Capítulo IV

3K 523 44
                                    

—¿estás diciendo que ese niño es nuestro sobrino? —volvió a cuestionar el hombre idéntico al tío Stan solo que ese hombre parecía ser más recto y cuadrado que el tío Stan a ojos de Dipper.

—sí, es lo que te estoy diciendo cabeza hueca —gruñó de nuevo el viejo Stanley mirando con impaciencia a su gemelo mientras el pequeño Dipper se escondía detrás del mayor.

No se dijo nada más, nadie se sentía capaz de preguntar algo ante la mirada severa y recriminatoria que les lanzaba el dueño de la cabaña del misterio quien se había mostrado muy molesto por la intrusión inesperada de los tres sujetos en la casa y de que estos mismo hubiera asustado a su pequeño sobrino quien parecía verlos como si fueran el monstruo que se esconde debajo de su cama.

—¿pero cómo es posible?... no me dirás que... —no continuó la oración el otro hombre mayor de voz áspera, era como si le pesara tener que decir lo que pensaba, pero no fue necesario pues Stanley sabía muy bien qué era lo que quería decir.

—sí, es así... ahora —el hombre le dio la espalda a los otros tres pasando a ver al pequeño castaño quien retrocedió unos pasos— ¿qué te parece si entras Dipper? Debo hablar con ellos, más tarde hablaré contigo ¿de acuerdo?

El pequeño no entendía el porqué debía retirarse, pero accedió a la orden de su tío asintiendo y caminando con las manos unidas y la mirada baja hacia la entrada, los tres desconocidos; una chica pelirroja, un hombre rechoncho y el clon de su tío, se sintió extraño, como si lo miraran como la exhibición de un zoológico en mal estado.

Siguió su camino incluso con la incomodidad sobre él y se adentró en la cabaña corriendo a toda prisa hacia su habitación ¿qué pasaría? ¿de qué iban a hablar? ¿había algo malo con él?

Esas preguntas atormentaban al pequeño castaño quien se sentó en su cama acurrucándose en si mismo hecho bolita en la esquina pegada a la pared de madera a su derecha, temblaba del miedo por la inseguridad, incluso cuando vio que su tío confiaba en aquellas personas no podía tragarlas por completo al haber entrado tan furtivos y sigilosos en la casa, pero ¿y si ellos también vivían ahí? ¿y si les incomodaba su presencia? ¿acaso lo iban a echar de la cabaña y tendría que vivir en el bosque olvidado y a merced de los depredadores?

¿El tío Stan me abandonará? Se cuestionó agobiado con sus castaños ojos rebosantes de lágrimas.

—no lo creo Pino, es mucho más probable que saque a esos tres a patadas a que te abandone.

Dipper dio un respingo en su cama al escuchar aquella voz tan peculiar, pero conocida, en si habitación y al mover su cabeza hacia donde escuchó aquella voz vio al rubio chico flotando a unos cuantos centímetros de distancia de él.

—¿Bill? ¿cómo llegaste hasta aquí? —cuestionó impresionado el menor acercándose a gatas al contrario sentándose sobre sus rodillas en la cama.

—¿ser una criatura de otra disensión no te dice nada? —cuestionó con ironía sonriendo ampliamente al notar el sonrojo de pena del pequeño que creía haber metido la pata —jajaja, ya... no es para tanto, solo me teletransporté hasta aquí, pero eso no importa ahora.

—¿cómo que no? ¿qué es lo importante ahora entonces? —preguntó con inocencia el menor mirando al rubio quien descendió hasta quedar sentado al lado de Dipper.

—lo que importa ahora es saber ¿por qué pareces un pollito abandonado, Pino? ¿algo de lo que deba saber? —respondió haciendo ademanes con sus manos y dando un deje de preocupación en su dorada mirada.

Mason se sorprendió al notar la preocupación que presentaba el rubio frente a sus ojos por él, rara vez una persona se había preocupado por lo que le pasaba y que aquel ser que conoció hace solo unas horas lo hiciera con tanta sinceridad le hacía sentir cálido y protegido por lo que terminó contándole a Bill lo que había pasado al volver a casa, le contó su dudas e inseguridades sobre lo que pasaba un piso más abajo.

Bill solo escuchaba con gran atención las palabras del menor mirándolo en todo momento repasando con su mirada los rasgos y reacciones del niño notando que este tenía demasiadas dudas para su tan corta edad y no eran las dudas normales como "¿cuanto mide el sol?" O "¿cuántas cucharas de azúcar se necesitan para llegar a la luna?" No, lo que el niño se preguntaba era más profundo y más preocupante, el miedo que sentía a ser abandonado, la inseguridad que sentía al rededor de las personas extrañas, el miedo que le invadía al solo pensar que se había equivocado en algo. Esas son emociones demasiado complejas para un niño que no parece superar los nueve años de edad.

¿cuánto daño te han hecho pequeño Pino? Se cuestionó el rubio al momento exacto en el que el menor dejó de hablar.

—yo... yo no quiero ser una molestia para mi tío Stan... —musitó el niño bajando la mirada.

Bill sintió que algo se volvía pequeño dentro de él al notar que la dulce mirada castaña del menor parecía perder la vida con aquella oración.

—no lo eres pequeño, tu tío te quiere demasiado como para considerarte una molestia —intervino posando su mano en el cabello de Mason con cuidado.

—pero ¿y qué hay de los otros tres? ¿y si les molesta mi presencia? ¿y si me lastiman? ¿y si no les agrado? —cuestionó con gran ímpetu el menor alzando su ojos hacia Bill quien percibió una gran necesidad de consuelo en el triste brillo de aquellos ojos oscuros.

—a ti ninguno de ellos podría odiarte, eres demasiado bueno como para que alguien te odie —dijo sacando aquellas palabras de lo más profundo de su oscuro ser.

Ese niño le afectaba de maneras misteriosas.

—¿estás seguro de eso Bill? —siguió dudando el menor quien desde pequeño a conocido el desprecio y la pena, sus padres nunca lo trataron como a un niño normal siempre era el fenómeno de la casa y temía ser lo mismo en aquella cabaña que se transformaba poco a poco en su hogar.

—¡por supuesto que sí! ¿cómo no estarlo? —habló emocionado —eres un niño muy bueno, no podrías molestarlos... pero si algo llegase a pasarte —su tono bajó un poco, parecía severo y el niño lo notó por lo que se encogió un poco en su asiento —solo llámame... di mi nombre tres veces y vendré enseguida para ayudarte.

—¿es una promesa?

—sí, es una promesa. Siempre que me lo pidas estaré contigo Pino.

Siempre

Mi amigo imaginarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora