Vino espumoso, una vajilla costosa, pastas en todos los estilos, salmón en salsa cremosa, más de diez diferentes tipos de frutas, baguettes cortados en rebanadas, pastel de queso, crema de nuez y helado de yogur.
¿Estábamos festejando que Auro había salido de prisión o era la maldita cena de navidad?
La mesa estaba exageradamente llena de comida para solo tres personas y siendo honestos, más de la mitad iba a terminar en la basura. Ni siquiera el hombre más glotón del mundo acabaría con este enorme festín.
Por lo menos Auro parecía un poco más feliz.
Una vez que nuestro estomago simplemente ya no podía aceptar más comida, le pedí que saliera al jardín conmigo. Había estado preparando una sorpresa para cuando finalmente lo liberaran, así que el momento de mostrársela había llegado. Intenté cubrir sus ojos con mis manos para evitar que la descubriera antes de tiempo, pero amenazó con enviarme a Pakistán mientras dormía si volvía a poner mis manos en su rostro.
—Puedes abrir tus ojos —le anuncié, colocándolo delante de su regalo. En cuanto sentí su mirada, extendí mis brazos con una sonrisa. —¡Tarán!
Como era de esperarse, no hubo reacción alguna en su rostro.
—¿Un auto? —preguntó, observando su nuevo BMW negro con una ceja ligeramente arqueada—. Matthew, tengo uno exactamente igual.
Bajé la mirada y mi nerviosismo se hizo presente, por lo que comencé a jugar con mis manos.
—Sí, yo... Tal vez lo choqué y quedó un poco inservible —admití con pena.
Auro cerró los ojos y soltó un largo suspiro, intentando no perder la cordura.
—Juro que ahora sí vas a amanecer en Pakistán.
Comenzó a dar pasos hasta mí, molesto y dispuesto a hacerme pagar por su auto con mi sangre, sin embargo, lo detuve con mis manos.
—Espera, espera, tengo algo más —hablé protegiéndome detrás de ellas.
Rápidamente rebusqué en el bolsillo interior de mi chaqueta. De él saqué una vieja y maltratada bolsa de papel con un nudo arriba y se la entregué sin más. Él arrugó el entrecejo, la miró confundido, la tomó y la rompió despreocupado para ver su contenido.
Al ver lo que había dentro, entonces sí hubo una expresión en su rostro. Sus ojos azules se abrieron un poco más de lo normal, mostrando que ese regalo no se lo esperaba para nada viniendo de una persona como yo.
—Crimen y castigo —dijo leyendo el título del libro con una sonrisa y aparentemente, sin poder creer que se lo estuviera regalando.
—Una de las primeras ediciones. Esa novela es más vieja que mi tatarabuela, así que fue un trabajo difícil encontrarlo —le confesé, esperando que reconociera mi sacrificio, pero en cambio, seguía admirando cada detalle del libro y me había dejado a mí en segundo plano—. Se dice gracias, maldito perro.
Desde que Auro entró a prisión, desarrolló aún más su hábito por la lectura. No había nada más que hacer dentro de las rejas y los reos con buena conducta tenían acceso a una biblioteca con los libros más anticuados de la historia —como si eso fuese una recompensa—. Él, al igual que muchísimos reclusos más, se refugió en la lectura para no morir de aburrimiento.
Auro me contó sobre muchos libros que lo habían ayudado a que su proceso penal fuera más ligero, pero sin duda, su salvación había sido Crimen y Castigo, una historia añeja sobre un joven que cursaba la carrera de Derecho, comete un crimen y acepta su culpa, sabiendo que ahí afuera hay una chica que lo amará por el resto de su vida.
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IGNATI [#3]
Mystery / ThrillerDos años después de la captura de Mason, Damien tiene una nueva vida en Nueva York, Zoe cursa su último año de universidad y Auro es finalmente declarado inocente ante la justicia. Sin embargo, un nuevo enemigo aparece y hace que todos tengan que re...