Sentada en su escritorio, escuchando de fondo las risas y cotilleo distorsionado a sus oídos. Se sentía terrible y enferma, su cabeza palpitaba dolorosamente y sus ojos ardían junto a su cuerpo, le dolía permanecer con los ojos cerrados, pero también le dolía estar con ellos abiertos. Aunque su estado había empeorado desde la corta reunión con el señor Breence, y el tema insólito de la fascinación de la presidenta hacía ella.
Y varios minutos después, ahí estaba su jefe presentando a la presidenta, que finalmente descubrió su nombre, o al menos creía que ese era, su audición le estaba fallando, creía a haber escuchado Laura Sergio, tal vez estaba en lo correcto. Al haber llegado a su escritorio, no tuvo demasiado tiempo de platicar con su compañera de trabajo, Dinah, y con la nueva, quien parecía demasiado alegre, aunque tenía cara de maldosa y mala influencia, pero no debía dejarse llevar por el aspecto. Todos sus compañeros de trabajo veían a Camila extrañados, casi con desconfianza, ella no entendía el porque, ¿acaso lucía demasiado horrible?, estaba considerando tomarse ese horripiloso día.
—Requerire a alguien, señor Breence—Alcanzó a escuchar la voz ronquecina de la extraña mujer.
Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al poder escuchar ese comentario, no por el significado que tenía, sino por la leve vibración que sintió en su interior, como si sus palabras retumbaran dentro de ella.
Bizarro.
Con un suspiro cansado de su parte, volvió a centrar su atención en los archivos que tenía que revisar ese día, pero al ver únicamente distinguía letras, no palabras, no frases, únicamente letras.
—¡Oh por supuesto!—Exclamó con falsa compresión—Tengo a varios hombres capacitados para...
—Ella, la quiero a ella.
Nuevamente sintió todas las miradas sobre ella mientras descifraba el archivo que tenía en manos, todos empezaron a susurrar mientras Camila fruncía el ceño incomoda, tenía miedo de levantar la mirada. Sin embargo, alguien a sus costados murmuró su nombre, algo que la hizo tensar y finalmente levantar su cabeza. Con fingida calma movió los ojos de un lado a otro con lentitud, todos la miraban, pero era ella quien la hizo paralizarse.
—Presidenta, tengo a personas mucho más capaci...
La mano de la presidenta lo interrumpió, la mujer de pelo negro había levantado bruscamente su mano callandolo de inmediato, eso sin despegar su mirada de la castaña, quien lucía enferma.
—Señor Breence, no pedí... Su ayuda, estoy exigiendo que mi ayudante sea la señorita de allá—Habló con seriedad, borrando toda aquella amabalidad de su rostro, tenía un brazo cruzado bajo sus pechos, y su brazo libre recargado sobre ese brazo. Ella finalmente volvió su rostro al hombre, quien estaba rojo de molestia.
La morena tembló de pánico mientras veía la interacción, ¿por qué?, ¿por qué ella?, quería encogerse en su asiento, cerrar los ojos y desaparecer de la faz de la tierra.
—¿Esta segura, señorita presidenta?—Habló entredientes con sus ojos chispeando de molestia.
—Sí—Asintió relajando su postura nuevamente volviendo su vista a la morena.
—De acuerdo—Asintió con molestia el hombre, ¡No!, ¡yo no estoy de acuerdo!, Camila chilló internamente abriendo los ojos con espanto, ¿y mi opinión?, ¿dónde queda mi opinión?, sus manos se apretaron con fuerza arrugando levemente los archivos que sujetaba—Cabello, agarra tus cosas, te moveras a la oficina de la señora presidenta—No pregunto, no pidió opinión, él ordenó sin siquiera dirigirle una segunda mirada.
—Sí-sí..., Jefe—Asintió con lentitud bajando la mirada, no podía hacer nada, su opinión no contaba.
—Gomez y Hansen, ayudenla a llevar sus pertenecen a la oficina de la presidenta—Alzó la voz, mencionando a dos de sus compañeros de trabajo.
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Milagro De Luna
FanfictionCada noche buscaba el lugar perfecto para poder hablarle, preferiría un lugar solitario, sin ruido, simplemente rodeada por la naturaleza. Iba casi todas las noches, contaba como se sentía, cómo le había ido le contaba a cada momento del día, cada m...