Capítulo 14 | La definición de precipitar

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BUCKY 

Miro desde la avenida que la lámpara de la habitación de Wanda aún está encendida. Son las tres de la mañana, así que puede que lo haya olvidado o este estudiando demasiado. Faltan dos días para su presentación y yo y mi estúpida falta de organización no me ha dado tiempo para verla. La banda alza los pulgares y yo asiento con la cabeza mientras apagó la linterna y comienzo a subir por las escaleras de emergencia. 

Trato de no hacer ruido y cuando llegó a la ventana de su habitación noto que está abierta, seguramente está despierta. Entro con cuidado antes de escribirle a la banda que puede irse, después escucho el sonido del auto llendose. 

Me muevo despacio tras las cortinas y cruzó con delicadeza el pequeño pasillo. Entonces escucho que se mueve y luego veo un libro asesino hacia mi, por suerte logré mover la cabeza aún lado. Pero ella no se rinde, me lanza otro. 

—¡Soy yo!— digo en voz alta y ella se detiene. Aún sentada en el suelo y con otro proyectil en mano.

—¿Jaime?— pregunta con cautela. Salgo de la cortina y asiento. Ella sonríe, deja sus libros de lado y rápidamente corre hacia mi. La tomo entre mis brazos y la beso profundamente. Cuánto extrañaba sus besos. Ella rodea mi cuello con sus brazos y yo aprieto su pequeño contra el mío. Huele a la lavanda y su cabello aún está húmedo por el baño que tomó. 

Poco a poco voy empujandola contra la cama mientras mi mano busca el borde de mi playera que usa como pijama, tiene la forma de pizza en el centro. Ella sonríe conforme mi mano sube por su muslo hasta acunar su trasero. Cuánto extrañaba tocarla. 

Wanda muerde mi labio inferior mientras me atrae más así. Estoy por quitarle la camisa cuando doy otro paso más y siento ese dolor agudo que me hace alejarme de ella y dar brinquitos— ¡Mierda!— digo en voz alta mientras alzó el pie y miro la pinza de cabello que está en el suelo, es metálica por lo que me ha dolido horrible. 

—¡Oh! ¡Lo siento!— se disculpa ella tomando la pinza y comenzó a recoger todas las cosas regadas del suelo. Odiare esa pinza por siempre ¡Estaba por iniciar! 

—¿Qué haces despierta a esta hora? 

—Estaba muy nerviosa y terminé repasando toda mi tesis— dice avergonzada mientras coloca los libros sobre el escritorio. Ella se acerca y se siente conmigo a lado de la cama. Pese a todo puedo sentir su seriedad. Así que tomo su mano entre la mía y depósito un beso en los nudillos.

— Soy un idiota— digo y ella asiente sin decir nada más— Prometí que estaría a tu lado apoyándote para tus metas, pero la verdad es que he estado muy ausente— ella sonríe aunque parece más como una mueca, que me dé la razón me duele aún más— Perdóname, Wan. Por no estar para ti tanto como tú lo has estado para mí. 

—Cuando lo hice no pedí nada a cambio— murmura mordiendose el labio. Acaricio su cabello aprieto su mano aún sin soltarla. 

—Pero no es justo— admito— Tu hiciste todo para acompañarme a ese viaje en Milán y yo no pude si quiera tomarme un día libre para verte... 

Ella sonríe cortamente y puedo sentir que está de acuerdo. Suspiro con tristeza— De verdad me importas Wanda, me importa todo lo que haces y lo que quieres hacer. Y te prometo— digo tomándole el rostro— que no volveré a hacer esto, jamás te dejare de lado. 

—¿Lo prometes?— pregunta con inocencia y yo asiento mientras me aproximó a sus labios y comienzo a besarla. Ella me devuelve el beso, es mucho más calmado que el anterior, es suave y disfruto del sabor a menta por el dentrifico. Poco a poco la acercó hasta mi, la siento a horcajadas en mi regazo y tomo el borde de la playa deslizandola por sus brazos. Ella sonríe, sin estar cohibida y se deja guiar por lo que quiero hacerle. La beso despacio, bajando por su cuello y pechos. 

La Ciencia del RockDonde viven las historias. Descúbrelo ahora