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Anahí no sabía cómo había llegado a casa pero cuando lo había hecho había ido directamente a la foto de James que tenía escondida en el salón y haba llorado arrodillada en cuando la había sacado.

El artículo no se quedaba en una pequeña suposición de lo que había pasado sino que hacía un estudio profundo de lo que podría haber llevado a James a suicidarse porque si, según la revista y sus investigaciones, James se había suicidado.

Había leído el artículo tres veces, sin poderse creer todo lo que estaba leyendo. Según ellos, además de los detalles que le habían dado a Anahí al ir a reconocerlo, existían otras pruebas que confirmaban que James estaba bastante deprimido y que habría terminado por suicidarse sin dar explicaciones, creyendo así que todos darían por supuesto que había sido un accidente. Y que, como todavía no era piloto oficial, podía haber estado compinchado con su instructor, el cual no tenía familia y, de manera extraña, había dejado todo perfectamente atado y solucionado antes de ese fatídico día. También habían enumerado las causas de la supuesta depresión de James y una de ellas, claramente, había sido ella.

Anahí había mirado su foto una hora después, cuando se había calmado lo suficiente como para abrir los ojos y distinguir algo de lo que veía. Esa foto que guardaba se la había hecho el día que había llegado a casa con el uniforme de aprendiz de piloto. Estaba feliz y lo demostraba dando saltos de alegría por el salón, Anahí también había sido feliz y se había reído cada vez más alto, contagiada de la alegría de su novio. Pero, pensándolo con detenimiento, esa había sido una de las últimas veces que James había llegado a verla así de feliz. Sonreía, se reía y hacía bromas, pero algo en sus ojos había cambiado y, sin darse cuenta, no lo había querido ver. Porque lo quería y no quería que estuviese mal. Un sollozo más fuerte volvió a salir de su garganta. Era culpable, lo había llevado a suicidarse sin darse cuenta. Lo había matado.

Alfonso había tratado de hablar con Anahí desde que se haba enterado de esa mierda de reportaje que habían hecho sobre lo que parecía el ex novio de Anahí, pero ella no había contestado a sus mensajes ni a sus llamadas y, después de haber conseguido hablar con Damiano, este le había dicho que la había visto salir como un autómata de las oficinas y que estaba seguro que se había ido a casa. Para colmo, una tormenta torrencial había empezado a caer y apenas veía nada de carretera mientras se dirigía hasta allí. Había agarrado el volante con fuerza después de desviarse levemente en dos ocasiones y no podía pensar en otra cosa que llegar junto a Anahí lo antes posible porque conociéndola, debía estar pensando lo peor de ella misma.

Cuando llegó a su casa, salió corriendo del coche, empapándose bajo la lluvia y, aunque siempre le gustaba llamar antes de entrar con su llave para que Anahí fuese a recibirle, no dudo en usar la llave que le había dado.

— ¡Anahí!¡Annie! —gritó por toda la casa, buscándola.

La encontró en un rincón del salón, con algo entre las manos fuertemente agarrado y los ojos cerrados. La zarandeó un poco, intentando que los abriese, pero estaba rígida.

— Vete —susurró—. Voy a quedarme aquí hasta que me muera.
— Annie, por favor... Abre los ojos, mi amor —susurró de vuelta Alfonso, acariciando su mejilla—. Necesito hablar contigo.
— ¿Me vas a dejar?

Parecía esperanzada, pero también asustada porque esa posibilidad existiese.

— ¿Qué?¿Por qué dices eso? No quiero dejarte.
— Pero maté a James...
— No digas eso —consiguió, con toda su fuerza, levantarla y llevarla hasta el sofá. Allí, la sentó en sus rodillas ala acunó con cariño—. Tú no hiciste nada malo.
— Yo lo maté, todos lo piensan —gimió—. Lo dice en la revista...
— La revista no sabe nada de tu relación con James —«como yo», pensó Alfonso, triste—. Solo tú sabes la verdad, igual que solo James sabía porqué hizo lo que hizo. Pero tú no tuviste anda que ver.
— Pero yo lo veía triste... —suspiró— Siento no habértelo contado, y siento que te enteres de esta manera...
— Eso no importa ahora, Annie. Te escucharé cuando quieras contármelo —besó su nariz—. Y ahora abrázame fuerte porque vengo sin respirar apenas desde que me enteré de todo.

Anahí escondió su cara en su cuello, aspirando con fuerza su olor, y se amoldó al cuerpo de Alfonso como si hubiese sido hecho para él. Estuvieron así mucho tiempo, hasta que Alfonso sintió como el agarré de Anahí disminuía su presión y su respiración se volvió profunda y regular. Se había quedado dormida entre sus brazos, seguramente agotada de tanto llorar y lamentarse. Con cuidado la levantó y la llevó hasta la cama, tapándola con una manta antes de tumbarse junto a ella y abrazarla de nuevo. Dejó un beso en su frente y acariciando su espalda, susurró:

— Te amo, Annie.

Cuando Anahí despertó, unos fuertes brazos la envolvían y pegaban al cuerpo de Alfonso, caliente a su lado. Se movió un poco, para poder ver su cara relajada mejor, y sonrió tranquila. Lo zarandeó con delicadeza, haciendo que la estrechara con más fuerza, hasta que soltó una carcajada al oír su gruñido y abrió los ojos de golpe, mirándola con deseo y ahogando la risa de Anahí.

— Hola.
— Hola —contestó nerviosa—. Es de noche.
— Si, te dormiste y con los entrenamientos estoy agotado. Así que nos traje aquí para descansar mejor, ¿cómo estás, preciosa? —acarició su mejilla— ¿has descansado?

Anahí asintió, suspirando y, sin apenas moverse, comenzó a contarle todo lo que había pasado con James. Le contó como se habían conocido, como habían empezado a salir, como hacían planes para el futuro, lo feliz que estaba de convertirse en piloto... Y los últimos meses, cuando se retrasaba varios días, le salían vuelos y los hacía, como después le pedía perdón con flores... Y el día del accidente, como lo había pasado, cuando había ido a reconocerlo, cuando lo habían enterrado... No había vuelto a saber nada de los padres de James, pero sabía que se habían mudado de país.

— Annie, no ha sido culpa tuya. No puedes culparte de lo que le pasa a otra persona.

Seguían en la cama, abrazados, y Alfonso le acariciaba los mechones de pelo suelto que le caían por la almohada.

— Pero si le hubiese ayudado...
— No sabes lo que habría pasado —suspiró—. Quizás lo hubieses ayudado, quizás no. No sabes lo que le pasaba por la mente...
— Pero vi como se apagaba —gimió, angustiada.
— ¿Y si de verdad fue un accidente? Estoy seguro que, pasase lo que pasase, James querría que fueras feliz.
— Eso dijo Damiano —asintió—. Pero, me encerré tanto en el trabajo después de su muerte... Me sentía tan culpable por sentirme bien después de tanto tiempo... Por enamorarme de nuevo... Por amarte...

Anahí se quedó en silencio, sintiendo como su corazón latía cada vez más fuerte, acababa de decirle que estaba enamorada de él sin saber si Alfonso sentía lo mismo. Intentó respirar profundamente, cerrando los ojos suspirando con fuerza. Sentía como las manos le habían empezado a sudar y como no era capaz de mirarlo a los ojos por miedo a ver compasión en ellos. Las suaves caricias habían desaparecido y un escalofrío la recorrió de pies a cabeza. Comenzó a levantarse, tenía que haberse callado, no se tenía que haber arriesgado a confesar lo que sentía.

Estaba a punto de girarse para irse de la cama cuando Alfonso volvió a agarrarla del brazo. Chocó sus labios con los de ella, dulce y sensualmente, haciéndola derretirse entre sus brazos. Él se separó de ella, haciéndola suspirar y sonrió mientras la veía abrir los ojos con lentitud.

— Yo también te amo, Annie.
— ¿En serio? —Anahí comenzó a sonreír de lado.
— Desde que te vi entrar en el vestuario con esa bonita falda azul. Te hacía un culo...

Anahí golpeó su pecho, riendo.

— ¡Idiota!

Se miraron durante varios minutos, en silencio, y Alfonso terminó colocando un par de mechones detrás de su oreja. Suspiró.

— Annie, no puedo borrar todo lo que has sufrido. Pero te prometo que estaré siempre a tu lado, apoyándote y ayudándote. Porque te amo, y quiero hacerte feliz.
— Oh, Alfonso —se tiró sobre su cuerpo y lo besó—. Te amo —susurró entre sus labios.

Al día siguiente, los dos juntos redactaron un pequeño comunicado en el que exponían su relación, como estaban pasando el duelo de James y con el cariño con el que lo recordaba Anahí. Pedían que se dejase su memoria tranquila, no por ella, sino por el mismo James y su familia. Y esperaban que se alegrasen por ellos y compartiesen su felicidad.

Alfonso había empezado a compartir fotos con Anahí esa misma mañana, y ella no había dejado de sonreír desde entonces. Dormían juntos todos los días y ambos se decían lo mucho que se amaban después de hacer el amor, lenta y apasionadamente.

Quién te creesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora