49."Un brindis por nuestra libertad".

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Mark

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Mark

Respiro con profundidad mientras clavo los codos en el colchón, intentado despegar mis párpados pegados.

Cambio mi posición, girando mi cuerpo para quedar boca arriba y llevar las manos a mis ojos cerrados, en un intento de limpiar el rastro de la falta de sueño.

Extiendo mi brazo y tanteo con los dedos hasta que logro agarrar el despertador.

Son las nueve de la mañana. Una sonrisa se forma en mis labios. Lo tenía programado para dentro de una hora, me gusta despertarme antes de que el despertador suene. Estoy más a favor de levantarme tranquilamente que gruñendo por el molesto pitido de este maldito cacharro.

Me resulta extraño despertar sin ella al lado, creo que me he acostumbrado a despertarme con su pelo en mi cara. Ahora podría estar quitándome esa maraña rubia de mi rostro, pero me he tenido que venir hace dos horas porque no quería que Pablo despertara solo.

Aproveché cuando lo vi dormido en la habitación de invitados para saltar por la terraza y colarme en el dormitorio de Irina. Apenas he dormido porque pasamos un buen rato cantando nuestras canciones, esas que aún teníamos guardadas en una playlist que creamos cuando éramos dos niñatos adictos a la música.

Para ser sincero, pensaba que mi mejor amigo se iba a dormir un poco más tarde, pero la verdad es que se fue a la habitación en cuanto vio a Marina besándose con otro tío. Un amargo sabor se instala en mi garganta al recordar cómo Pablo se fue. No quería mostrar que ese pequeño acto lo había destrozado.

Me pongo en pie y aliso mi ropa con las manos, ni siquiera me la he quitado para tumbarme. Le echo un vistazo al traje que reposa sobre la cómoda. Arrugo los labios. Aún no sabemos si la boda sigue en pie.

Salgo de la habitación y avanzo por el pasillo mientras mi boca se abre en un gran bostezo. Tengo ganas de que acabe ya este día para poder ser libres.

Este día. El último antes de nuestra completa libertad.

Llamo a la puerta de la habitación y espero cinco segundos antes de abrir.

—Pablo, tenemos que prepararnos para... —Paro de hablar cuando me doy cuenta de que lo estoy haciendo para la pared, ya que no hay nadie en la estancia.

Me rasco la nariz extrañado y voy directo hacia los escalones para bajarlos de dos en dos. Cuando piso el suelo frío de madera lo encuentro sentado en el sofá. Está con los brazos flexionados, los codos sobre las rodillas y tiene las palmas de sus manos en las mejillas.

Tuerzo el gesto cuando me percato de que la razón más probable de que esté así sea por lo sucedido con Marina. Tengo que añadir que en los casi veinte años que lo conozco, nunca antes había estado así.

—¿Te apetece un café? —Pregunto mientras camino con inseguridad. Le echo una mirada preocupada cuando no obtengo respuesta—. Prepararé dos, por si te entran ganas.

POR UNA PROMESA ETERNA ©[TERMINADA]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora