6. Valiente

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La alarma del móvil de Rocío despertó a ambos a las 7 en punto de la mañana. Rocío la desactivó pero no pudo salir de la cama debido a que Andrés estaba abrazado con fuerza a ella y no quería despegarse.

—Dormilón, es hora de levantarse.

—Cinco minutos más, porfa. Es que hace frío y yo estoy muy calentito contigo.

Rocío abrazó con fuerza a Andrés y finalmente decidió quedarse con él un ratito más. Tal fue así, que los rayos los cuales se infiltraban entre los cristales de las ventanas de la habitación de Andrés la despertó. Revisó su móvil y eran las ocho de la mañana. Se habían quedado completamente dormidos.

— ¡Qué dices! —exclamó, y de inmediato salió de la cama — ¡Andrés, despierta! ¡Son las ocho de la mañana!

— ¿Cómo? ¡Mierda, el examen!

Andrés también se levantó de inmediato y rápidamente se vistió su chándal de Adidas azul, sus Nike azules y su camiseta Nike blanca de manga corta. Cogió un dulce de chocolate de la despensa y salieron del piso por patas.

— ¿Por qué no me dijiste que tenías el examen a primera hora? —dijo Rocío al subirse ambos en el coche.

—No me acordé, lo siento.

Al llegar al instituto, Andrés salió del coche y se despidió en la lejanía de Rocío.

— ¡Mucha suerte! ¡Recuerda lo que estudiamos! —le dijo lanzándole un beso mientras se marchaba. Andrés subió corriendo las gradas y entró en el edificio para subir al aula. Por suerte, le sobraron diez minutos antes de comenzar la clase. Se sentó en su sitio de siempre, es decir, al lado de Saray y sacó de su mochila su cuaderno de matemáticas para darle un último repaso.

— ¿Estás bien? —dijo Saray al verle tan acelerado.

—Perfectamente, es que anoche me quedé dormido estudiando, y me he levantado hace nada.

El profesor de Mates apareció en la clase llevando consigo dos torres de folios, la mitad en blanco y la otra mitad los exámenes. Ordenó a los alumnos a que separan un poco las mesas y repartió. Andrés y Saray fueron los últimos en recibir el examen. Tras éste escribir el nombre, le echó un vistazo por encima. El folio estaba repleto de fracciones de división de polinomios, no les tenía miedo porque sabía cómo resolverlas. De repente, clavó su mirada en el último ejercicio: era exactamente el mismo que Rocío se inventó para ponerle a prueba.

Fue el primer ejercicio que completó, y gracias a él, los demás fueron pan comido. En veinte minutos había terminado el examen. Levantó la mano para dirigirse a su profesor.

— ¡Profe! ¿Puedo entregarlo ya?

Sus compañeros se quedaron mirándole fijamente, no podían creerse que fuese a terminar el examen tan rápido, hasta el profesor se sorprendió inclusive.

— ¿No quieres repasarlo, hijo?

—No me hace falta, de verdad.

El profesor accedió a que le entregara el examen y Andrés se levantó de su sitio para acercarse a su mesa y colocar el examen en ella.

En la hora del recreo, Andrés se sentó solo en la grada. Allí estaba Gabriela, una chica alta con un radiante pelo lacio marrón, vestida con una sudadera rosa de Adidas y unos pantalones grises de chándal. Ella y sus amigas no podían dejar de mirarle disimuladamente sonriendo. Estaba coladita por él, pero Andrés no le hacía mucho caso ya que era Saray la chica que le atraía.

— ¿Vas a acercarte a él o qué? —dijo una de sus amigas.

—Ay, tía, es que no sé. Literal que me da muchísima vergüenza.

Mi niñera y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora