Capítulo I

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Advertencia: este es un AU que he inventado (no sé si ya exista uno con la misma temática) por lo que varias cosas han cambiado, como la razón de que exista la cabaña del misterio, la existencia de Bill, etc. Dicho esto pueden proseguir con la lectura

Eran los inicios del verano, un pequeño niño castaño iba en un autobús  acompañado de una gran maleta marrón acompañado por su madre quien miraba al frente como si esa fuera la única forma de salvar sus vidas.

El pequeño castaño solo observaba a través de la ventana como la urbanización de california se transformaba a un verde paraje de grandes y espesos árboles que iban a toda velocidad quedando como un borroso reflejo que quedaba atrás en el camino.

—mami ¿por qué cuando estamos en un auto los árboles se ven borrosos? —cuestionó con inocencia el pequeño niño observando a su madre con curiosidad infantil en su mirada.

—no lo sé cariño —respondió la mujer y, a pesar del lindo apodo, la voz de la mujer había sido fría, casi cruel. 

Aquel tono hizo a que Dipper se estremeciera de miedo, era el mismo tono que  usaba cuando lo regañaba al atraparlo leyendo un libro de ficción o de terror o de fantasía, le parecía injusto que lo tratara así pues a su hermana siempre le dejaba lee lo que sea que esta quisiera leer, hasta las novelas que no debería de tocar para su tan corta edad. Así como no le dejaban leer tampoco le dejaban tener amigos, ni hacer muchas preguntas que "no tuvieran sentido" ,según sus padres, por lo que siempre se quedaba con la duda de cómo es que algo funcionaba o de porqué no podía tener amigos o de porqué no le permitían leer ni un solo libro que no fuera realismo o biografías muy aburridas... había sido así desde que tiene memoria y él ignora el porqué lo tratan así... el porqué lo ignoran y hacen sentir como un vástago extra en la casa.

Durante el resto del viaje no volvió a alzar la voz por ningún motivo solo se quedó observando por la ventana respondiéndose a si mismo las preguntas que pudiera tener en el camino, aunque la que más le carcomía su joven mente era: ¿a dónde se dirigían tan repentinamente?

No entendía la razón de la salida solo sabía que el día anterior su madre le dijo que preparara una maleta con sus cosas más importantes y que al día siguiente él y ella saldrían hacia un lugar sorpresa, el niño en toda su inocencia solo le hizo caso a su madre, sin cuestionar, por un momento había creído que tal vez su hermana lo iba a poder acompañar, pero no fue así y eso solo lo desanimó, él y su hermana siempre han estado juntos nunca se habían separado tanto y ya comenzaba a extrañarla, tal vez no fuera la mejor hermana, pero era su hermana y por eso la quería.

No pudo calcular cuanto duró el viaje, pero podía decir que habían parecido horas llenas de silencio y de miradas despectivas de parte de su madre quien en desesperación, al parecer también por lo largo del viaje, tamborileaba sus dedos en el asiento delantero, con el paso del tiempo ellos fueron los únicos que quedaban en el autobús... hacía tanto silencio que Dipper incluso pensaba que hasta el conductor se sentía incómodo, si fuera por él hablaría, pero sabía que si quería evitar que su madre se molestara tendría que guardar silencio hasta llegar a su destino.

Destino que estaba muy lejos de su hermana.

Destino que parecía alejarlo de su hogar.

Destino que aparentaba ser oscuro y penumbroso.

El pequeño niño se quedó dormido después de haber pensado tanto, agotado pues se había levantado a las cuatro de la mañana para irse temprano y para ese momento ya se acercaba la hora de la cena y él tenía hambre por lo que prefirió dormir evitando pensar en que ni siquiera le habían dado una galleta para el almuerzo. 

Una turbulencia despertó al pequeñín, ya había llegado y lo supo porque el bus ya no se movía y su madre lo había tomado con demasiada fuerza del brazo jalándolo junto a su pequeña maleta fuera del autobús.

—mami me duele —gimoteó el pequeño tratando de soltarse, estaba acostumbrado a que lo tomaran fuerte, pero esa vez el agarre parecía estrujar su pequeña y delgada muñeca.

Pero hacer eso solo causó que fuera peor pues se detuvieron y la mujer le dio una cachetada al pequeño tomándolo por sorpresa.

—escucha pequeño monstruo, no sigas quejándote o te dejaré tirado en el bosque —amenazó con dureza la mujer sacudiendo con brusquedad al menor quien solo dejaba salir sus saladas lágrimas.

—e-está bien mami, n-no volveré a hablar, l-lo siento mami —lloriqueó el pequeño castaño pidiendo perdón a su progenitora tratando de limpiar sus lágrimas por el golpe que le dio en el rostro aquella mujer con su dura y pesada mano.

—ya te dije que no me llames así, ahora sigue caminando si no quieres otro golpe.

Esas fueron las últimas palabras durante aquel viaje tan pesado para las pequeñas piernas débiles de Mason quien sentía se desmayaría, pero sabía que caerse iba a significar ser dejado en el bosque a merced de cualquier bestia, monstruo o animal que quisiera carne fresca. 

Creía que el camino iba a ser eterno y que su madre esperaba que él se rindiera para dejarlo desmayado en el suelo, pero no, al parecer sí iban a un lado y ese lado era una vieja cabaña algo descuidada, pero de buen aspecto que parecía ser hecho de troncos y tenía un cartel que decía "la cabaña del misterio". 

¿Una trampa para turistas? se cuestionó el pequeño Pines, ahora no entendía para nada que es lo que iban a hacer ahí. A pesar de la incesante duda que recorría su cabeza no preguntó nada a su progenitora quien parecía estar más enojada a cada paso que daba, tal vez porque no se había desmayado aún.

No se dio cuenta cuando ya estaban en el corredor de la cabaña y solo reaccionó al escuchar como la puerta de madera frente a ellos rechinaba al abrirse mostrando frente a ellos a un viejo hombre de cabello gris por las canas, nariz grande, abultada y algo roja, parecía que apenas se había levantado pues tenía una camiseta sin mangas de color blanco y unos shorts a rayas azules y verdes. Al pequeño castaño le pareció aterrador. 

—Stanley, por un momento creí no ibas a abrir —dijo la mujer con fastidio claro y directo en su voz, parecía disgustada más por la apariencia tan descuidada del hombre que la espera. 

—Beatriz ¿qué haces aquí a estas horas? —cuestionó el hombre, estirándose y causando que varias de sus viejas articulaciones crujieran como si nunca las hubiera estirado antes, este parecía no haber notado al pequeño niño que se sujetaba las manos nervioso. 

—solo estoy sacando la basura de mi casa, sabes lo que acordamos y aquí lo tienes, no quiero tenerlo en casa y este —miró despectiva la cabaña —es el único lugar donde puede estar sin ser una molestia. 

Sus palabras estaban cargadas de veneno y crueldad, el pequeño Mason tembló al sentir una gran tristeza en su cuerpo que mantuvo contenida al no querer parecer débil. 

En ese momento fue que Stanley entró en cuenta de la presencia de una pequeña personita más que los acompañaba, solo logró soltar un suspiro de resignación. 

—bien, déjamelo a mi yo me encargaré de él —respondió tomando la pequeño maleta del niño. 

—bien, ahí tienes —Beatriz empujó al pequeño dentro de la cabaña.

Mason cayó de cara al piso, pero se puso de pie como pudo y caminó detrás del viejo hombre quien cerró la puerta. 

Ahora le invadía un sueño mayor y este era el qué le haría ese sujeto de aterradora apariencia en aquella cabaña tan lejos del pueblo que vio entre la caminata. 

¿Quién era ese hombre? ¿lo mataría? ¿Lo vendería? ¿qué iba a hacerle?

Mi amigo imaginarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora