CAPÍTULO 3

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España, 6 de mayo de 2015.

Llegué a casa y como de costumbre no había nadie porque mis padres estaban trabajando. Me puse la mesa, saqué la comida del frigorífico, la calenté y me puse a comer. Cuando acabé, fregué los platos, luego fui a mi habitación y me eché en la cama.

Cuando me desperté eran las seis de la tarde más o menos, estaba tan cansada que no me apetecía levantarme. Pasó media hora y al final decidí ir a un local que tenía con unos amigos que era el lugar donde solíamos quedar y pasar las tardes.

Al llegar al local me di cuenta de que sí que había gente ya que estaba la puerta mal cerrada. Entré y estaban haciendo como una especie de experimentos con sustancias que no conocía, excepto una que sabía que era bicarbonato.

- ¡Ey Nayara, has venido! Ven, mira estamos probando lo que hoy hemos aprendido en clase -me dijo Pablo-.

Me senté en un sofá viejo que uno de mis amigos había llevado para hacer que ese lugar fuera más acogedor. Además, habíamos pintado el local y habíamos pegado fotos nuestras para que nos sintiéramos como en casa.

- Mira, tenemos estas dos sustancias que si las mezclamos haremos una pequeña explosión -me explicaba Pablo mientras yo miraba como las juntaba-.

El color que surgió de las dos sustancias era perfecto, era como una mezcla entre verde y morado pero se podía apreciar la degradación de estos.

Pasaron unos segundos y el vaso en el que estaba la mezcla reventó e hizo un ruido gigante, así que no me quería imaginar cómo sería si el experimento a mayor tamaño.

- Voilà, ya sabemos cómo hacer nuestro primer explosivo.

Mientras Pablo estaba recogiendo los restos del vaso que estalló, Juan y Mónica estaban muy concentrados echando unas gotitas a una planta.

- ¿Qué hacéis? -les pregunté-.

- Mira, hemos mezclado unas sustancias que no son explosivas para ver si el resultado es venenoso o no, y en esta otra pipeta hemos mezclado otras para saber si tiene efectos curativos.

Echaron la primera mezcla a la planta, y en cuestión de pocos segundos las flores se marchitaron tanto que los pétalos quedaron hechos añicos. Luego probaron con el otro compuesto en unas flores que se estaban secando, pasaron minutos y no se veía ningún cambio hasta que de repente, las petunias empezaron a coger ese color malva que tenían antes.

Me quedé tan impresionada con lo que sabían hacer que me empezaron a explicar los tres como se hacían esas cosas tan extraordinarias, hasta que recibimos una llamada.

- Chicos, que me ha llamado Sergio para que bajamos a su casa que ha encontrado unas cosas que son super interesantes que las probemos -nos contó Mónica-.

- ¿Y qué cosas son? -preguntó Juan.

- Hasta que no vayamos no nos lo va a decir.

Teníamos tanta intriga que fuimos a su casa. Vivía a las afueras del pueblo, al lado de un bosque precioso y tenía una casa que más bien parecía una mansión. Al llegar el estaba en la puerta y nos dijo que lo siguiéramos.

Nosotros fuimos con él hasta el desván y allí nos enseñó un arco con unas flechas, la especie de escopeta y una pistola.

- Qué, ¿lo probamos? -nos dijo Sergio-.

- Joder, eso ni se pregunta -contestaron los otros chicos casi sin pensar-.

Mónica no dijo nada y se limitó a seguirles. Yo tampoco contesté ya que a mí las armas no me gustan.

Nos fuimos al bosque y empezaron los chicos a probarlas, al final Mónica también disparó con la pistola y se la daba bastante bien.

- Venga Nayara, usa algo que no va a pasar nada -me dijo Sergio-.

- Que no quiero -le respondí de mala manera-.

- Aunque sea el arco, además no puedes hacer daño a nadie ni a nada, estamos en mitad del bosque y solos.

Al final cogí el arco para que se callará. Era la primera vez que cogía un arma. No sabía ni como se ponía la flecha que me tuvo que enseñar.

Cuando ya sabía cómo se disparaba, lo hice pero me salió tan mal que se clavó en el suelo a unos pocos metros de mi. Lo intenté otra vez, y vi que a lo lejos había una lata de un refresco, me concentré, disparé y la di.

Los demás se quedaron asombrados y me dijeron que si practicaba más iba a ser muy buena con el arco.

Empezó a anochecer y me cada uno nos fuimos a nuestra casa.

Cuando llegué mis padres ya estaban en casa. Me preguntaron que qué tal el día y las clases y les dije que como siempre.

Estaba tan cansada del día que tuve, que no cené ni les di las buenas noches y me fui a dormir.

FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora