Rowoon se quedó mirando a la sala donde Taeyang practicaba insistentemente su baile, tan concentrado que no se daba cuenta de su presencia. Su cabello blanco se le pegaba al rostro a causa del sudor luego de tantas horas de intenso ejercicio.
Ese cabello le traía malos recuerdos a Rowoon, recuerdos oscuros de dolor, gritos y un chico del que no podía ver el rostro, pero recordaba muy bien su cabello blanco y su sabor extaciantemente dulce que le arrancó la razón desde el primer momento en que lo olió.
Antes de que pudiera perderse en la misma vorágine de culpa y memorias que solía carcomer su mente, la voz de Taeyang lo detuvo.
—¡Ah, Rowoon! No te había visto, ¿ya anocheció?
—Sí, ya tiene rato que lo hizo, ¿de nuevo estás ejercitándote hasta tarde?
—Es necesario, la competencia será en sólo un par de días, necesito perfeccionar mi baile si quiero ganar.
Taeyang se había movido a un lado del cuarto de práctica, luego de apagar la música tomó una botella de agua y una pequeña toalla que colocó alrededor de su cuello.
Rowoon lo vio acercarse, conocía ya demasiado bien su olor dulce como para perder el control, a pesar de que este era un poco más intenso a causa del ejercicio, la criatura incluso podía oler la sangre que se apresuraba a su rostro enrojecido.
—Sigue sin gustarme demasiado la idea de esos concursos Tae, te pondrás en el centro de atención de todas esas personas.
—Ya te lo dije, la competencia es por la tarde así que no corro ningún peligro.
Luego de secarse un poco más el sudor, Taeyang echó la cabeza hacia atrás y bebió largos tragos de agua, refrescándose. Rowoon simplemente se quedó mirando cómo su garganta se movía
—Eres demasiado seductor para tu propio bien, pareciera que no te das cuenta pero eso te vuelve más llamativo —dijo Rowoon con tono compungido.
Taeyang bajó la botella y le dedicó una media sonrisa.
—¿Y qué te hace creer que no me doy cuenta? —preguntó con toda la autosuficiencia del mundo.
—Pequeño bribón —lo molestó Rowoon, revolviendo su cabello húmedo hasta que cayó sobre sus ojos—. Como sea, no me termina de agradar que te expongas tanto.
—Tranquilo, ya te dije que estaré bien. Aún incluso si se hiciera de noche y tú estuvieras lejos, tengo esto para defenderme.
Taeyang jaló un poco el cuello de su playera, dejando a la vista la cadena plateada que se había mantenido oculta ahí. Había sido un regalo muy especial: otorgado directamente por el bibliotecario, una de las criaturas más poderosas que existían.
No era mucho, una delgada cadena de plata (que por la sustancia le había dado Ravi, pareja del bibliotecario y un ser feérico al igual que Tae) de la que colgaba un pequeño dije de cristal, parecido a un mini reloj de arena pero que en su interior resguardaba una única gota de la poderosa sangre de Leo.
"—Esto debería ser suficiente, si estás en peligro rompe el cristal, el aroma advertirá a cualquier criatura que intente acercarse a ti que estás bajo mi protección." Le había dicho el bibliotecario mientras Ravi le colocaba el collar.
Rowoon suspiró.
—Anda, ve a darte un baño y a dormir. Voy a salir, así que no salgas de casa —indicó al peliblanco.
—¿Vas a alimentarte? —preguntó Taeyang con simpleza, a lo que Rowoon asintió—. ¿Por qué entonces no te quedas aquí y juegas conmigo?
—Serás el postre, —aseguró el mayor, logrando que Taeyang estallara en carcajadas.
—De acuerdo, de acuerdo. No demores mucho, te veré más tarde, —dijo antes de desaparecer en dirección a su habitación.
Rowoon suspiró una vez más mientras lo veía marchar y escuchaba sus movimientos a través de la casa. Por mucho que quisiera, sabía que era imposible contener la energía de Taeyang, sería como intentar mantener preso entre sus manos a un pequeño gorrión; un gorrión albino y de dulce olor que no se quedaba quieto por más de cinco minutos.
Con esa imagen en mente salió de casa hacia la zona centro de la ciudad, a esa hora temprana de la noche había muchos jóvenes que abarrotaban los distintos bares, Rowoon entró a uno de ellos sin elegirlo realmente y se perdió entre la multitud.
Le había costado trabajo, pero había aprendido a alimentarse sin que su víctima apenas se diera cuenta. Aunque tenía que hacerlo de por lo menos cuatro humanos para quedar satisfecho, valía la pena pues así ninguno terminaba demasiado débil como para estar en peligro.
Así lo hizo, los apetitosos e ingenuos humanos se acercaban a bailar con él por propia voluntad, se abrazaban a él y le daban el espacio justo que necesitaba para alimentarse. Nada más que un par de sorbos, lo suficiente para calentar su interior y mitigar el hambre, después de eso, una simple orden de mando les hacía olvidar lo que había pasado y se alejaban quizá un poco más mareados que antes, pero nada por lo que no pudieran culpar al alcohol.
Ese era el único peligro, pasada la media noche Rowoon estaba satisfecho, pero sentía un poco de los estragos del alcohol que sus víctimas habían bebido. Nada demasiado grave más allá de un relajante mareo. Sin embargo sí que había un ligero problema, y es que en ese camino de regreso a casa, en medio de la soledad y la oscuridad de la noche aunado a las sensaciones ocasionadas por su bebida, era cuando sentía la mayor presión del pasado; eran demasiadas las veces que había sentido la tentación de simplemente quedarse sentado allí en la banqueta y esperar hasta que el sol le arrancara la conciencia y la vida al mismo tiempo.
Pero no podía hacer eso, aún debía pagar por lo que había hecho, morir sería algo demasiado sencillo. Además, durante los últimos años había encontrado una segunda razón para resistir.
Se apresuró hasta llegar a la casa que compartía con Taeyang, lo había conocido cuando pasaba por aquella ciudad, Taeyang estaba siendo atacado por una criatura enloquecida, afortunadamente Rowoon había llegado a tiempo y evito que ocurriera una tragedia. Desde aquella noche se había propuesto cuidar de él, por lo cual se quedó a vivir ahí.
Con esa idea en mente avanzó un poco más rápido hasta llegar a casa y siguió así hasta colarse en la habitación del peliblanco. Todo el lugar estaba impregnado por su dulce olor y tenía la tibieza que da un hogar.
Allí estaba él, dormido profundamente entre las sábanas tan blancas como su cabello, su mano derecha descansando lánguidamente muy cerca de su boca semiabierta, su respiración tan pesada que se convertía en suaves ronquidos de vez en vez.
Rowoon suspiró mientras lo miraba, no le había contado a Taeyang de su terrible pasado ni lo haría alguna vez, ese era un peso que debía cargar solo. Acarició un poco la frente tibia del contrario, su ceño se frunció un par de veces antes de que los ojos grises se abrieran un poco.
—Rowoon, regresaste, —dijo la voz adormilada.
Con cierta pereza, Taeyang se movió, haciendo espacio en la cama, y abrió las cobijas exponiendo su cuerpo blanco y trabajado, pronto el más alto ya descansaba a su lado mientras lo rodeaba con sus brazos.
Permitió que el calor y la suavidad de Taeyang lo reconfortara, quizá no lo mereciera pero le agradaba estar ahí.
De pronto todo su cuerpo se tensó, podía sentir una presencia hostil: había otra criatura fuera de la casa.
No era la primera vez que ocurría, dada la singularidad de Taeyang era común que otras criaturas se acercaran al olerlo, sin embargo la mera presencia de Rowoon solía disuadirlos de acercarse más, esa era la principal razón por lo que él permanecía a su lado.
En efecto, en cuanto lanzó su propia esencia en respuesta, la presencia hostil desapareció, lo cual la permitió pasar cómodamente el resto de la noche allí.
ESTÁS LEYENDO
Venganza feérica (ZuRo / TaeHwi)
FanfictionZuho tenía solo 15 años cuando fue brutalmente atacado por un recién convertido Rowoon, quien perdió el control al oler su dulce sangre. Ahora, muchos años después y luego de buscarlo para poder vengarse, Zuho ha encontrado su oportunidad al descubr...