ocho

443 59 17
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


-Vete o te mato- pronunció.

Mi cuerpo estaba helado, petrificado como una gran estatua de piedra. ¿Pretendía hacerme la renegada desde un principio? Pues sí, era lo que tenía planeado,  pero todo se había ido a niveles extremos en el momento que Draken me encontró junto con Hanma. Sabía que Mikey me daría una paliza emocional de la que me costaría reponerme sólo por el hecho de mi escapada, pero ¿Si sabía que me había quedado en la casa de un chico? ¡Definitivamente me mataría! ¡Me echaría de la familia Sano!

-Ey, ey, tranquilo- sonrió, tan tranquilo que lograba inquietarme-. Me iré, por ahora. ¡Volveremos a vernos, Ken Ryuguji!

A paso amenazante, Ken caminó hacia Hanma quien sonreía con picardía. Parecía increíble, pero para él todo aparentaba ser un juego. Una buena filosofía de vida si me veía obligada a opinar.

Draken tomó al castaño por su remera, estirándola y estrujándola a más no poder. No podía meterme en una pelea entre dos postes, de eso estaba segura, acabaría siendo un gnomo aplastado. Pude ver como el rubio tensó su mandíbula estando a tan solo unos metros de la situación. Sus rostros estaban cerca, y claro que Hanma no hacía más que cagarla, pues no quitaba esa estúpida sonrisa de sus labios. Me preguntaba si quería morir, porque de no ser así, lo estaba pidiendo a gritos.

-¿Quién mierda eres?- gruñó-. ¡Respóndeme, maldita sea!

-Ya, Drak...

-¡No hables!

El más alto de los dos negó con la cabeza, aún divirtiéndose. Como si se tratara de algo matutino, empujó a Ryuguji haciendo que lo soltara y planchó su camiseta color blanco con el calor de sus manos. Hanma estaba verdaderamente loco. Parecía un maniático fanático del masoquismo.

-Bonita forma de tratar a una chica, Ken- opinó, dirigiéndome una mirada-. Me retiro por hoy, linda. Cuando gustes puedes venir, ¡Aunque trata de no despertar a los vecinos la próxima vez!

Mis mejillas se tornaron de un color rojo carmesí. Anticipando lo que se venía, caminé hacia Ken y lo retuve entre mis brazos, casi como encadenando a un perro rabioso. Sentía como los tendones y venas de su brazo se tensaban con mucha presión, sus puños estaban blancos.

-Está mintiendo, Ken- susurré, viéndome obligada a justificarme-. Vámonos, por favor.

Con dificultad, ambos comenzamos a caminar con nuestros brazos entrecruzados. Pude sentir como paso a paso, los músculos de Draken se fueron relajando. En el transcurso no dijimos ni una sola palabra, sólo dejamos que el suspenso actuara. Mis piernas tiritaban sólo de pensar en si la primer palabra del rubio sería buena o mala.

-Estaba preocupado- admitió, cabizbajo. Observé su perfecto perfil izquierdo dándole toda la atención de mi mundo-. No te diré que no estoy enojado, pues mentiría, pero sí que me diste un buen susto. Vah... a todos.

Rame [Draken] Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora