Capítulo XII

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Sólo tuve que levantar la mirada para fijarme en una sola y única persona, su cabello era color marrón, sus ojos deslumbraban dolor en su color verde, su piel pálida daba a demostrar todo lo que había sufrido.

Era una chica, una hermosa e ingenua chica, al menos así la veía yo. Me levanté del piso, me dirigí hacia ella que estaba sentada en un sillón; me senté a su lado y la miré.

--¿Quién eres? --Preguntó de forma asustadiza, mirándome fijamente.

--Mi nombre es Minaicha. --Respondí.

--Lo siento, no te conozco. --Contestó mientras intentaba marcharse.

Yo sujeté su brazo y la hice sentarse nuevamente.

--Yo te puedo ayudar. Le afirmé mientras la miraba.

--Tú no puedes hacer nada, ¿Quién te crees? No podemos hacer nada. --Me respondió mientras lloraba.

--Confía en mí. --Le respondí firmemente.

Nos levantamos juntas del sillón y ella secó sus lágrimas, se sujetó de mí, ahí pude fijarme que solo era una niña indefensa que había sufrido mucho y se hacía pasar por alguien fuerte y maduro.

--¿Qué edad tienes? --Le pregunté.

--Dieciséis. --Respondió agachando la mirada.

--Eres muy joven para estar aquí.

--Lo sé.

-- ¿Cómo te llamas?

--Preguntas demasiado.

--Sólo responde.

--Me llamo Dari.

Caminamos hasta el baño y nos encerramos allí.

--Aquí no podrá molestarnos nadie. --Le dije.

--Sí, pero si no nos ven nos buscarán. --Respondió ella.

--No te preocupes. No tardaremos mucho.--Ahora, sólo quiero hacerte algunas preguntas.

-- ¿Por qué te fijaste en mí? --Interrumpió.

--¿Tu madre no te enseñó a no interrumpir a los mayores? --Le respondí.

--No tengo madre. Nunca la tuve. --Contestó ella agachando la mirada.

--Lo siento.

--No te preocupes, es normal.

--No es normal para una niña de tu edad. --Le afirmé.

--Que tenga dieciséis años no quiere decir que sea una niña. No soy una tonta.

--Nunca te he llamado tonta.

La puerta del baño sonó y las dos nos asustamos, tocaban sin parar y nos dignamos a abrir, quien estaba detrás de la puerta me buscaba a mí, aquella persona era la enfermera que me cuidaba.

--Te has portado mal, Minaicha. --Dijo enojada.

--No soy una niña. --Le afirmé.

--Llévensela. --Gritó.

Dos hombres vestidos de blanco con una jeringuilla llena de un líquido extraño me sujetaron de pies y manos y la clavaron en mi cuello. Yo gritaba exigiendo que me soltaran y Dari también. A ella se la llevaron sólo sujetándola, no le inyectaron ningún tipo de sustancia pero ella estaba asustada. Yo caí mientras me arrastraban hacia mi habitación.

Desperté de un brinco en mi camilla, volví a ver los mismos medicamentos que se encontraban justo al lado mío, estaba en mi habitación. Estaba igual que siempre, pero pude fijarme al observar por la ventana de mi puerta que había unos guardias cuidando fuera, asegurándose de que no me escapara o hiciera cualquier otra cosa. Recordé que en cada habitación se encuentra un baño y que el baño tiene una ventana sin seguridad, solo de vidrio pero sin alguna protección de más con hierro. Me adentré en el baño y miré a cada lado, del lado de la ducha estaba aquello que andaba buscando, una ventana.

Era estrecha y de vidrio. Intenté abrirla pero no pude, así que regresé a la habitación intentando buscar algo con que romper el vidrio, me fijé en la mesita de noche que se encontraba al lado de mi camilla, era de hierro y pequeña, así que la podría utilizar con facilidad. Lancé todos los medicamentos al piso sin hacer ningún tipo de ruido y levanté la mesita. Me dirigí nuevamente al baño y de lo más cuidadosa fui clavando la punta de la mesa de hierro lentamente y a la vez haciendo una fuerte presión contra la ventana. Al terminar bajé la mesita y pensé como entraría por la ventana, recordé que soy muy delgada así que sin pensarlo dos veces subí mis pies de punta en los bordes de la bañera y cupe por la ventana. Caí al otro lado que era el patio de receso. Por suerte la puerta trasera estaba abierta, pero ya estaban apagando las luces para cerrar. Entré cuidadosamente deslizándome por las paredes. Estaba todo despejado, mis pasos eran lentos y suaves, ahora tendría que saber en qué habitación de encontraba Dari. A simple vista se observaba como un trabajo difícil, y realmente lo era, pero si la quería encontrar tendría que poner parte de mi esfuerzo. Me encontraba en la habitación cinco, la mía era la número veintidós así que se encontraba en el otro pasillo, por lo cual los guardias que cuidaban mi puerta no podrían verme. Busqué en las habitaciones que se encontraban en ese pasillo, observaba cada ventana, una por una. Ya estaba cansada, Dari no se encontraba en ninguna de esas habitaciones y no pensé que la vería hasta el otro día. Casi dándome por vencida pude ver una luz que reflejaba el blanco piso del pasillo saliente de la puerta que quedaba al final. Caminé lentamente hacia allá y miré por la ventana. Ahí estaba ella. Ahí estaba Dari.

Miedo [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora