CAPÍTULO XIII

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No era mi lugar mi lugar favorito, definitivamente, pero siendo sincero, los asientos del Mercedes de Ignati eran bastante cómodos. No recuerdo haber sentido tal comodidad en mi vida, sobre todo, si tomaba en cuenta que acababa de pasar la noche en una desagradable camilla con ácaros en la sala de emergencias.

Los hijos de puta me habían tomado por sorpresa. Después de esa llamada, estaba convencido de que pasarían varios días antes de que pudiera ser libre nuevamente. Me esperaba de todo, menos que ellos vinieran a mi rescate en menos de veinticuatro horas.

Con que así se sentía tener una familia.

—¿Qué demonios? —pregunté una vez que el vehículo ya estaba en marcha y cuando sentí que mi respiración comenzaba a regularse.

Ignati conducía a alta velocidad, alejándonos de la estación de policía tan rápido como le fuera posible. Auro era su copiloto. Yo, por suerte, iba en los asientos traseros.

Había pasado tiempo desde la última vez que lo vi, o bueno, que los vi a ambos, pero sin duda alguna, Ignati seguía luciendo tan ridículo como siempre. Lo primero que pude notar en su "nuevo estilo" fue que en su mano derecha tenía puesto un guante táctico de medios dedos color negro. Eso debía ser nuevo en su closet. Su chaqueta seguía siendo negra y en su cuello aun había algunas cadenas. Por si eso fuera poco, mientras conducía protegía sus lindos ojos grises del sol con unas gafas Balenciaga. Auro, por otro lado... bueno, era Auro. Él seguía con su estilo simple, una sudadera negra en estilo oversize y pantalones de mezclilla claros.

—Acabamos de salvarte el culo —replica Ignati.

—Bueno, nunca creí decir esto, pero me alegro muchísimo de verlos, hermanos. ¿Cómo lo hicieron?

Con curiosidad, incliné mi torso hacia adelante para estar más cerca de ellos y poder escucharlos mejor. Auro giró su cabeza en dirección a la ventana inmediatamente, poniendo una clara distancia entre los dos.

—Dinero. Mucho —responde él con seriedad—. Sabes que a Ignati no le importa gastar en tonterías.

—Era eso o tratar de adivinar en donde está Mason nosotros mismos —se defiende el castaño—. No hemos sabido nada de él en dos años. En cambio, Damien lo hizo su mascota, o algo así. Lo conoce mejor que nosotros, así que aunque no me agrade esto, creo que lo necesitaremos si queremos acabar con el psicótico de una maldita vez.

Con una gran sonrisa de satisfacción, coloqué mis manos detrás de mi nuca y apoyé mi espalda en el respaldo del asiento. Finalmente, después de tanto tiempo estaban aceptando que me necesitaban en su equipo. Y es que era claro, tal como Ignati lo había mencionado, difícilmente habría otra persona que conociera a Mason como lo hacía yo, y a pesar de todas nuestras diferencias, los tres queríamos lo mismo: acabar con él.

El interior del coche de Ignati me sacaba de mis pensamientos. Estaba asombrado, sin duda. Era un auto completamente de lujo y parecía ser nuevo. No podía dejar de pensar en como su vida, la de él en específico, había sido tan sencilla desde su nacimiento hasta ahora. Un padre multimillonario, que sí, quizás era distante, pero tomando en cuenta lo problemático que era, el que estuviera lejos era lo mejor. Los lujos nunca le faltaron, en la universidad era el chico más popular, siempre vivió en una mansión enorme llena de sirvientes para llenar el vacío de sus padres, y por si no fuera suficiente, se robó a mi hermano gemelo.

Ignati lo tenía todo. Él jamás sufrió ni un poco de lo que Auro y yo tuvimos que pasar.

—¿Cómo llegaron tan rápido hasta aquí? ¿Y de dónde sacaste este auto? Creí que tu colección solo estaba en Los Ángeles —externé mi curiosidad.

IGNATI [#3] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora