Capítulo IX

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El camino a casa fue silencioso, el rostro de Stan permanecía serio y algo asustado, Dipper se preguntaba porqué. Desde que habían salido de la escuela su tío había permanecido en silencio ¿acaso él había hecho algo malo? ¿estaba molesto con él? ¿qué le dijo su profesora? ¿estaba en problemas?

Estaba inseguro, ansioso y asustado por saber qué le pasaría al llegar a la cabaña, solo deseaba que su tío no lo fuera a castigar, nunca había visto ni enfrentado un castigo de su tío y esperaba seguir así por mucho tiempo, ya que Stan podría parecer un buen anciano, pero algo en Dipper le decía que tras esa cara de paternidad se podía ocultar una persona que le rompería la cara agolpes a quien le hiciera enojar.

El pequeño se estremeció, su mano se aferró con mucha más fuerza a la de su tío, fue ese cambio de presión lo que, tras un buen tramo de camino, hizo salir de sus pensamientos al mayor quien hasta ese momento no se había percatado del estado tan aterrorizado y taciturno del joven castaño que caminaba cabizbajo. 

—Dipper ¿qué pasa? ¿por qué esa cara larga? —cuestionó, sacando de sus frenéticos pensamientos al menor.

—eh... amm, b-bueno e-es que no has dicho n-nada en todo el camino y-y pareces molesto —respondió Dipper, avergonzado y temeroso, manteniendo la mirada baja.

—oh... —Stan calló por un momento, inseguro de qué decir —no es nada Dipper... solo estaba pensando en como traer a más turistas despistados a la cabaña. 

Dipper dudó de que esa fuera la verdadera respuesta, su tío era bueno engañando, sabía mentir como todo un profesional, pero él sabía como distinguir (o al menos a veces) cunado su tío mentía y en ese momento sospechaba de le estaba mintiendo, aunque no tendría porqué mentirle ¿cierto?

¿Cierto?

—entiendo... ¿y ya sabes qué hacer? —cuestionó el castaño con curiosidad.

—creo que comenzaré a cambiar algunas de las atracciones para que sean más aterradoras y llamativas —contestó con una sonrisa ganadora en el rostro.

—¡waaaa! ¡eso sería increíble!

Distraer a un niño era fácil y Stanley lo sabía muy bien, conocía los puntos débiles de su sobrino por lo que evitar charlas incómodas era muy sencillo para él... al menos mientras Dipper seguía siendo un niño podría evitar charlas no deseadas, aunque a veces no podría escapar de ellas y tal vez aquella charla que había truncado sería una de esas ya que sabía que era muy normal que niños que han pasado por cosas parecidas a las que ha pasado Dipper suelen tener un "amigo imaginario" para sobrellevar las circunstancias que lo rodeaban, pero no se creía lo suficientemente maduro como para darle esa charla a Dipper él solo... aunque odiara admitirlo tendría que pedir la ayuda de Stanford para hablar bien con el niño.

¿Quién diría que sería tan complicado criar a un niño?

Cuando menos lo esperaron sus pies a habían llegado a la entrada de la cabaña, que en aquel momento, por alguna razón, se sentía distinto... días anteriores al llegar a la cabaña Dipper entraba corriendo preguntando qué había de comida, pero en ese momento ambos estaban de pie, en el pórtico, mirando la puerta con fijeza, como si esta tuviera una boca para decirles que entraran de una vez. 

—es mejor entrar, tienes tarea que hace ¿no? yo haré el almuerzo y te llamaré cuando esté listo—indicó Stan abriendo la puerta. 

"está bien" balbuceó con algo de timidez Mason entrando en la cabaña subiendo a toda velocidad las gradas, como si escapara del momento más incómodo de su joven y corta vida.

Stanley por otro lado entró en la cocina encontrándose ahí a su gemelo preparando algo de comida.

—pero que inesperado verte aquí seis dedos —dijo recostándose en el marco de la puerta. 

—¿por qué sería eso una sorpresa? —cuestionó el contrario apagando la estufa y dándose la vuelta, luciendo sobre su ropa de aventurero espacial un delantal rosa. 

—siempre estás fuera, por eso —suspiró —de todas formas necesito hablar contigo así que es una suerte que estés en casa —Tomó asiento en una de las sillas del comedor, cruzando los brazos sobre su pecho. 

—¿y de qué necesitas hablar conmigo? —cuestionó el de lentes cruzándose de brazos igual que su hermano.

—es sobre Dipper.

—¿qué pasó con Dipper? —ahora el tono de Stanford había mutado a uno de pánico, su instinto sobreprotector había comenzado a pasar el límite —¿a caso llegó su periodo tan pronto? ¿alguien le hizo algo? porque si fue así déjame recordarte todas las veces en las que te insistí en que deberíamos educarlo en casa para que estuviera más seguro porque los niños de allá afuera son unos...

—¡cállate maldita sea! —exclamó enojado el de fez golpeando la mesa con sus manos deteniendo el palabrerío de su hermano —no le pasó nada malo y nadie le ha hecho nada, así que cálmate y déjame hablar. 

—está bien... —Había dado un saltito por el golpe en la mesa, su hermano enojado le podía poner los vellos de punta. 

—gracias —suspiró retomando su calma tan inestable —lo que pasa es que la profesora de Dipper me llamó para hablarme de él... de todo lo que dijo lo único importante es que Dipper hasta ahora no se ha relacionado con ninguno de sus compañeros porque siempre está con su "mejor amigo", según recuerdo ella dijo que Dipper lo llama Bill chiper o algo así—dijo con fastidio al no recordar el resto del nombre.

Ford en cambio quedó pasmado en su sitio, recordando la lista que hizo Dipper durante la navidad, Bill...

—Bill Cipher...

—¡sí! ese es el nombre —sonrió asintiendo, hasta que pensó mejor la situación —espera... ¿cómo sabes el nombre del amigo imaginario de Dipper? 

—bueno... Dipper y yo hicimos una lista de todos los buenos momentos de Dipper en invierno y en ella lo escribió "Bill Cipher" cuando le pregunté quien era solo me dijo que era un amigo... pero no me esperaba que incluso en la escuela hablara con él. 

—¿por qué?

—porque se supone que los amigos imaginarios comienzan a olvidarse a partir de los seis años o cuando el niño comienza a hacer amigos reales y se olvida de ese amigo imaginario —explicó —claro que existen excepciones en casos especiales... en caso de Dipper puede que sea por su extrema soledad antes de llegar a la cabaña.

—siendo honesto pensé en que podría ser por eso... pero cuando llegó no tenía un amigo imaginario, nunca mencionó el nombre de Bill y tampoco hablaba solo... él comenzó a hablar con Bill desde que escapó de la cabaña por el susto que le dieron Wendy, Soos y tú —expresó, pensativo, Stanley. 

Ambos quedaron callados, ninguno de ellos era experto en psicología infantil por lo que no podían decir que Dipper tuviera algún problema al tener un amigo imaginario, pero de todas formas tendrían que hablar con él, no podían descartar nada y en el caso de Ford, creía que tal vez  aquel "amigo imaginario" era algo más que solo la creación de la mente infantil de Dipper. 

Ambos dudaban, pero era clara una cosa, tendrían que vigilar mejor al menor. 

Mi amigo imaginarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora