Capítulo XV

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Los minutos pasaban y parecían segundos, lo rápido que iba la motocicleta ligado con el temor que sentía de que nos cayéramos, por donde íbamos estaba despejado, no había gente caminando, pero ya casi nos dirigíamos a una calle más poblada, eso me aterraba, temía que nos descubrieran.

—¡Ve más despacio! —Grité intentando hacer que me escuchara con el fuerte ruido que hacía la motocicleta.

—¡¿Qué?! —Preguntó Dari.

—¡Que vayas más despacio! —Grité nuevamente.

—¡Ah! ¡Espera! ¡No sé frenar esta cosa! —Gritó ella.

—¡Pensé que sabías! ¡Me sorprende que la estés manejando! —Respondí.

Mientras miraba hacia abajo buscando el freno, la motocicleta se dislocó y dobló subiendo a la acera.

—¡Cuidado! —Grité.

Dari miró hacia arriba y vio cómo la motocicleta estaba a punto de chocar contra un árbol, abriendo sus ojos sorprendida y nerviosa, me tomó de la manga de mi blusa y se lanzó conmigo al piso, caímos tan fuerte que mi codo y rodillas se rasparon, a Dari le empezaba a sangrar el labio. Nos levantamos, tomé su mano y la ayudé a levantar, ella miró la motocicleta y corrió hacia allá. 

—¡Rayos! —Gritó. 

—¿Qué sucede? —Pregunté. 

—Ven a ver. —Respondió.


De tan fuerte impacto la motocicleta se destrozó completamente, quedando varios pedazos tirados en el piso, ella puso las manos en su cabeza y se lanzó de rodillas al piso, decepcionada, enojada.

—No te preocupes, podemos continuar, la salida no queda tan lejos. —Afirmé.

Estábamos en una carretera llena de árboles, por la lluvia que hubo estaba aún empapada por el agua, nos levantamos para continuar caminando.

—Siempre tiene que pasarnos algo. —Afirmó Dari.

—Sí, tenemos mala suerte. —Contesté.

—Gracias. —Dijo formándose una sonrisa en su rostro.

—¿Porqué? —Pregunté.

—Por salvarme. —Respondió.

Yo sonreí mirándola a los ojos. El sonido de los autos llamó nuestra atención, la gente caminando y las calles llenas.

—Wow. —Dijo Dari sorprendida.

—Llegamos. —Afirmé.

Las únicas personas que andaban mal vestidas y sucias eramos nosotras, continuamos caminando y todo el mundo nos miraba.

—¿Y ahora que hacemos? —Pregunté.

—Tengo el dinero que tomé. —Contestó entrando las manos en su bolsillo.

—¿Qué esperamos para subirnos a un auto? —Pregunté emocionada.

Hicimos señal con nuestras manos intentando parar un auto, en cuestión de minutos uno nos prestó atención y se estacionó al frente nuestro.

—¿Tienen dinero? —Preguntó el taxista.

—Claro. ¿Cómo cree que lo llamaríamos sin dinero? —Preguntó Dari.

Con la ropa tan sucia que andábamos cualquiera creería que eramos vagabundas. Subimos al taxi y ahí fue cuando recordé que no me sabía la dirección de Héctor.

Miedo [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora