Capítulo XII

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El rubio demonio se quedó callado un buen rato, conocía bien el nombre del mocoso que Dipper mencionaba... y no le agradaba en lo más mínimo ese niñato mimado de cabello descolorido y manos pequeñas, le parecía en extremo repulsivo ¿por qué de todos debía ser ese niño? había mejores opciones que se tal Gideon ¿por qué él? 

—¿Quién dices que te tocó? —cuestionó de nuevo el rubio sabiendo que se había quedado demasiado tiempo en silencio, tal vez deseando haber escuchado mal. 

—Gideon Gleeful —repitió el castaño mirando a su amigo en espera que le dijera algo, al menos que le dijera qué podría regalarle. 

Bill suspiró, al parecer había escuchado bien... maldito enano blanco. 

—bien... te tocó Gleeful ¿qué tal si le regalas uno de esos gnomos que te mostré? tal vez le guste —dijo con el simple impulso de querer molestar a ese niño tan molesto. 

—ammm... Bill no creo que un gnomo sea lindo —murmuró frunciendo sus labios en un delgada línea mirando a su amigo —solo necesito saber al menos qué color puedo hacerle la carta y listo... ¿puedes ayudarme con eso? 

El demonio volvió a guardar silencio mirando los ojos del pequeño frente a él, no podía negarle su ayuda a ese niño, ya no era capaz de hacerlo de ninguna manera ese niño se había convertido en su mayor debilidad durante el poco tiempo que llevaba a su lado acompañándolo que en cada aventura, pero no deseaba que entablara contacto con Gleeful, con quienquiera menos con ese repulsivo niño que le hacía desear arrancar cabezas de sus cuerpos. Aun así, sabía que no era buena idea causar que su pequeño pino fuese enemigo de ese enano... en realidad ni siquiera le convenía que lo conociera, pero él no podía el evitar el destino, verlo tal vez, pero no alterarlo. 

Suspiró. 

—bien, bien, bien, te ayudaré con esa carta, pero solo para que no quedes con las manos vacías —accedió el rubio cruzándose de brazos. 

Mason sonrió agradecido lanzándose sobre el demonio rubio para abrazarlo con fuerza ocultando su rostro en el cuello del mayor como solía hacer cada que lo abrazaba —¡gracias Bill! ¡eres el mejor! 

—claro que lo soy —sonrió altanero —ahora manos a la obra.

Fue así que ambos comenzaron a hacer la carta para el mocoso de Gideon, Bill dio los colores que necesitaría a Dipper y le ayudó a cortar los pedazos, en realidad el cuerpo de la carta no fue la gran cosa en realidad eso fue lo más fácil, lo difícil sería escribir algo que no sonara frío, pero que no fuese cursi en lo absoluto... fueron largos y tortuosos minutos el elegir qué escribir en esa absurda carta del demonio pues ambos querían poner cosas distintas, Dipper quería escribir algo como: "No te conozco, pero tu cabello es muy llamativo y lindo. Feliz día de la amistad" y Bill quería escribir una biblia de maldiciones hacia el enano albino cosas como: "ojalá que te quedes sin casa quedando en las abandonas calles de la miseria, muriendo de hambre lentamente mientras suplicas las sobras y que al morir llegues al infierno para ser torturado hasta que tu alma se convierta en cenizas"... Claro, no lo dijo de esa forma, pero era lo que deseaba escribirle. 

—sabes, tal vez lo del cabello no quede tan mal, digo, es lo mejor que le puedes escribir después de todo —mencionó con ansias de dejar a Gideon de lado para hablar de algo más emocionante que el día de San Valentín. 

—mmm, sí creo que no tengo de otra —asintió el niño antes de comenzar a escribir en la carta, a pesar de no estar convencido de que le llegara a gustar tal vez, solo tal vez, con un chocolate sería más linda esa carta. 

Hacer cartas para el día de San Valentín en definitiva se volvió la actividad menos preferida de ambos y eso que todavía no llegaba el día de la entrega. 

Mi amigo imaginarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora