Capítulo XXI

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En ese momento estaba lloviendo, Dari y yo estábamos en la habitación, la brisa tenía un suave olor a tierra mojada, mientras yo le leía un libro; trataba sobre dos osos que vivían en un bosque, pasaban por diversas aventuras y disfrutaban de las bellezas que les brindaba la naturaleza. Un día, al oso mayor le ofrecieron vivir en una casa de madera, una casa lujosa y hermosa, repleta de platos con pescados y latas de frutas, diversidades de cosas; un lugar donde cualquier oso desearía vivir, pero sólo había una problema, el lugar sólo aguantaba a un oso, no a dos. El oso rechazó todo, sólo por una sola cosa; su felicidad no se encontraba en lo material, ya que con su amigo menor él se divertía más, porque los amigos no se abandonan.

Dari se conmovió con tal historia y me pidió que le leyera más, su entuciasmo e inteligencia me llenaban de ternura, veía que estaba aprendiendo y que tenía la vida que tanto quería.

Pero como dicen; "La felicidad del pobre dura poco" nosotras teníamos un pasado, y por desgracia, ese pasado, aquél que considerábamos una pesadilla, volvió. Pude escuchar que abrieron la puerta, pero no de forma normal, si no de manera brusca, pude escuchar que una voz masculina exageradamente aguda preguntaba; "¿Conoce a estas chicas que ve en esta foto?"
Yo, con la curiosidad comiéndome por dentro, le dije a Dari que se quedara ahí y me esperara mientras yo iba a visualizar qué pasaba. Salí y pude notar el rostro confundido de Mirella, quién estaba ahí con su hijo menor. Mi sorpresa no fue pequeña cuando vi que la foto que sujetaba en su mano, era la mía y la de Dari. Pude ver a aquél tipo con traje de policía, mis piernas temblaron y mi corazón palpitaba muy rápido, las gotas de sudor frío caían por mis mejillas. Mi susto se agrandó cuando aquél hombre se quedó mirándome fijamente, y sacando un arma me apuntó.

—Pero miren qué sorpresa. — Dijo sin apartar su vista de mí.

—¿Qué está pasando aquí, Mina?
— Preguntó Mirella totalmente confundida.

Yo, sin saber qué hacer, caí arrodillada al piso, nerviosa.

—Mina ¿Qué pas...? —Dijo Dari saliendo repentinamente de la habitación, pero su voz se cortó.

—¡Dari, escapa! —Exclamé sin pensarlo dos veces.

El policía enojado apuntó a Dari, rápidamente sonó el disparo, pero no la atrapó, Mirella lanzó un grito enorme. Sentí un alivio inexplicable, el policía me dijo que si no me entregaba junto con Dari las cosas se pondrían peor. Mirella me miraba como a una desconocida, exigiéndome explicaciones.

—¿Explicaciones? ¿Quieres que te de explicaciones? Bien... ¡Soy una criminal! ¡Soy una maldita asesina! Disculpa, pero te usé a ti y a tu familia para refugiarme y protegerme... Pero debía hacerlo, tengo una niña que cuidar y no tenemos donde ir... —Dije con mi voz cortándose, pero por otro lado, intentaba distraer al policía.

De pronto, inesperadamente, habiéndolo pensado dos veces, me levanté, el policía jaló el gatillo... Y como si fuese una película... El disparo no me traspasó, Mirella se metió en el medio. Yo estaba empapada de sangre, había puesto en peligro a otra persona... Otra madre con un hijo, todo por ser una maldita egoísta. No sentí remordimiento alguno en ese momento, me levanté rápido y entré por la puerta que estaba detrás de mí cerrándola al instante. Sonaron varios disparos más, cuando entré a la habitación ahí estaba Dari, agachada en el piso, con miedo. Agarré su mano y la levanté de golpe, ella lloraba, ya no soportaba más esto. Le pedí que se levantara, que saldríamos por la ventana, la puerta de la habitación estaba recibiendo patadas, intentaban tirarla. Yo cargué a Dari, y antes que los policías dieran vuelta a la casa o tiraran la puerta abajo, la saqué por la ventana, saliendo yo seguido de ella. Llovía como siempre nos pasaba, nos empapamos de agua, pero corrimos, corrimos hasta más no poder, volviendo a huir de nuestra temible pesadilla. Los policías no se tardaron en perseguirnos, sentía que esta vez no saldríamos de ésta.

—Corre Dari, ¡Corre! — Le dije sujetando su brazo.

—Tengo miedo Mina, mucho miedo... — Me dijo, la lluvia disimulaba sus lágrimas, pero sabía que estaba llorando. 

Corrimos mucho, nuestros pies chocaban con el lodo haciendo un sonido molesto, estábamos ahí nuevamente, luchando entre vivir o morir, como siempre, ya no existía la paz, todo era tormento, esto parecía ser el infierno, sólo que sin llamas. Los policías corrían detrás nuestro, como tigres tras su presa, era algo terrible. Cuando creímos que ya nos habíamos apartado más o menos, escuché como una bala se incrustó... Se incrustó en ella... En Dari. Ella cayó al piso, el lodo cubrió su rostro, la sangre se perdía entre aquél lodo y la lluvia limpiaba su piel. 

  — Mina... No quiero morir... — Me suplicaba llorando. 

— No, no morirás Dari, resiste. — Dije sin saber que hacer, desesperada. 

— No, los policías se acercan, ten cuidado...  — Susurró mientras la sangre carmesí brotaba de su boca. 

La bala se había incrustado en su estómago, pareciera que estaba agonizando. Yo estaba llorando desconsoladamente, cuando de pronto, Dari agarró mi rostro con sus manos cubiertas de lodo y me dijo;

— Tú siempre serás mi hermana, Mina... Ya me ayudaste demasiado e intentaste hacerme feliz... Ahora es tu turno de vivir por ti, olvídame... Yo... Te amo. — Susurró quedando su cuerpo inmovil y frío en medio de aquella tormenta. 

Aquél fue su último suspiro, pero yo aún no lo aceptaba, ella estaba viva, no había muerto, ella aún vivía... La levanté e intenté continuar con ella para llevarla a un médico... Pero caí, ella cayó, pesaba demasiado... "Echaste unas libras más, Dari, te dije que no comieras tanto" le susurré riendo. No pude evitar que las lágrimas brotaran, quité la chaqueta que tenía puesta, quedando solo con el sostén, la cubrí dejándola bajo un árbol, diciéndole que se quedara ahí, que iría por ayuda. Los policías ya se acercaban y yo corría, corría, tenía que buscar ayuda para Dari, tenía que ayudarla. 

Miedo [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora