Capítulo 6 | La única noche

174 20 17
                                    

"Hay mucho aquí que no logro entender

Tu cara guarda las apariencias

Me habla en susurros como rezos

No los necesito" 

—¿Qué haces aquí?— escucho decir a Wanda con voz autoritaria, desde que me coloque a su lado su rostro demostró tener más confianza y la veo segura. Sonrió satisfecho de que mi presencia sirva de algo— ¿Porqué volviste? ¿¡Porqué?! 

—¡Porqué te prometí que volvería!— el enojo de Wanda se esfuma y entiendo el porqué, la voz rota de Visión y sus ojos enrojecidos, todos pueden verlo, su mirada es tristemente sincera— Tengo que explicarte tantas cosas...— él trata de acercarse pero yo alejo a Wanda colocándola protectoramente tras de mí— Dame un minuto.

—¡No tienes derecho ni aún solo minuto después de haberla dejado!— vocifero haciendo que Visión se moleste. Puedo sentir como Wanda aprieta mi mano, está nerviosa y se que que hay algo más en la historia, algo tan doloroso que aún no me cuenta y que al parecer los demás tampoco conocen.

—¿¡Y a ti que te importa!?— grita y yo avanzo hasta el sin ningún rastro de cobardía. Estoy dispuesto a romperle la cara si es necesario. Quedamos frente a frente, mis puños se cierran y puedo ver su sonrisa burlona— ¡Esto es con ella! 

—¡Le importa mucho Visión!— la inesperada voz de Wanda nos hace girar, se mete entre nosotros alejándonos y empujándonos hacia atrás para separarnos— Espere una explicación y solo me mentiste. No quiero saberlo. ¡Los últimos dos años no me ha importado saberlo! ¡No necesito tus palabras! — aún con la mirada alta y con su voz apunto de romperse la veo alejarse, hasta que su espalda toca mi pecho y la escucho susurrar— No las necesito.

"Dicen que las promesas suavizan el golpe

pero yo no las necesito, no

no las necesito" 

Mi mente viaja a aquella noche, cuando caminábamos por el campus de la universidad. El atardecer cae sobre nosotros y él toma mi mano guiandome hacia nuestro árbol favorito. Dónde solo nos sentamos a ver cómo el sol se oculta entre los grandes edificios. Pero antes de hacerlo, se detiene sobre la acera y me mira con curiosidad— ¿Que sucede Vis? 

—Yo.. se que te irás con tus padres estás vacaciones. Busque el momento para dártelo y creo que es éste— alzó una ceja y lo veo sacar de su bolsillo una pequeña bolsa de tela azul aterciopelada— Quiero que lo tengas para recordarme siempre, lo traje de la costa... 

Tomó la bolsita y al abrirla me encuentro con un collar de caracolas pequeñas con pequeños cristales entre ellas. Tiene ese olor tan característico de arena de playa—Es precioso— digo antes de abrazarlo. El rodea mi cintura y besa castamente mis labios. Toma el collar y con delicadeza lo desliza por mi cuello. 

—Prometeme que nunca te lo quitarás— me giro y asiento con la cabeza mientras rodeo su cuello con mis brazos. 

—Nunca— y así lo hice, no me lo quité en ningún momento, ni si quiera cuando Visión me acompañó al aeropuerto de Cartagena para viajar a Sokovia. Pero cuando bajamos del avión en la ciudad de mis padres todo comenzó a fracturarse y el inicio de aquel desastre, comenzó.

Lorna corre a los baños mientras yo espero pacientemente fuera. Cuando veo mi agujetas desatadas, me agachó para amarrarlas. El gancho de mi collar falla y lo veo deslizándose por mi cuello. Pero cuando se cae al suelo, en una caída demasiado corta, una de las caracolas se hace polvo. Un polvo blanquesino que hace al compañero canino de un oficial comenzará a ladrar. Me alzó rápidamente mientras el guardia se acerca. Para mí suerte el gran pastor alemán no me hace nada, me olfatea levemente y después dirige su atención al polvo blanquesino. El guardia sutilmente prueba el polvillo y luego llama a sus compañeros de seguridad.

La Ciencia del RockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora