Capítulo XIV

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Lodo, hierba y rocas se interponen delante nuestro, pero eso no nos impide continuar, la lluvia empezó a caer cada vez más rápido, un viento extremadamente fuerte y niebla nos dificulta mirar hacia delante y continuar hacia nuestro destino, el sol se empieza a ocultar, el sueño y el cansancio deja inmóvil nuestro cuerpo, caemos buscando un descanso en el húmedo y sucio suelo lleno de charcos.

-Estoy cansada, Mina. -Afirma Dari exhausta.

-¡Debemos continuar! -Exclamo sin demostrar el mismo nivel de cansancio que se apoderaba de mí.

-Lo siento... ¡Lo siento! Pero tendrás que continuar sin mí. -Grita con lágrimas en sus ojos.

-Tendrás que venir conmigo de cualquier manera. -Afirmé.

La tomé sujetando su cintura y brazos, levantando su cuerpo con gran fuerza, yo no podía, estaba cansada, y cuando ya casi logro cargarla, caí junto con ella, las dos caímos fuertemente al piso lleno de lodo. No pude contener las lágrimas, estábamos muriendo de frío en medio de una fuerte lluvia y un viento aterrador. Dari lloraba incansablemente.

-Est-ta-re-re-mos Bi-bi-een. -Le dije dándole un fuerte abrazo mientras mi boca temblaba.

-Te quiero Mina. -Dijo temblando mientras cerraba sus ojos lentamente para dormir.

-Yo también te quiero. -Susurré quedando completamente dormida en el sucio y húmedo piso.

La oscuridad llega hasta mí, la oscuridad me consume, la oscuridad me impide seguir, la oscuridad me acepta. No sé dónde llegaré, no sé cuales son mis límites, ¿Estoy en la vida? o... ¿Será que estoy en la muerte?...

El cántico de los pájaros me hacen abrir los ojos, Dari estaba acostada al lado mío, durmiendo como ángel, con su lindo rostro cubierto de un espeso lodo y demás partes de su cuerpo también, su ropa estaba hecha un asco al igual que la mía, pero eso era lo de menos importancia. Sacudí fuertemente su brazo haciéndola despertar de golpe.

-¿Qué ha pasado? -Preguntó entreabriendo sus ojos.

-El cansancio pudo más que nosotras. -Respondí.

-Nuestra ropa y cabello están muy sucias. -Afirmó.

-Sí, lo sé, pero debemos continuar.

-Espera, no siento mi pie. -Respondió preocupada.

Su pie estaba adormecido, pasamos toda la noche con frío, sin abrigarnos en lo absoluto.

-No te preocupes, yo te cargo. -Contesté.

-¿Y sí no vuelvo a caminar? -Preguntó histérica.

-Ya se te pasará, no es nada grave.

La levanté y la subí a mi espalda, a pasos lentos pudimos caminar, lo que no sabíamos era donde podríamos ir.

-¿Dónde vamos a ir? -Pregunto Dari.

-A mi casa no podemos, no debemos arriesgarnos. -Contesté.

-¿Entonces?

-¡Creo que ya sé! Tengo un amigo, se llama Héctor, pero no lo he visto en mucho tiempo. -Afirmé.

-¡Bien! Al fin sabré lo que es vivir en un casa. -Dijo Dari feliz.

-¿Siempre has estado ahí?

-Sí, la mayor parte de mi vida. -Dijo Agachando la mirada.

-Lo que no sé es cómo llegaremos a la casa de Héctor, queda muy lejos y no tengo ni un peso encima. -Afirmé.

-Yo sé cómo. -Respondió.

-¿Cómo? -Pregunté.

-Ya verás. -Contestó.


Nos dirigimos a la carretera más cercana, pero aún no pasaban autos, por la escasa claridad que había además del inmenso frío que hacía, deduje que eran más o menos las siete de la mañana, nos sentamos a esperar algún auto, pero no pasaban. Cuando ya nuestras ilusiones se derrumbaron, cuando ya estábamos a punto de olvidar que superaríamos esto, escuchamos un sonido que venía de lo lejos de la carretera, observamos fijamente y vimos que era una motocicleta, alguien venía en ella, era un hombre. Extendimos nuestras manos, haciendo alguna seña para que se detuviera, él planeaba continuar y ahí Dari guiñó su ojo mirándome, "Ahora lo haré" susurró.

Tomó un trozo de madera que llevaba en su mano, no me había fijado que llevaba eso, lo lanzó fuertemente e impactó al motociclista. Ella se bajó de mi espalda, ya podía caminar, al parecer había recuperado la movilidad de su pie, se dirigió hacia el hombre que yacía inconsciente en el húmedo suelo, tomó sus pertenencias, llevaba una billetera la cual tenía una buena porción de dinero, tomó todo el dinero y dejó la billetera y sus datos en su bolsillo, lo arrastró fuera de la carretera y lo echó a la acera.


-¡¿Qué haz hecho?! -Pregunté exaltada.

-Nada, sólo necesitamos irnos, ya haz matado a personas, así que esto no es nada comparado. -Respondió.

-Sí, pero él no tiene nada que ver con nosotras. -Afirmé.

-Ya, deja los dramas, ¿Manejas tú o manejo yo? -Contestó.

-¿Sabes manejar? -Pregunté sorprendida.

-No. -Respondió.

-Rayos, yo tampoco sé manejar. -Contesté decepcionada.

-Tendremos que arriesgarnos si queremos irnos lejos de aquí y evitar que nos arresten. -Afirmó.

-Sí, nunca pensé en la cárcel a la hora de matar... -Respondí.

-¡Tonta! sabes que debes tener cuidado a la hora de tomar un arma.

-Lo sé, ¡No seas irrespetuosa! ¡Soy mayor que tú!

-No parece... -Contestó formándose en su rostro una mueca de ironía. -Bien entonces yo manejaré. -Dijo subiéndose a la motocicleta.

-¡No! ¡Ni loca me subo! Y menos tu manejando, no quiero morir después de todo lo que hemos pasado. -Respondí.

-Bien, si quieres quedarte... No morirás, pero te arrestará la policía que es peor, Adiós. -Contestó encendiendo el motor.

-Ya, ya, voy contigo. -Afirmé.

Ella sonrió y yo, a pesar de todo lo que estábamos pasando, amaba verla feliz, esa felicidad que se hacía notable en su rostro, la cual le quitaron en ese horrible Centro Psiquiátrico.


Miedo [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora