tarta de selva negra.

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Por los años que llevaban juntos, logró darse cuenta que a Togami jamás le agradó la idea de estar con mucha gente apesar de, literalmente, tener que ver a demasiadas personas todos los días debido a su trabajo.

Nunca lo demostró; de hecho, la mayoría creía que le encantaba dar a conocer sus ideales frente a multitudes, cuando no era así. Fue educado para mantener siempre la compostura, pero aquél nerviosismo lo acompañaba en todas y cada una de sus reuniones. Lo único que podía hacer, era enfrentar sus miedos y aparentar estar cómodo.
Incluso si el evento al que debía asistir se trataba de él (algo que ocurría a menudo) deseaba que éste acabase pronto para irse a su casa, donde podría estar tranquilo sin nadie que lo agobiara.

Naegi lo entendía y por ello, en ésta ocasión, se negaría a invitar a los amigos de ambos y ex-compañeros. No se preocuparían por tener el orden en su vivienda, ni por estar al pendiente de divertir a los demás; sólo serían ellos dos.

Estuvo toda la noche anterior preparando una tarta de Selva Negra, la favorita de su pareja, con máxima esperanza a que saliera tal y cómo la tenía planeada. Vió un montón de tutoriales, tantos que si volvía a escuchar la oración "Bienvenidos a mi canal, hoy les enseñaré a.." pensaría en poner una mezcla de harina y agua en sus oídos.
Se esmeró bastante, mucho más que en su exámen de ingreso a la universidad, y por su suerte el postre llegó a tener un sabor "decente". Era su primera vez cocinando algo que no fueran huevos revueltos; exigirse más no tendría caso.

Dejó la mesa ordenada, para levantarse y simplemente, sacar la tarta del refrigerador y servirla, junto al café. O esa era la idea.

—¿A dónde vas? —preguntó una voz soñolienta que conocía a la perfección.

—Voy a preparar el desayuno. —respondió con amabilidad.

—Era mi turno. —dijo y se sentó en la cama, tallando sus ojos.

—¿Ah, sí? No recuerdo, jeje.

—Ajá, hice panqueques y a tí se te dió vuelta el té encima mío. Los pantalones siguen sucios. —reprochó por lo último.

—¿Ya los lavaste cómo te dije?

—Aún así.

—¿Seguro?

—¿Por qué no lo estaría? Me vas a tener que comprar unos nuevos.

—Tienes muchos más.

—Ese era mi favorito.

—¿En serio? —se sorprendió.— Ay, perdón; no sabía. Los intentaré lavar y-

—Te estoy bromeando. —se volvió a recostar en la cama.— Me llamas cuando termines.

Asintió y con una sonrisa en su rostro, salió de la habitación, dirigiéndose a la cocina.
Entre sus piernas una linda felina se cruzó, en un modo de saludo y le maulló; haciéndolo entender enseguida que tenía hambre, por lo que le fue a servir comida en su plato antes de todo lo demás.
Al acabar con ello y darle unas cortas caricias, puso a hervir el agua y del refrigerador sacó la tarta, con sumo cuidado, y la dejó sobre la repisa.

Abrió el mueble donde tenían todos los platos y tazas. Por desgracia, anoche el sueño le ganó y se fue a dormir antes de lavar lo que había utilizado al cocinar (de allí, el espacio vacío en el comedor donde deberían estar las losas); ahora, se arrepentía de ésto, pero se vió obligado a cumplir con su labor.
El agua estaba helada, cómo todas las mañanas, y sus manos se enrojecieron por recibirla. Cuando acabó, los dejó en la mesa sobre los individuales y fue en busca del hervidor. Sirvió el agua en su taza, teniendo la precaución de no quemarse, hasta que escuchó un maullido y ronroneo.

—¿Que pasó, Lucy? —le habló, con un tono de voz cálido. La gatita se subió a una silla, queriendo ir por a la mesa.— ¡No, no! Abajo, vamos, es peligroso.

Notó cómo ella no le hizo caso a sus advertencias; optó por tomarla en sus brazos y bajarla. Sin embargo, al agacharse, accidentalmente movió el vidrio y éste cayó, rompiéndose en muchos pedazos por todo el suelo y derramando el agua que si no fuese por su despiste, sería el té.
Dió un suspiro; recogió los fragmentos y decidió secar luego, pues ya estaba tardando bastante en preparar el desayuno y Togami llegaría por su cuenta, sin ser llamado. Por el estruendo, Lucy se fue a esconder a su casita, por tanto, no tendría que preocuparse en espantarla.

Se devolvió a la cocina y llevó la tarta al comedor, la cortó en porciones y le dió una a cada plato. Al revisar el que vendría siendo del rubio, por mera curiosidad, notó que lo había lavado mal; soltó otro suspiro, no podrían pasarle más percances, ¿dónde estaba su buena suerte en éstos momentos?
Llevó el trozo junto a la losa hacía la habitación de la que venía e intercambió los platos por uno que sí se encontraba en buen estado y aprovechó de traer otra taza, remplazando la que había roto.

"¿Por qué no traje el plato nada más, en vez de llevar la tarta a la cocina?" se preguntó a sí mismo, riéndose de su acción.

Era cómo una carrera ir de cuarto a cuarto y entendía lo peligroso que era correr con comida en las manos, pero le restó importancia.
Terminó de, otra vez, sevir el agua y se apresuró en limpiar con una servilleta la que cayó sobre el mantel. Mas, escuchó unas pisadas bajar por las escaleras y una voz hablándole.

—Se escuchó que tiraste algo, ¿o es mí idea? —dijo Togami, caminando hacia él.

Estaba vestido con una camisa gris y pantalones negros, ambos holgados. En realidad, seguía con su pijama, eso explicaría su rostro que desmontaba el sueño que sentía.
Notó cómo caminaba por el lugar donde había caído la taza y el agua; quiso avisarle pero ya era demasiado tarde, pues su pareja yacía ya en el piso, después de haber recibido un fuerte (y un poco gracioso) golpe al caer, provocando que soltara un quejido.

Le dió una mano, ayudándolo en levantarse con rápidez; lo último que deseaba, además de que no le gustase la tarta, era que se empapara.
Lo sentó en su silla y le dió un pequeño beso en la frente, soltando una pequeña risilla.

—¿Feliz cumpleaños..? —felicitó, dudando si éste era un buen momento para decirlo.

—Qué linda sorpresa recibirme con un golpe.

NA: diosito xq esta mierda debe ser tan larga

oneshots: 𝗻𝗮𝗲𝗴𝗮𝗺𝗶 / thh.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora