puedes detenerte ahora, Zoe.
Hice un poco más de presión sobre mi herida y continué acercándome. El recorrido hacia la puerta de mi casa nunca me había parecido tan largo. Una vez ya entrando al jardín, y mientras seguía cojeando, pude percatarme de que un auto negro estaba estacionado justo enfrente. Inmediatamente, mi sentido de alerta me dijo que huyera, que muy seguramente se trataba de los mismos hombres de la camioneta y estando tan malherida, no podría escapar.
Ni loca regresaría con Coleman.
Estaba a punto de darme la media vuelta y huir, cuando entonces, la posibilidad de que pudieran hacerle daño a alguien de mi familia me invadió, seguida del miedo. No iba a permitir que el nombre de Mason Coleman volviera a dañarme a mí o a los que quería.
Di pasos largos hasta la puerta, completamente decidida a enfrentar a quien fuera que estuviera adentro. Tomé unas cuantas respiraciones, adopté una postura de ataque y abrí la puerta tan rapido como pude para evitar alertar al enemigo de mi presencia.
Nadie a simple vista.
Continué adentrándome cautelosamente, procurando no hacer ningún ruido y sin abandonar mi postura de guardia. Revisé a detalle la sala y no pude encontrar nada, después la habitación de mamá y la de Will, sin embargo, no parecía haber nada fuera de lo normal; no había cerraduras forzadas o algún signo de violencia a simple vista, por lo que si alguien había logrado entrar en casa, debía ser alguien muy meticuloso.
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IGNATI [#3]
Mystery / ThrillerDos años después de la captura de Mason, Damien tiene una nueva vida en Nueva York, Zoe cursa su último año de universidad y Auro es finalmente declarado inocente ante la justicia. Sin embargo, un nuevo enemigo aparece y hace que todos tengan que re...