Capítulo IX

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Me dirigí a la cocina, no entiendo por qué razón estaba famélica, sentía que mi estómago iba a romperse en mil pedazos y que si mis dientes no masticaban algo caerían sin razón alguna, la cocina estaba tan limpia e impecable como siempre; el piso tan limpio y brillante, se podía sentir el fresco olor a flores que dejaba el Mistolín, en cambio, no me fijé tanto en los arreglos ni mucho menos olfatear el olor, sólo sentía hambre, ganas de comer, lo cual era bastante extraño ya que estaba muy delgada porque después de todos estos sueños extraños casi no me ha dado hambre. Lo primero que miré fue el refrigerador, ese cálido y tibio aire que sale de este, la abrí y saqué un gran pedazo de pan; tomé lechugas, queso, jamón y otros condimentos para hacer un sándwich y comer a gusto; cuando terminé de preparar lo cometido quise ir al sillón de la sala y así comer más cómoda, caminé hasta la puerta que daba la salida hasta la sala, mientras hacía esto sentí algo pegajoso que tocó mi pie, era algo mocoso, asqueroso, repugnante. Toqué tal cosa con mis manos para ver qué era, moví mi dedo pulgar junto con mi dedo índice sintiendo la pegajosidad, se sentía como algún tipo de baba. No le di mente así que continué para buscar un paño y limpiar tal desastre, pasé el paño una y otra vez, mientras ponía cara de asco ya que era algo muy repugnante. Estaba agachada porque tenía que hacer mucha fuerza para pasar el paño húmedo, mientras más arrastraba el paño sentía que algo cubría mis pies, lo arrastraba una y otra vez con más fuerza y no se quitaba, ya no sentía mis piernas ni mi espalda; volteé a mirar qué sucedía y cuando lo hice... Mis pies estaban cubiertos de ese plasma, una extraña y pegajosa sustancia de color piel, se arrastraba cada vez más arriba de mi piel como si quisiera succionarme completamente, llegaba más rápido cada segundo, sentía cómo jalaba de mi pie y yo no podía hacer nada, sólo podía lanzar quejidos de dolor al sentir cómo mi pierna era brutalmente succionada lentamente; lo más extraño de todo es que aquella sustancia no tenía olor, es decir, se veía tan asquerosa pero no tenía ningún tipo de olor, o tal vez, yo no me preocupé tanto en olfatear.

Me consumía cada vez más y más, hasta llegar a mi cabeza y succionarme hasta el final, cerré los ojos esperando un fin. Sentí cómo caí de golpe en un lugar lleno de agua, todo se veía distorsionado, sentía el agua correr por mis pies y lo fría que estaba, caminaba sin rumbo, sin saber dónde ir.

––<<Minaicha>> Susurró alguien.

–– ¿Qué? ¿Quién anda ahí? Pregunté.

––Estás aquí... Tú... ¿también? Me preguntó.

No me daba cuenta de quién era pero su voz me parecía muy conocida, era la de un hombre elegante y educado, lo supe por el tono de su voz. Me acercaba cada vez más para poder ver el rostro de la persona que me jablaba, alcancé a ver y me quedé impresionada al saber quién era.

––Héctor... ¿Qué haces aquí? Dije mientras lágrimas salían de mis ojos.

––Minaicha... No sabía qué...

Sin pensarlo me lancé contra él, no me imaginaba cómo había llegado ahí, se supone que esa era mi conciencia, era mi interior, mis pesadillas. ¿Cómo podría estar Héctor en ellas?

–– ¿Eres una ilusión que ha creado mi subconsciente? Le pregunté.

––No... Soy yo. Esta es mi pesadilla... ¿Cómo puedes estar aquí? Preguntó Héctor confundido.

–– ¿Eh? ¿Tus pesadillas?

Algo empezó a arrastrarse, eran cadenas, y se escuchaban personas gritando con mucho dolor, con mucha agonía, gritos de sufrimiento.

–– ¡No te apartes de mí! Exclamó Héctor mientras intentaba tomar mi mano.

Ya a punto de llegar a tocar sus dedos para sujetarme de él, una fuerza increíble me jaló como un tornado cuando se lleva una casa.

–– ¡Héctor! ¡No me dejes por favor! Exclamé.

Héctor gritaba mi nombre una y otra vez mientras yo volaba por los aires y caía fuertemente contra el piso. Todo se volvió oscuro.

Desperté en una habitación, era toda blanca y con muchos utensilios que eran utilizados para enfermos, se podían escuchar los pasos de las personas caminando de un lado para otro, mi brazo derecho y mi pie izquierdo estaban vendados, sentí cómo alguien tocaba mi mano e intentaba decirme que todo estaba bien, volteé mi cabeza tratando de no quitar la mascarilla de oxígeno que estaba puesta en mi rostro, mis ojos estaban entre cerrados y abiertos. Cuando volteé pude ver el rostro de Héctor mientras tocaba mis manos y decía a los doctores que había despertado, se le notaba preocupado.

–– ¿Se encuentra bien Sta. Minaicha Robles? Preguntó un doctor que acomodaba el suero que estaba pegado de mis venas.

–– ¿Qué sucedió? Pregunté preocupada.

––Ese señor que ha estado con usted por estos tres días en los que ha estado hospitalizada la salvó de un incendio que hubo en su hogar.

–– ¿Tres días? ¿Incendio? Pregunté confundida.

––Ha sufrido quemaduras de primer y segundo grado en parte de sus piernas y brazo le recomendaría que se calme y espere a que las cosas se aclaren, mientras tanto le recomiendo descansar.

––¿Eh? Exijo hablar con Héctor, ¡Por favor! Exclamé.

––Está bien, puede pasar señor Héctor.

––¿Qué sucede Minaicha? Preguntó Héctor.

––Respecto a lo que sucedió... Esos gritos...

––¿Eh? ¿De qué hablas? Preguntó Héctor.

––¡Tú sabes de qué hablo! Exclamé. ¡Cuando nuestras pesadillas se juntaron y formaron sólo una! ¡Te sucede lo mismo que a mí! Grité.

––Por favor... Cálmate Minaicha... En realidad desearía saber de qué me hablas pero no entiendo nada. Creo que debes descansar para aclarar tu mente, seguramente fue sólo una pesadilla más.

––Tú sabes que no fue así.

––Lo siento... Te dejaré a solas, debo irme a trabajar. Me dijo de forma muy cortante.

Estoy segura de que Héctor intenta ocultarme cosas, pero de lo que más segura estoy es de que descubriré qué tipo de cosas oculta.



Miedo [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora