3

724 72 6
                                    

— Anahí, te necesito —dijo Lucca tras golpear la puerta de su oficina.
— Claro, dime.
— Necesito que consigas una entrevista.
— ¿La haría yo?
— Si la consigues, por supuesto.

Anahí asintió satisfecha, haría lo que fuese necesario para conseguirlo.

— Estupendo, dime, ¿a quién quieres entrevistar?
— Alfonso Herrera.

El silencio fue abrumador. No podía ser posible. No podía pedirle eso. Lucca volvió a hablar y Anahi salió de su ensoñación.

— ¿Qué...?
— Necesito que consigas una entrevista con él, parecía que os llevabais bien el otro día. Si lo consigues, será todo tuyo. Pero te lo advierto, nadie ha conseguido nunca una entrevista con Alfonso, más allá de las que hace tras los partidos.

No hacía falta que se lo dijese, conocía la fama de Alfonso en cuanto a las entrevistas. Las que hacía eran breves y centradas en el partido de ese día, y la que su jefe seguramente quisiese no se acercaba en nada a eso. Suspiró y asintió despacio. ¿Qué tendría que hacer ahora?

Alfonso estaba entrenando en el gimnasio que tenía en casa cuando su teléfono comenzó a sonar, cortando la música que sonaba por los altavoces a los que estaba conectado. Al principio no reconoció el número, pero al escuchar la preciosa voz que se escondía tras el auricular, sonrió satisfecho.

— ¿Interrumpo algo? —dijo tras saludar, al darse cuenta que la voz de Alfonso sonaba algo agitada.
— Para nada, Anahí —sonrió satisfecho— simplemente estaba entrenando un poco el cuerpo, ¿en qué puedo ayudarte?
— ¿Cómo sabes quién soy? —carraspeó, nerviosa— bueno, es igual. Mi jefe me ha pedido que te llame.
— Y yo que pensaba que llamabas para darme las gracias por las flores.

Anahí se quedó unos segundos en silencio, ¡las flores!.

— Ah, claro —dijo sin entusiasmo—. Muchas gracias por las flores, eran preciosas.
— Un placer —sonrió—. Pero entonces, ¿por qué las tiraste?

Anahí sintió como se enrojecía de pies a cabeza y dio las gracias internamente porque él no la estuviese viendo en ese momento.

— ¿Cómo...?
— El repartidor te vio y me lo comentó cuando le llamé para saber qué tal había ido la entrega. Le noté bastante triste, por lo que tengo entendido, tardó bastante en hacer ese precioso ramo que tú tiraste a los pocos segundos de recibir.

Anahí se mordió el labio sintiéndose fatal. Según lo estaba contando Alfonso, parecía un despreció enorme hacia el florista, cuando ella simplemente quería sentirse superior a la persona que se lo había mandado.

— No fue mi intención ofenderlo, simplemente...
— Querías quedar encima de mi. Pero para eso no necesitas tirar ningún ramo, basta simplemente con pedírmelo y estaré encantado de tenerte sobre mi. O en cualquier posición que tú quieras.
— ¿Has terminado? —contestó, algo acalorada.

La ronca risa que escuchó del otro lado la puso aún más nerviosa.

— ¿Qué necesitas, Anahí?
— A ti —dijo sin pensar, con la voz ronca.
— Vaya.
— Mi jefe quiere hacerte una entrevista —añadió, sintiendo como se moría de vergüenza, ¿por qué le pasaba esto a ella?— ¿Por qué sino iba a necesitarte?

Alfonso soltó otra pequeña risa, negando con la cabeza antes de morderse el labio inferior.

— Podría darte mil razones, pero ninguna de ellas es entrevistarme. Yo no doy entrevistas, cariño.
— Esta podría ser la primera vez... No serán preguntas demasiado personales...
— ¿Qué me darías a cambio?

Anahí puso los ojos en blanco.

— ¿Eso quiere decir que la harás?
— Puede que lo esté considerando —dijo, sonriendo— ¿Cuál será mi recompensa?
— Tendría que hablar con mi jefe para fijar una cifra... —dijo, frunciendo el ceño.

Quién te creesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora