Capítulo XVI

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—¿Te hicieron algo? —Le pregunté.

—No, no les dio tiempo. —Contestó nerviosa.

—Salgamos de aquí. —Le susurré mientras me dirigía a recoger nuestras pertenencias evitando pisar alguno de los cuerpos.

—¿Qué haremos con ellos? —Preguntó Dari.

—Ya verás. —Respondí.

Puse la ropa a un lado y tomé mis medias, las puse en mis manos y empecé a arrastrar los cuerpos reuniéndolos en una esquina. Tomé las pertenencias de Dari y las mías, ella se puso su ropa rápidamente y yo la mía, cuando salimos del baño fue grande la sorpresa, el que estaba a mando del bar estaba empapado de sangre echado en el piso y los demás que estaban sentados en las otras dos mesas habían recibido puñaladas y ya habían muerto, era una pesadilla, de momento una idea enfermiza pasó por mi mente, le dije a Dari que saliera del bar y me esperara afuera, a un lado había una puerta en la que decía que no se podía entrar, entré allí y habían varios galones de gasolina, tal vez la vendía a los que tenían motocicleta o auto, tomé dos galones de gasolina y una caja de fósforos que se encontraba al otro lado del mostrador, si encendía el bar con los demás dentro nadie se daría cuenta de que nosotras estuvimos ahí, fue lo que pensé. Regué gasolina en todos los cuerpos, especialmente en los tres cadáveres del baño, me aseguré de que no hubiese nadie afuera mirándonos, así fue, en ese lugar no había mucha gente, por suerte. Regué gasolina fuera y dentro del bar asegurándome de que todo quedara hecho cenizas, no había casas por ahí, sólo arboles, así que tal vez se encenderían junto con el bar, encendí el fósforo y lo dejé caer armando un terrible incendio.


—Es hora de irnos. —Le dije a Dari sin demostrar algún tipo de remordimiento.

—¿No crees que te estremeciste? —Preguntó ella preocupada.

—Para nada. —Contesté. —Vayámonos ahí. —Le dije señalando una motocicleta

—¿Y si nos pasa lo mismo de la otra vez? —Preguntó ella.

—No, yo conduzco. —Contesté.

—Pensé que no sabías. —Afirmó ella.

—En estos momentos no se trata de saber o no, debemos hacer lo que sea para sobrevivir. —Dije subiéndome y encendiendo la motocicleta.

—Bien. —Dijo subiéndose también.


Me fijé que algo sonaba aparte del ruido de la motocicleta, era algo cómo un celular, frené de repente haciendo que Dari impactara contra mi espalda, abrí la parte delantera de la motocicleta y ahí se encontraba un celular, la llamada decía; "Esposa" me sentí mal por un momento y tomé el teléfono.

—¿Robert? ¿Dónde estás? Los niños están esperando por el pastel que le prometiste. —Dijo la mujer por el teléfono.

Me quedé frisada, mi voz no quería salir, sentí un gran remordimiento, ese era uno de los hombres que estaban muertos en el bar, el bar que había acabado de quemar.

—Robert no está. —Respondí lo más fríamente mientras quitaba el celular de mi oído.

—¿Eh? ¿Quién eres? ¿Robert? ¡Déjame hablar con Robert! ¡Oye! ¡Contéstame! —Se podía escuchar la mujer gritando, pero colgué.

—Rayos... Eso es lo que causamos. —Dijo Dari detrás mío.

—Qué se puede hacer... Lo hecho, hecho está. Ahora lo bueno es que tenemos un celular para llamar a Héctor. —Respondí con un tono de voz egoísta.

No recuerdo desde cuando me había vuelto tan egoísta e inhumana, pero sabía que no ocurrió por que sí, sino por que ya sabía como era la gente en estos tiempos y no podía confiar en nadie más que en Dari, yo, y nuestra salvación.

Marqué el número de Héctor, antes de que la esposa del dueño del celular volviera a llamar, puse el celular en mis oídos y sonaba, esperé a que contestaran y contestó.

—¿Hola? ¿Quién me habla? —Preguntó una voz gruesa y varonil al otro lado del teléfono.

—¿Héctor? ¡Soy yo! ¡Minaicha! —Contesté intentando contener las lágrimas.

—¿Minaicha? ¿Enserio eres tú? ¿Dónde has estado metida estos días? —Preguntó confundido.

—Es una larga historia... Te lo contaré luego, por favor, dame la dirección de tu casa. —Dije feliz.

—Está bien. —Respondió dándome su dirección.

Dari y yo continuamos, ella estaba feliz por que ya teníamos donde ir. Tardamos más o menos 2 horas en llegar, estábamos muy lejos, pero al fin llegamos. Frenamos la motocicleta y no me creía que esa era su casa.

—¡Qué casa tan grande! —Exclamó Dari.

—Sí... —Respondí sorprendida.

En ese momento el portón principal se abrió y ahí salió Héctor, me miró sorprendido y se dirigió hacia mí ofreciéndome un fuerte abrazo.

—Qué bueno verte nuevamente, Minaicha. —Afirmó con su voz de sofisticado.

—Sí, es bueno volvernos a encontrar Héctor. —Respondí.

—¿Quién es ella? ¿Por qué tienen esa ropa tan sucia? —Preguntó.

—Ella es... Es mi hermana, Dari. —Respondí.

—Nunca me comentaste que tenías una hermana. —Respondió.

No tenía ganas de decirle la verdad sobre lo que nos pasó, no sabía si confiar en él o no.

—¿Y por qué están así de sucias? —Preguntó nuevamente con rostro de curiosidad.

—Ah, es que me fui de vacaciones por un tiempo, allí estaba mi hermana y pues, no quería ir a mi casa, quería venir a visitarte y que te rías con las locuras que hacemos. —Respondí.

Rayos, que excusa más estúpida, él nos miró, sus ojos daban a demostrar que no me creía una sola palabra, sonrió con una risa forzada y nos invitó a pasar cerrándose automáticamente su gran portón principal.









Miedo [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora