Era insoportable tener que escuchar al chico todas las tardes, sin falta alguna. Ni siquiera le agradaba y fingir que lo hacía era aún más molesto.
Creyó haberle dejado claro en distintas ocasiones que su presencia no era una que valoraba y ni con aquello podía quitárselo de encima; empezaba a creer que el tipo era masoquista o un verdadero idiota.
No lo conocía. Esas anécdotas que le relataba eran demasiado aleatorias y sin importancia: llegaba a ser imposible entender el contexto de cada una apenas sabiendo el nombre del contrario. ¿Cómo llamar amigo a alguien que te parece sospechoso debido a su confianza tan repentina?
Casi al punto de optar por quitarse los oídos sólo para librarse de la irritante voz, decidió ser directo. Detuvo su paso y el castaño rotó su cabeza, intrigado pero con una sonrisa en su rostro. Allí habló.
—¿Podríamos, al menos una vez, tener un recorrido en silencio? —preguntó de forma retórica, con notable enojo en su voz— Apenas nos conocemos y me sigues por todos lados.
Makoto se volteó por completo, quedando frente a frente. Byakuya ni se inmutó, él no tenía que sentirse avergonzado de nada.
El mas bajo dió un largo suspiro y se formó un silencio incómodo. Ninguno abrió la boca para decir algo, quizá queriendo guardarlo o simplemente sin desear empeorar las cosas.
—Togami... —empezó Naegi, mostrando su agotado ánimo—, si no fuera por mi, dudo que estuvieras caminando a tu casa.
NA: CASI UN MES DESDE QUE NO ACTUALIZO ESTO DIOS MÍO
