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Horas después, ya caída la noche, Merlin seguía atendiendo al príncipe, acomodando su ropa que había lavado hace poco, pero durante todo el tiempo permaneció esa tensión que se había generado en el consultorio de Gaius

Arturo no le dirigía palabra más que para mandarle a hacer otra tarea, ni siquiera cuando dejó caer estruendosamente una bandeja llena de comida y esparcir toda está por el suelo, simplemente dijo que lo limpiará y fuera por más comida a la cocina

Tanto tiempo sin levantarle la voz lo ponía nervioso, sentía que en cualquier momento lo tomaría del cuello y le obligaría a soltar la verdad, pero aunque estuviese tan callado y con mirada molesta no mostraba ninguna intensión asesina

Cuando terminó de acomodar su ropa, dejó un par de prendas para dormir sobre la cama del príncipe, mirandolas un segundo para asegurarse que estuviera todo en orden, y después volteó hacia el escritorio de la habitación donde Arturo estaba revisando algo en una hojas

-Mi Lord, ¿Está listo para dormir?-avisó desde su lugar esperando alguna respuesta, el otro simplemente suspiró y se acercó a la cama, Merlin lo ayudó a quitar su cota de malla, sus muñequeras y guantes

-Deja el resto, vete a descansar-al escucharlo el morocho dudo un poco, pero no sé atrevía a contradecirle, simplemente se inclinó, le deseo buenas noches y se retiró

En el camino dejó salir sonoramente el aire de sus pulmones, no sabía cuando había estado reteniendo aire. Estaba muy extrañado con esta actitud del príncipe, ya lo había visto así, cuando no alcanzaba las espectarivas de su padre o cuando sentía que se quedaba en ridículo por cualquier motivo, guardaba silencio, se le veía molesto, pero en esta ocasión su enojo no se liberaba con nada, otras veces si hacía algo o decía algo que lo alterará tan solo un poco, le insultaba o le gritaba, pero por experiencia sabía que era más beneficioso, entre más gritos su coraje bajaba y al par de horas ya estaba como siempre

Ahora no entendía qué le pasaba, ya había visto estos episodios de modificaciones de comportamiento desde hace tiempo, para algunos eran sutiles, pero para él sí eran muy diferentes del primer Arturo que conoció, no duraban mucho pero cada vez se presentaban más seguido, y desde la llegada del reino vecino, había tenido más, contando ésta ya iban tres en menos de una semana, eso era un récord

Mejor era dejarlo por la paz, le volvería a doler la cabeza si lo pensaba demasiado, la luz de las antorchas era relajante y lo calmaron hasta el punto de producirle sueño, aunque no tenía mucha prisa por llegar a su habitación

Aunque su caminar se detuvo al llegar a un cruce en los pasillos, desde su izquierda la joven rubia apareció, sosteniendo una jarra de agua fresca y un rostro algo sosprendido por verlo, él simplente le sonrio y al segundo ella le respondió

-Volviste a salvarme, Merlin-

-Ésta vez deberías agradecerle a Gaius, yo no hice nada-ella asintió con una pequeña risa, y el silencio se presentó un segundo, entonces con un tono más serio el mago retomó la palabra-¿Dónde aprendiste ese hechizo?

La chica lo miró un segundo, preguntandose si era prudente hablar de esto en medio de los pasillos, pero ya casi todos estaban dormidos y no se veía un alma cerca

-... De mi madre, ella y su hermano, mi tío Valdir, el hombre que atendió Gaius esta tarde, eran descendientes de un grupo de druidas curanderos, aprendieron desde pequeños-

-Gaius me habló un poco de ellos, sus hechizos son increíbles-

-Lo son, pero ponian demasiado de sí en ellos, de aprenderlos era seguro que morirían en algún momento cercano-

-¿Entonces por qué ella te los enseñó? -lo había dicho con un tono un tanto molesto, pero la chica no lo tomó a mal

-Yo se lo pedí... Los hechizos sólo funcionan si es alguien más a quien se cura, no funcionan con uno mismo, desde pequeña supe que mi madre tenía magia, y cuando comprendí los hechizos que hacía quise aprenderlos de inmediato porque en ese entonces mi padre estaba enfermo, no sabíamos que tan grave era, pero mi madre usaba esos hechizos de vez en cuando para aliviar sus molestias, yo la miraba cansada y quise ayudarla a atender a mi padre, así que le insistí e insistí hasta que la convencí, claro que no me dejaba ir tan lejos al usarlos y no los usaba muy seguido, pero siempre me esforzaba y los aprendí lo mejor que pude-

-¿Tu tío nunca les ayudó? -

-Mi madre nunca le dijo, y ella le pidio a mi padre no decirle, no sabíamos que tan grave era su enfermedad, así que no quería arriesgarlo, bastante tenía con que yo me posiera en riesgo, y mi padre siempre se vio sonriente fingiendo estar completamente sano-

-¿Y los demás druidas?-

-... Mi madre y mi padre se conocieron por casualidad, fue amor a primera vista, a él no le importó que fuera hechicera, en cambio los druidas no estaban muy de acuerdo con que mi madre se casara con una persona común, y eso a ella no le importó, decidió desertar del grupo y fue a vivir con mi padre en una pequeña aldea cerca del reino de Bernicia; mi tío era muy cercano a ella, así que poco después la siguió, de cualquier forma, no tenían familia directa que los atara a los druidas. Se asentaron como personas comunes, mi padre hacía ropa, mi madre vendía remedios caseros y mi tio ganaba dinero haciendo comidas para todos, ganaban lo suficiente para vivir cómodos, al poco tiempo llegué yo, un bebé aumentó los gastos, pero mi tío se hizo de fama, la noticia de sus increíbles comidas llegó a Bernicia y al poco tiempo fue contratado en la cocina real, se mudó y desde allá mandaba dinero, así por varios años vivimos bien, hasta que mi padre enfermó... Tratamos su mal por muchos años, pero hace tres años se puso tan grave que no podía levantarse la cama, y antes de que mi tío se enterara o yo pudiera hacer algo, mi madre lo curó completamente, pasó su enfermedad a ella, y poco tiempo después falleció-

Su mirada se volvió algo melancólica, pero se mantenía firme con una sonrisa, el morocho se quedó en silencio esperando pacientemente que continuará con su historia

-Cuando mi tío se enteró, se molestó al principio, pero conocía los riesgos de saber estos hechizos, mi padre no ganaba tanto como mi madre, así que nos manteníamos con lo que teníamos y con lo que mi tío nos mandaba, pero no era suficiente, mi tío nos convenció de mudarnos a Bernicia, allá mi padre comenzó a trabajar con una costurera, yo quería hacer mi parte y mi tío me dijo que podía trabajar como sirvienta en el palacio, al principio sólo lavaba ropa y limpiaba pisos, pero el rey vio dedicación en mí y me volvió dama de compañia de la princesa-

-Ganamos este puesto de maneras muy diferentes-se rió un poco con lástima a sí mismo, Támara lo miró un tanto confundida

-Se que puede ser muy peligroso el usar estos hechizos, pero es raro... Sí tengo miedo de morir, pero mi conciencia me dice que si tengo la capacidad de salvar a alguien debo hacerlo, y no dudaría-la sonrisa del morocho desapareció al instante, sintiendo una creciente preocupación y angustia, la chica lo notó y le sonrio tranquilamente-No te preocupes, Merlin... Estos hechizos son como una condena, pero... Si dar mi vida por alguien más es mi destino, estaré en paz con él

-¿En serio? -la rubia asintió, no se veía duda en ella

Estaría dispuesta a morir por dar vida a alguien más, era su convicción, una muy noble, ¿Qué tan egoísta podría ser si le pedía vivir, no importa si es a costa de la vida de quien sea?...

Un Amor Real | MerthurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora