capítulo II

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No sabía que camino le parecía ahora más aterrador, si el de la estación hasta la cabaña o el de la cabaña hacia donde sea que lo esté llevando aquel anciano hombre de nombre Stanley que podría ser el último rostro que vería en su corta vida.

Temblaba a cada paso que daba y no sabía si era por la tristeza o el miedo que le embargaba aquella situación tan poco deseada para cualquier niño pequeño que solo desea volver a casa junto a su hermana.

En el camino hubo un silencio muy lúgubre que no le dejaba tranquilo, al observar las paredes sus miedos se intensificaron.

¡Había un montón de monstruos por todos lados! Sirenas enbalsamadas, monos con caparazones en la espalda, gallos con cola de serpientes y serpientes con cresta roja, piedras enormes que no pudo distinguir bien por la falta de luz, algo que parecía un oso disecado los esperaba en el salón y luego estaban las destartaladas paredes que parecían rasgadas por las garras de un enorme animal ¿cómo llegaron arañazos al techo? ¿acaso había un murciélago ahí? Porque si esa era la respuesta prefería no saberlo por las malas.

¿Lo pondrían a limpiar aquel lugar? ¿a dónde lo llevaban? ¿por qué su madre conoce a tan aterrador hombre siendo ella una dama tan altiva? Se estremecía con solo pensar que tal vez su madre antes que su hermana y él ya antes hubiera tenido un "engendro mal nacido" como él antes de lograr tener a su hermana.

Su hermana... no había pensado en ella, su querida hermana mayor ¿cómo la estaría pasando? Parecía muy mal cuando él se fue ¿lo extrañaría? ¿lo buscaría? ¿o solo fingió tantos años que lo quería y lloraba por mero berrinche de querer salir ella?

Aquellos pensamientos oprimieron el pecho del menor de tal forma que todas las lágrimas que se había reservado desde el camino a la cabaña comenzaron a salir sin control de su ojitos marrones causando que intentara varias veces secarse los ojos sin lograrlo y aunque quiso hacerlo in silencio para evitar que el hombre viejo lo escuchara no aguantó y un ligero "hip" salió de sus labios, un sollozo agudo y apesadumbrado que rompió el silencio del camino.

Se escuchó el chirrido de la madera cuando los grandes pies del mayor frenaron frente las gradas tan destataladas como la misma casa y Mason casi se cae de espaldas cuando vio que el mayor se dio la vuelta hacia él.

¿me pegará? ¿me gritará? ¿me va a matar? Pensó asustado hasta los huesos tratando de moverse, pero estaba congelado en su lugar.

Cerró sus ojos esperando lo peor, pero entonces sintió como unos brazos lo rodeaban y luego lo alzaban como si fuera una bolsa de uvas que no pesara nada.

—ya, cálmate niño, solo vamos hacia tu habitación —habló con su voz gruesa y áspera antes de volver a caminar.

A Mason le volvió a latir el corazón ¿aquél hombre no lo dañaría? ¿lo cargó? No podía creérselo, nunca nadie lo había tratado de aquella forma, sus ojos ya rojos por llorar se fijaron en el rostro del mayor que tenía una expresión preocupada y triste acompañada de algo que no pudo descifrar, aún algo dubitativo se acurrucó en el pecho del mayor, era cálido y muy suave ¿así se sentía ser protegido? Pues le encantaba eso.

Dejó de pensar que el hombre le haría daño y solo cerró sus ojos acomodándose en el pecho del mayor con una tenue sonrisa en su rostro, ahora daría todo por tal de que ese hombre no lo soltara, estar cerca de su pecho y escuchar el rítmico latir de su corazón le hacía sentir que así era para un bebé ser acunado en el pecho de su madre.

Fue entonces que todo se volvió negro... el pequeño Pines se había quedado dormido en los brazos de aquel desconocido tan familiar.

No supo cómo es que se quedó dormido con tanta facilidad, ni siquiera notó cuando se quedó dormido, al menos hasta que volvió a abrir sus ojitos con pesadez, tenía miedo de que lo que pasó anoche hubiera sido solo un sueño y al abrir sus ojos vería a su lado a su hermana durmiendo en su cama, pero no, al despertarse y frotar sus párpados con sus manitas sonrió.

¡no estaba en casa!

Aún con una sonrisa en el rostro volteó a su lado, no había nada más que un lindo ropero de caoba con su maleta al lado, atrás de él una ventana triangular se alzaba reflejando la luz en el cuarto y haciendo que el pequeño notara la peculiar forma de un triángulo con un ojo al centro ¿qué no era esa la forma que aparecía en los dólares?

Estuvo a muy poco de levantarse para poder arreglar su ropa hasta que escuchó que tocaban la puerta frente a él.

—soy Stanley ¿puedo pasar? —era la voz gruesa y raspada del hombre de la noche anterior, eso le hizo sonreír más ampliamente.

—sí, adelante —dijo el pequeño con su aguda voz infantil y las ganas inmensas de agradecerle al hombre el no haberlo asesinado o golpeado la noche anterior.

La puerta se abrió y sus ojos no creyeron lo que veía, ese no podía ser el mismo hombre, ese estaba erguido, vestido con una camisa blanca y un pantalón de dormir cubiertos por un delantal rosa... ese no podía ser el mismo hombre de la noche anterior que estaba todo desarreglado y hasta tenía pancita.

—te traje el desayuno, no te acostumbres a eso —advirtió entrando en la habitación, en sus maños llevaba un bandeja con panqueques, jugo de naranja y miel de maple.

—se mira delicioso... -dijo mirando el desayuno, nunca le habían llevado algo tan grande —¿todo es para mi? ¿usted no tomará nada de aquí? —preguntó en su inseguridad.

¿y si para él solo era el jugo? No podía pensar que en verdad lo tratarían así de bien llevándole también panqueques para desayunar.

—yo ya he comido lo mío, esto es para ti, termínatelo, luego te bañarás y por último baja y así ordenaremos tu cuarto juntos y veremos cuanta ropa traes —dijo dejando la bandeja en el mueble al lado de la cama del pequeño Mason antes de irse de ahí.

El castaño estaba con la boca abierta ¿comer bien? ¿poder bañarse en un lugar decente? ¿tener ayuda para limpiar? Eso no podía ser real, lo trataban tal y como lo hacían con su hermana Mabel ¿cómo era eso posible?

Prefirió no darle más vueltas al asunto y solo pensar en que debía comer, bañarse y limpiar, no parecían tareas difíciles por lo que sonrió y comenzó a comer como si no lo hubiera hecho durante toda su vida y es que esos panqueques eran delicioso, esponjosos, de color dorado y con miel de maple encima ¡todo un regalo!

No se preocupó en contar el tiempo que se la pasó comiendo hasta que se acanó el plato y teniendo ya la barriguita llena se levantó dejando su loza en la bandeja de nuevo se acercó a su maleta y sacó su short gris favorito, con su camisa manga corta roja y, al ver al otro lado de la ventana, solo que no necesitaría algo más que eso para estar bien ya que se notaba caluroso, de ahí sacó sus medias y sus bóxers para entrar al baño que había en la habitación.

Al dejar su ropa en uno de los muebles del baño se acercó a la regadera y la encendió... había agua cliente, con gran gusto se desvistió y entró se sintió tan cómo y fresco por el agua caliente en su cuerpo que no pudo dejar de sonreír todo el rato que estuvo ahí dentro.

Al salir y cambiarse tras haberse secado caminó hacia la salida, no fue difícil encontrar las gradas las cuales bajó.

—¡señor Stanley! ¡ya terminé de bañarme! ¡¿lo espero arriba o me quedo aquí?! —habló en la voz más alta que pudo sin llegar a gritar.

—no me llames señor niño, me haces sentir viejo —la voz vino desde su derecha a lo que volteó con gran ímpetu dando un ligero salto.

—l-lo siento e-e-es que no... y-yo —no sabía ni que decir ¿eso ameritaba un castigo? ¿le había faltado el respeto?

—oye, oye, cálmate niño, está bien -la voz del hombre parecía calmada, eso hizo que Mason dejara de temblar —solo llámame "Tío Stan" ¿de acuerdo?

—¿tío Stan? —cuestionó confundido ¿ese hombre era su tío?

—tenemos mucho de que hablar niño, vamos, en lo que limpiamos tu cuarto hablaremos ¿sí? —eso fue lo único que necesito el pequeño castaño para asentir y volver a subir a la segunda planta.

Al final hablaron de muchas cosas, de por qué lo debía llamar tío y de que ese sería su nuevo hogar, ahora su tío se encargaría de él por lo que viviría bien en aquella cabaña del misterio.

Ese fue el mejor día que nunca había vivido antes...

Mi amigo imaginarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora