3. Uña y carne

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Andrés y Rocío se sentaron a estudiar juntos en la mesa del salón. Abrió su cuaderno de Matemáticas y le enseñó sus apuntes de División de Polinomios.

— ¡Uf! —exclamó Rocío —Esto lo hice en 4ºESO y era horrible, la verdad.

— ¿Aprobaste? —curioseó Andrés.

— ¡Ya ves! Saqué un 8 y medio. Tú tranquilo. Veo que tienes aquí un ejercicio sin hacer.

—Ah sí, es que ese me lo mandaron en clase entre los demás que ves aquí, pero cuando llegué a ese, sonó el timbre y no me dio tiempo a hacerlo.

Rocío leyó detenidamente los datos del problema y al instante lo entendió. Se lo explicó a Andrés paso a paso y después de un rato ya tenía resuelto el ejercicio. Éste no podía creérselo.

— ¿Así de fácil?

— ¡Siii! —exclamó Rocío sonriendo —Mira, te voy a poner un ejercicio yo misma y te lo vuelvo a explicar.

Andrés le pasó su cuaderno y le entregó su bolígrafo azul y Rocío comenzó a escribir. La miraba detenidamente con una sonrisa mientras escribía la fracción, de hecho, al estar con la cabeza hacia abajo, se quedó observando su largo cabello oscuro.

Al terminar de escribir el ejercicio, levantó la mirada y pilló a Andrés observándola.

— ¿Qué miras?

—Eres preciosa.

— ¡Anda ya, tonto! —exclamó entre risas jugando con su pelo —Aquí tienes el ejercicio.

Le pasó su cuaderno y el bolígrafo y empezó a explicárselo de nuevo paso a paso, y en menos de diez minutos ya lo tenía hecho.

—No sé cómo lo haces, pero explicas genial.

— ¡Muchas gracias, jo! —dijo con una sonrisa de oreja a oreja —Muy poca gente me lo había dicho, de hecho ni recuerdo la última vez que me lo dijeron. ¿Sabes qué pasa? No me gusta nada presumir, pero yo estoy estudiando Educación Infantil.

— ¿En serio? ¿Y cómo te va?

—Me va muy bien, la verdad. Es un ciclo muy pero que muy chulo y te enseñan muchísimas cosas, desde pequeña me han encantado los niños.

—Se te dan bien, ¿no? En plan, sino no estarías aquí —se reía.

—Se me dan de maravilla, y como te he dicho antes, no te preocupes por estar yo aquí contigo, es normal que al principio pues te parezca injusto, pero te garantizo que vamos a ser uña y carne.

—Eso espero —zanjaba convencido. De repente giró la cabeza y observó el reloj —Son las diez y todavía no he cenado.

— ¿Tienes pensado algo? —curioseó Rocío.

—Sí, una pizza precocinada mientras veo alguna película. ¿Te apetece?

—Pero una peli acaba muy tarde, y tú tienes que levantarte temprano.

—Nada, nada, por eso no te preocupes. Tranquila que mañana a las siete estoy en planta.

—Bueno, pero luego no te quejes cuando suene la alarma —espetó guiñándole el ojo. Andrés prefirió no contestar y se dirigió a la cocina, abrió la nevera y sacó una pizza precocinada de 4 quesos. La sacó del paquete, la metió en el horno y le asignó 10 minutos.

Ambos se sentaron en el sofá y Andrés observó cómo Rocío apoyaba la espalda en el reposabrazos.

— ¿Puedo estirar contigo las piernas? —dijo Andrés.

Mi niñera y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora