donde caben tres, sobra uno.

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Siempre fue un inexperto en el amor; ambos lo eran, en realidad, y aún así estaba dispuesto a darle consejos aunque sea desconcertante que no pudiese saber qué mierda quería de regalo su novia para un aniversario. Se supone que llevan dos años, en ese tiempo juntos, ¿aún no tiene claro lo que le gustaría?
Preguntarle a tu amigo a los primeros meses es comprensible, y más si es tu primera pareja, ¿pero ahora? Le hacía preguntas y más preguntas cómo si él fuera cercano a la chica.

¿De qué forma sabría qué flores le gustaban? Se trataba de una detective, era difícil conocer sus preferencias incluso si eras su mejor amigo (o novio, en éste caso).
Seguía sin comprender en qué momento el castaño se enamoró de ella siendo tan aburrida. Hablar con la misma era cómo estar frente a una pared. Todo el tiempo se mantenía callada y esperaba a que el contrario hablase, nunca empezaba la conversación, sólo la terminaba, sin despedirse; desaparecía del lugar.

No podía imaginarse las citas que tenían. Makoto siendo un chico tan amable... ¿Con ella? ¿Tomando un helado? ¿Qué hablarían?
Quizá Kyoko era más abierta con él y éste nunca se dió cuenta; a veces era bastante despistado en los pequeños detalles y cuando cae en ellos, ya es muy tarde. Podría ser que no le prestaba atención a lo que decía; seguro que en una ocasión le contó cuáles eran sus cosas preferidas y no se enteró.
O no, pues se notaba el cariño que sentía hacía ella, y sólo no hablaban sobre sus gustos.

Tenía tantas dudas sobre su relación, pero no se entrometería. De todas formas, el tener preguntas sobre parejas ajenas no estaba bien; no era factible.

Cada que se juntaba con Naegi, en vez de hablar de cosas triviales con él, ahora siempre se trataba de su novia. Kirigiri esto, Kirigiri lo otro. Era su amigo, no Cupido; ¿por qué creía que le interesaba escuchar cómo fue su última cita?
Quería que las cosas volvieran a ser cómo antes; sonaba cliché, "el chico del grupo de tres que quedó solo, haciendo el ridículo" era una temática bastante usada en tantas películas sin sentido, pero algo que sucedía a menudo, y lo odiaba.

—¡Togami, Togami! —llamó la irritable voz de su amigo, entrando a su aula.

Iban a clases distintas gracias a su insistencia; estaba harto del castaño que lo desconcentraba hora tras hora con su noviecita. Era un poco raro ver otras caras a las que no estaba acostumbrado. Pero se encontraba en la academia para estudiar, no para tener millones de amigos, por lo que no le preocupaba.
Aunque en el almuerzo continuaba viendo a sus anteriores compañeros, porque claro, no podía alejarse de todos así cómo así.

—¿Qué quieres?

—¿Me acompañas al centro comercial? Tengo que comprarle algo a Kirigiri y me gustaría que me ayudaras. —dijo, animado.

—¿Es su aniversario de dos días o algo?

—No.. Pero sería lindo darle un regalo, ella es muy buena conmigo y nunca se lo agradezco, jeje. —rascó su mejilla con el dedo índice.

"Ni conmigo lo haces" pensó.

No se podía negar, era su único y primer amigo; le tenía bastante aprecio a pesar de lo cansador que eran sus constantes peticiones ridículas. Fue la primera persona que se acercó para conllevar una amistad, en vez de estar interesado en su dinero.
Puede que ésto haya cambiado a lo largo de los años.

A pesar de ello, hoy sería la excepción.

—No puedo ir, lo siento, ahí ves tú cómo te las arreglas. ¿No llevan mucho tiempo, dices? —se escuchó el suspiro del castaño, que tomó una silla de otro banco y se sentó a su lado, dejando su mochila en el suelo. De todas maneras, el aula estaba vacía, nadie se quejaría.

—Claro, pero los regalos que me ayudas a elegir siempre le gustan a Kirigiri, los míos no. —explicó con cierta vergüenza.

—En algún momento no voy a estar y no te ayudaré, ¿qué harás?

—¡Dudo que eso pase! Eres mi amigo, los amigos se ayudan. Por favor, Byakuya.

—Te he ayudado todos éstos meses, estaría bueno que mínimo una vez hagas tus cosas sin mí. —se levantó de su escritorio, guardando sus cuadernos.

—Togami, sé que no te cuesta nada. Casi nunca tienes cosas que hacer después de clases.

—Hoy sí, qué pena.

—Mientes. —contradijo.— Me lo hubieras dicho en la mañana.

—¿Qué pasaría si te cuento que no te digo todas las cosas que me pasan?

—Creería que mientes, de nuevo.

—Tienes la mente de un mocoso.

—¿Eso es un sí?

—No. Hasta luego, Makoto. —se despidió y dejó caer la mochila en su espalda, dirigiéndose a la salida del aula.

Sentía cómo si no tuvieran la amistad de un entonces. Creía estar solo de ida y vuelta de su casa a pesar de tenerlo a su lado contándole las tonterías que hizo con su novia el fin de semana.
Parecía que le quería echar a la cara los felices que eran juntos a propósito para que se le fuera de la cabeza sea cual sea la pequeña esperanza que tenía de volver a ser pareja en algún momento.

Era horrible verlos pasear entrelazados de las manos por todos los lugares posibles, el ver cómo los verdosos ojos de Naegi se iluminaban cada que hablaban de la chica, cómo saltaba de felicidad cuando le contaba la larga conversación que tuvieron el día de ayer o sobre el pastel que cocinaron juntos gracias a la receta que le sugirió.

Siempre era ella, nunca él.
Al diablo sus sentimientos, Kyoko iba primero que todos, ¿no es así? Novios eran y lo tenía claro, en sí, los peores novios que conoció en toda su vida. Los más irritantes y envidiables.

Una mano tomó la suya con delicadeza, tironeándola hacía atrás y, obligado, se dió media vuelta quedando frente a frente con el castaño, nuevamente.

—Es la última vez que te lo pido, ¿sí?

—No entiendo cómo haces todo un escándalo. Déjame en paz, ¿quieres? —tras decir aquello, salió del aula, sin ser seguido por nadie, gracias a su suerte.

oneshots: 𝗻𝗮𝗲𝗴𝗮𝗺𝗶 / thh.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora